SU TRIUNFO ES CASI UN HECHO EN LAS PRIMARIAS DEMÓCRATAS

Hillary se prueba el traje de presidenta de Estados Unidos

En el mejor de los casos era una promesa con buenas posibilidades. Ahora, frente a Trump, es sin dudas la gran favorita a triunfar en las elecciones de noviembre

Hagamos un muy modesto test de imaginación. Estamos en diciembre y Hillary Clinton es la Presidenta electa. No sólo venció a Donald Trump sino que también los demócratas recuperaron el control del Senado y redujeron la mayoría republicana en la Cámara de Representantes. EE.UU. se está preparando para una tercera Casa Blanca con los Clinton. ¿O es un tercer mandato de Obama? Además, ella arranca con expectativas muy bajas.
Definitivamente, su dignidad está destrozada. Trump se aseguró de eso en lo que fue una de las elecciones más brutales en la historia norteamericana. Sus seguidores se mantendrán eternamente hostiles. Pero en el clima político actual es lo menos que se puede esperar.

Las rotundas victorias que obtuvo Bernie Sanders en las asambleas electorales de los estados de Washington, Alaska y Hawaii el sábado son un recordatorio de que la mayor parte de la base del partido demócrata no confía en Clinton. Sin embargo, ella va camino a recibir la nominación del partido demócrata. Además, la mayoría de los veteranos republicanos ha decidido que lo más probable es que perderán la Casa Blanca. Ahora su meta en 2016 es limitar el daño. Si Trump gana una mayoría de los delegados, tendrán que vivir con él. Pero en su mayor parte los republicanos preferirían perder con Cruz.

Claramente Cruz y sus colegas no tienen una buena relación. Pero ése no es el punto. Tanto Trump como Cruz perderían frente a Hillary Clinton en noviembre. Sólo Cruz mantendría intacto el partido republicano. Además, a diferencia de Trump, Cruz es un ideólogo convencional aunque extremo. Su derrota disiparía el mito de que los republicanos siguen perdiendo porque no escogen a verdaderos conservadores como candidatos. La escena entonces quedaría armada para que alguien como Paul Ryan, el presidente de la Cámara de Representantes, intente recuperar la Casa Blanca en 2020.

Pero, lo más probable es que sea una contienda entre Clinton y Trump. Y va a ser una gran pelea. Para los investigadores de la oposición que desentierran todos los secretos sucios que pueden encontrar una elección Clinton-Trump es una elección perfecta. Nunca antes en la política estadounidense se han enfrentado dos figuras tan bien documentadas. Trump es un nombre familiar en Nueva York desde fines de la década de los 70 cuando comenzó a aparecer en los diarios locales. Clinton tiene fama nacional desde 1992 cuando llamó la atención como la esposa del ambicioso gobernador de Arkansas. La "vasta conspiración de la derecha" en contra de Clinton está en marcha hace más de dos décadas. Hay cuarenta años de fotografías en clubes nocturnos de Trump. El magnate sería el primer candidato cuya esposa posó desnuda en una revista. Clinton sería la primera candidata cuyo esposo tuvo encuentros sexuales en la Oficina Oval.

En verdad, Clinton ha sido bendecida con un oponente como Trump. En cualquier otra situación, habría sido considerada como mucho una promesa con posibilidades. Con Trump, es sin duda la favorita. Un 56% de los estadounidenses desaprueban a Clinton y un mayor porcentaje no confía en ella. Nadie ha llegado a la Casa Blanca con cifras negativas de confiabilidad. Pero tiene la suerte de su lado. Los republicanos, que tenían varios candidatos con mejores niveles de aprobación que Clinton, han escogido al único candidato con índices mucho peores. Dos tercios de estadounidenses desaprueba a Trump. Además, un porcentaje mucho mayor de mujeres lo rechazan. Como ellas votan más que los hombres (hasta más que los hombres blancos enojados) esto seguramente acabará con las chances de Trump.

Para Clinton, el número más importante es el índice de aprobación de Obama. Esa medición subió en los últimos meses y ahora está en 50%. Si se queda en ese nivel, ella asegurará mantener su fuerte vínculo con el actual presidente hasta las elecciones el 8 de noviembre.

Obama quiere apoyar a Clinton en su campaña; y ella va a necesitar de su ayuda para incentivar el voto de los afroamericanos, latinos, jóvenes y progresistas. Sin embargo será una batalla feroz que no le hará ningún bien al proceso democrático. A Clinton todavía le falta un mensaje coherente y la mayoría de los estadounidenses aún desconfía en ella. Una gran minoría la odia. Trump canalizará ese sentimiento. Mucho después de que haya sido derrotado, sus seguidores continuarán la batalla. Tal vez Clinton haya alcanzado su meta. Pero la era de la descortesía extrema apenas ha comenzado.

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