El unilateralismo de Trump es muy peligroso

El momento más sorprendente del drama de la lira de Turquía hasta ahora llegó, como suele ocurrir a menudo en las crisis actuales, gracias a Twitter. El presidente Donald Trump tuiteó el viernes que estaba duplicando los aranceles norteamericanos al acero y aluminio turco "mientras su moneda se desliza rápidamente contra nuestro dólar tan fuerte!". En las últimas crisis financieras, éste era exactamente el momento en que el Tesoro de EE.UU. intervenía con palabras o acciones para calmar los mercados. Trump, en cambio, parece disfrutar tirando leña al fuego.

Las sanciones que impuso Washington a Turquía por la detención del pastor norteamericano, Andrew Brunson, provocó una de las peleas más serias de los últimos años con un aliado de la OTAN. Esto también recalca cómo el uso, y a veces el mal uso, de sanciones y aranceles punitivos por parte de la administración norteamericana puede socavar los propios intereses de Estados Unidos y sus aliados clave.

Las sanciones pueden cumplir una importante función en la diplomacia moderna. Son una manera de ejercer presión sin usar las fuerzas armadas. La Casa Blanca de Trump las aplica en parte como una manera de evitar la participación de los militares en las anteriores administraciones. Sin embargo, para una máxima eficacia, las sanciones deben emplearse juiciosamente, con metas claras y en estrecha colaboración con los aliados.

Esta Casa Blanca no sólo hace un uso más generalizado de las sanciones. Las está desplegando en algunos casos de manera unilateral, como ocurrió la semana pasada con la reimposición de medidas contra Irán después de que EE.UU. se retiró del acuerdo nuclear de 2015 con Teherán. Además, Trump parece ser propenso a recurrir a esas herramientas en un intento por evitar estrategias diplomáticas más dolorosas y forzar resultados rápidos. Cree que las sanciones le ofrecen una manera de aumentar su influencia personal. El presidente también las usa para agradar a a su base política. Su defensa del pastor Brunson es bien recibida por los evangélicos estadounidenses, un importante electorado de las próximas elecciones de mitad de término.

Sin embargo, con esas sanciones corre el riesgo de desestabilizar los mercados, con consecuencias impredecibles para la economía global. Turquía no es sólo un aliado de la OTAN vital para los intereses de EE.UU. en Medio Oriente. Su crisis financiera podría contagiar a los bancos europeos y a otros mercados emergentes. A principios de este año, EE.UU. tuvo que diluir las sanciones impuestas a la rusa Rusal después de calcular mal su impacto en el mercado global de aluminio.

Segundo, el castigo de EE.UU. podría llevar tanto a aliados como a enemigos a buscar apoyo entre las potencias rivales, como Rusia y China, para desafiar el dominio norteamericano. Moscú está tratando de aprovechar la situación de Turquía. China esta semana ofreció respaldo financiero a Paquistán después de que Washington indicó que podía bloquear la ayuda del FMI al país. No es inconcebible que Beijing, si bien no puede rescatar a todos, todavía también pueda ofrecer asistencia a Ankara.

Incluso las sanciones más cuidadosamente calibradas corren en riesgo de llevar a otros países a separarse del dólar y de las redes financieras dominadas por EE.UU. Moscú lanzó una tarjeta de crédito electrónica que compite con Visa y Mastercard y asegura haber desarrollado su propio sistema de transferencias financieras que lo protegería en el caso de quedar afuera de Swift, la red global interbancaria.

Por lo tanto, es vital que Washington use las sanciones de manera sensata. Si no, en vez de fortalecer su poder, podría ayudar a acelerar su descenso en el orden político global y sistema de trading.

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