Financial Times: plan de rescate de EE.UU. deja a los inversores "volando a ciegas"

Los programas federales de suspensión de pagos y asistencia monetaria a empresas y ciudadanos ocultan la magnitud del golpe que estarían sufriendo los norteamericanos

No se debe sólo a que se desconoce cuánto durará la cuarentena. Desde el punto de vista del crédito, el presente también es un misterio. Se debe a que los programas de suspensión de cobros y de diferimiento de pagos que el gobierno y los bancos han puesto en marcha no permitirán a los inversores contar con información sobre quién puede y quién no puede pagar sus deudas.

La ley federal de rescate permite a los acreedores hipotecarios suspender por hasta 12 meses los cobros, sin consecuencias para su puntuación crediticia o para las tasas de morosidad del banco. Otros proveedores de crédito de consumido -como los bancos de tarjetas de crédito- ofrecen deferir los pagos tres o más meses. Los consumidores sólo tienen que pedirlo.

Como resultado, a los inversores sólo les queda analizar las declaraciones de los bancos sobre los pedidos de suspensión de pagos y las tendencias del volumen de préstamos, y hacer estimaciones sin fundamento sobre cómo eso se traducirá en morosidad o importes pasados a pérdida en los próximos meses y años.

Había gran cantidad de deuda de consumo cuando comenzó esta crisis: u$s 14,3 billones, u$s 1,6 millones por encima del pico de la crisis financiera, según el informe trimestral de la Fed de Nueva York sobre la deuda de los hogares.

Es cierto que históricamente la carga de la deuda era reducida debido a las bajas tasas de interés; durante varios años los pagos de deudas representaron menos del 10% de los ingresos disponibles de los hogares. Pero incluso antes del brote del Covid-19, se observaban tendencias preocupantes, lo que llevó a los pesimistas a hablar de un cambio en el ciclo. Por ejemplo, la morosidad en préstamos automotores y tarjetas de crédito viene aumentando constantemente desde 2017.

Sin embargo, por ahora hay señales de que los consumidores están resistiendo.

Cuando comenzó la cuarentena, todos los ojos estaban puestos en las tarjetas de crédito. Por regla general, los importes pasados a pérdida por parte de los bancos de tarjetas y el desempleo llegan a su punto máximo más o menos en el mismo nivel, como lo hicieron en la última crisis. ¿Empezarán los desempleados a hacer sus gastos diarios con tarjeta, y a atrasarse en los pagos?

En este caso ocurrió lo contrario. Tanto Visa como Mastercard, que operan las mayores redes de pago con tarjeta, informaron grandes caídas de consumo en el primer trimestre. Visa notó que el consumo en tarjeta de crédito se redujo 30% durante gran parte de abril. Por su parte, los préstamos de consumo sin garantía en los bancos estadounidenses disminuyeron 8% en apenas seis semanas, lo que borró dos años completos de crecimiento del préstamo.

Entre las hipotecas, cerca del 6% de las otorgadas por bancos ha suspendido los pagos, según Autonomous Research. Las prórrogas en los pagos de tarjetas están en un nivel muy similar. Esas cifras no son terriblemente altas, si se asume que una proporción significativa de esos deudores se volverá a encaminar cuando pase la crisis.

Y postergar los pagos no es lo mismo que no poder o no querer pagar. Lending Club y OneMain, que se especializan en préstamos de consolidación de tarjetas de crédito, han observado que, tras un aumento inicial de las solicitudes de diferimiento de pago, éstas han disminuido notablemente en las últimas semanas.

Una explicación obvia de las primeras señales alentadoras es que el gobierno federal puso dinero en el bolsillo de los consumidores. El programa de rescate a pequeñas empresas inyectó u$s 350.000 millones específicamente para el pago de salarios. Y los estadounidenses recibieron transferencias directas en sus cuentas bancarias.

Los rescates son buenas noticias para quienes invierten en crédito. Pero, como en el caso de los diferimientos de pagos, oscurecen el paisaje. En algún momento, las medidas especiales vencerán, los cheques de estímulo se gastarán y recién ahí descubriremos qué tanto se vio golpeado el consumidor norteamericano.

Traducción: Mariana Oriolo

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