FT: el coronavirus nos recuerda que el mundo no es tan controlable

En algún momento, los hábitos de toda una vida se van a modificar. Si el shock que nos ha provocado la epidemia de la enfermedad no es suficiente para recalibrarnos, ¿qué lo hará?

Durante la mayor parte de mi vida adulta, "volverse viral" ha sido algo bueno. El coronavirus acaba de arruinar la metáfora. Nos recuerda que el mundo no es tan controlable como parecía. Existen riesgos que no se pueden minimizar sólo pasando por un escáner corporal y evitando las botellas de más de 100 ml para nuestros líquidos, tal como ocurre en los aeropuertos.

El coronavirus es una epidemia para nuestros tiempos. Quizás más que cualquier otra enfermedad que se recuerde, coincide con los temores de nuestra sociedad. Hace pocos años surgieron los preparacionistas del día del juicio final: súper ricos que planean su escape y supervivencia en caso de una crisis social. La política ya tomó medidas contra las fronteras abiertas y las cadenas de suministro mundiales.

Nuestros eventos más sagrados ya se empezaron a ver afectados por el clima extremo. Dos partidos en la Copa Mundial de Rugby del año pasado fueron cancelados por un tifón. En el Abierto de Australia de enero, un tenista se desmayó después de inhalar humo de los incendios forestales.

La sociedad moderna es una disputa entre los ambientalistas, que sostienen que existen riesgos sin precedentes, y aquellos, como Steven Pinker, que prefieren enfocarse en las oportunidades sin precedentes.

Hay dos maneras en que los brotes de enfermedades pueden cambiarnos.

La primera es mediante la reflexión. Como lo notó cualquiera que estuvo resfriado, la enfermedad se presta a la introspección. John Donne tenía fiebre cuando escribió su famosa oda a la cooperación que comienza con el famoso poema "Ningún hombre es una isla".

La segunda es estructural. La Peste Negra aceleró la desintegración del feudalismo inglés: murieron tantos campesinos que los terratenientes perdieron el control. La primera guerra mundial aceleró el ascenso de las mujeres obreras. Si la epidemia de 1918 dejó alguna huella, fue quizás que se aceleró la llegada de la atención sanitaria pública.

Los ideólogos ya reinvindicaron el coronavirus. Donald Trump dijo que se justificaban los controles fronterizos más estrictos; Bernie Sanders lo vinculó a la atención sanitaria pública gratuita.

El coronavirus puede hacernos reconsiderar cuántos viajes son verdaderamente esenciales. La amenaza del terrorismo no nos impidió volar. Desde el 11/9, el número de pasajeros aéreos estadounidenses aumentó en un tercio; las cifras mundiales se duplicaron.

Pero el coronavirus quizás lleve a algunos viajeros de negocios a adoptar videoconferencias en lugar de vuelos altamente contaminantes. Incluso puede alentar a más hombres a lavarse las manos. Puede traer cambios muy necesarios en los mercados de animales vivos de China, donde probablemente la enfermedad se propagó a los humanos.

¿Cómo pueden las cosas estar a punto de retroceder, ahora que Qantas propone un vuelo directo de Londres a Sidney, y la compañía Tumi vende valijas de nylon balístico con ruedas y con sistemas de rastreo electrónico? Percibir la fragilidad de la humanidad es algo complejo en un mundo donde hay cada vez más posibilidades.

Esto podría ayudar a explicar por qué a las personas de los países ricos les preocupa menos el cambio climático que a las de los países pobres. Según YouGov, el 70% de los indios dice que el cambio climático tendrá un gran impacto en sus vidas, en comparación con menos del 20% de los británicos, alemanes y escandinavos. En EE.UU. y Europa la gente también es mucho menos propensa que en Asia a pensar que el cambio climático provocará una nueva guerra mundial o la extinción de la raza humana.

Hace un año, me parecía ridícula la idea de acumular alimentos. Pero el concepto se volvió normal en 2019, cuando el gobierno británico amenazó varias veces con un Brexit sin acuerdo. Cuando el coronavirus lo puso nuevamente en la agenda, me di cuenta de que yo ya estaba preparado.

En algún momento, los hábitos de toda una vida cambiarán. En algún momento, se necesitará un empujón. Si el shock provocado por el coronavirus no es suficiente para recalibrarnos, ¿qué nos llevará a eso?

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