Financial Times: la trama secreta del acuerdo entre la Argentina y los acreedores

Sólo una semana antes de acordar, el país deudor y los mayores tenedores de bonos habían quedado atrapados en lo que parecía ser un callejón sin salida. Cómo lo resolvieron.

Para cuando los miembros del mayor grupo de acreedores de Argentina se sumaron a su teleconferencia semanal a las 9 de la mañana del lunes 3 de agosto, ya habían empezado a atenuarse las ansiedades de los últimos meses. 

Menos de 12 horas antes, Martín Guzmán, el ministro de Economía, y Jennifer O'Neil, la principal negociadora de BlackRock, habían llegado en principio a un acuerdo para reestructurar u$s 65.000 millones de deuda externa, lo que permitía al país salir de su noveno default soberano desde su independencia en 1816.

Ambas partes cedieron un poco de terreno, poniendo fin a las conversaciones que  habían empezado en diciembre después de que asumió el poder el presidente de izquierda Alberto Fernández.

Lo que hizo que el avance fuera aún más sorprendente fue que sólo una semana antes Argentina y sus mayores tenedores de bonos habían quedado atrapados en lo que parecía ser un callejón sin salida. El comunicado de prensa oficial llegó en la madrugada del 4 de agosto, justo antes de que finalizara el último plazo que había otorgado el gobierno para llegar a un acuerdo.

"Trabajamos casi sin parar desde el domingo a la noche hasta las 3 de la madrugada del martes, sólo paramos para dormir un par de horas el lunes por la mañana", contó Sebastian Loketek de Bank of America, uno de los asesores del gobierno. "Hubo momentos de gran tensión."

El 27 de julio, los principales grupos de acreedores del país anunciaron en una carta a Guzmán que habían reunido mayor apoyo para una nueva propuesta que pedía un valor de recuperación de 56,5 centavos por dólar. El grupo aseguraba representar más del 50% de la deuda externa argentina y su mensaje era simple: no se podría cerrar un acuerdo sin ellos.

La carta llegó después de una serie de comentarios oficiales de que el gobierno -asesorado por Lazard- no podía ofrecer más de 53,5 centavos. En una entrevista con Financial Times el 19 de julio,  Fernández había dicho: "cualquier otra cosa pondría en peligro nuestra capacidad [de pagar nuestras deudas], y no quiero estafar a nadie".

"Esa fue la posición del gobierno hasta el final", contó un allegado a las negociaciones del lado de Argentina. "Parecía que no había forma de salir de la situación. Pero luego [la noche del 31 de julio] Alberto hizo una jugada muy inteligente, [amenazando] con no extender el plazo. Ese fue el catalizador que cambió la situación."

La posibilidad de que el gobierno interrumpiera las negociaciones con los bonistas y, en cambio, se concentrara en llegar a un acuerdo con su mayor acreedor, el FMI -que ya le prestó a Argentina u$s 44.000 millones como parte de un rescate récord de u$s 57.000 millones otorgado en 2018- desató un "pánico absoluto" entre los inversores, contó un allegado al asunto.

"La alternativa de no llegar a un acuerdo no era buena para nadie", agregó un acreedor del grupo más grande que incluía a BlackRock, Fidelity, Ashmore y T Rowe Price. Los tenedores de bonos podían haber recurrido a los litigios, dijo esa persona, y el gobierno hubiera tenido problemas para  reactivar una economía en peligro de caer en la hiperinflación y con cerca de la mitad de la población viviendo por debajo de la línea  de pobreza.

Según Mohamed El-Erian, asesor principal de Gramercy Funds Management, uno de los tenedores de bonos más chicos, la pregunta para los acreedores pasó a ser: "¿Están dispuestos a arriesgarse a la alta probabilidad de una caída de entre 20% y 30% [del valor de los bonos] por 3 centavos más [del valor de recuperación]?".

Personas cercanas a las negociaciones en Argentina destacan el papel que tuvo la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, que dio su bendición a Guzmán para que siguiera adelante con el acuerdo cuando visitó su departamento de Buenos Aires el día anterior a la fecha límite. Si ella no lo hubiera apoyado tanto, "no tendríamos un acuerdo", afirmó un bonista argentino.

Otra persona dijo que la demagoga populista, que condujo al país a su último default en 2014, actuó como una especie de "fuerza nuclear disuasiva", haciendo más creíble la amenaza de abandonar las negociaciones.

Otros señalaron la influencia de Sergio Massa, el peronista que preside la Cámara Baja del Congreso, quien actuó como canal para que los inversores transmitieran mensajes al presidente. Un alto ejecutivo de un banco local contó que había "mucha animosidad" entre Guzmán y la comunidad de inversores, que se encontró con un ministro con una personalidad difícil. Fue "fundamental que Massa interviniera para desenmarañar la situación", agregó.

Un bonista describió el acuerdo, que implica un valor de recuperación de 55 centavos por dólar, como un "compromiso creativo". Argentina adelantó el calendario de algunos de sus pagos a los tenedores de bonos, lo que ayudó a elevar el valor de recuperación de los acreedores sin modificar el monto total a pagar.

Los tenedores de bonos todavía tienen que votar formalmente el acuerdo. El plazo para hacerlo termina el 24 de agosto.

"Mi lema para este acuerdo es 'Sin vencedor, no hay vencidos'", dijo Richard Deitz, fundador del hedge fund VR Capital, y miembro de un grupo de acreedores que representa a los tenedores de bonos previamente reestructurados. "Nadie consiguió lo que quería del acuerdo, pero todos consiguieron lo que necesitaban".

 Traducción: Mariana Oriolo

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