El triste ocaso de la presidencia de Obama

La historia racial de EE.UU. no terminó con su elección, como muestran pautas de votación actuales

Podría considerarse la maldición de expectaciones altas. Cuando Barack Obama comenzó su presidencia, el mundo estaba en éxtasis, EE.UU. exhaló y los expertos declararon el fin de siglos de división racial. Al observar a 1,5 millones de personas que se expusieron al frío para evidenciar la inauguración de Obama, Steven Spielberg dijo que sería casi imposible duplicar la escena en una película. Eso era entonces. Ahora el primer presidente no blanco está terminando su mandato en el momento más tenso de polarización racial que el país ha visto en muchas décadas. Gracias a Donald Trump, el Ku Klux Klan está en los titulares de nuevo. Dudo que Trump suceda a Obama como presidente pero ha inyectado veneno en la corriente sanguínea del país. A pesar de las esperanzas de Obama, el temor es nueva "moneda" dominante.

La historia racial de EE.UU. no terminó con la elección de Obama. Simplemente comenzó un nuevo capítulo. Parece que las naciones sufren de los mismos trastornos que los humanos; lo que sucede en sus años formativos forma su carácter para siempre. Al igual que India considera a los inversionistas extranjeros como colonizadores potenciales, y Gran Bretaña confunde a Bruselas con el Papado, EE.UU. está encadenado a su pecado original: la esclavitud. EE.UU. sigue con un pie plantado en el pasado más de medio milenio después de que los primeros africanos fueron transportados a través del Océano Atlántico.

Sólo hay que escuchar a los seguidores de Trump. Según las encuestas de salida en Carolina del Sur, donde Trump ganó fácilmente el mes pasado, una quinta parte de los que votaron por él pensaban que Abraham Lincoln se equivocó cuando emancipó a los esclavos. Ted Cruz, quien parece ser el único rival viable de Trump obtuvo números similares. Setenta por ciento deseaban que la bandera confederada aún siguiera volando encima del capitolio del estado. Fue retirada el año pasado después de la masacre de nueve feligreses negros por un "confederado" autodeclarado. "El pasado nunca se muere," dijo William Faulkner. "Ni siquiera es pasado".

El peso de la historia se muestra claramente en las pautas de votación actuales. En 2008 más de 9 de 10 afroamericanos votaron por Obama tanto en las elecciones primarias contra Hillary Clinton con en la elección general contra John McCain, el candidato republicano. El mes pasado más de 80 por ciento escogió a Clinton sobre Bernie Sanders en Carolina del Sur. Esto no se debe a que estos votantes consideren que Sanders sea poco fiable sino porque apoyaron al candidato que tiene mayores probabilidades de ganar la presidencia. Martin Luther King alguna vez dijo que la hora que los estadounidenses pasaban en las iglesias los domingos era la hora más segregada en el país. Actualmente se ha trasladado a las cabinas de votación. La votación de afroamericanos en el sur es el inverso casi exacto de la votación de los blancos, quienes votan por republicanos por márgenes similares.

¿Qué puede hacer Obama al respecto? Hace nueve años lanzó su campaña desde el mismo sitio en Springfield, Illinois, donde el Abraham Lincoln alcanzó su prominencia. Obama citó al famoso presidente: "Una casa dividida contra sí misma no puede sostenerse". Obama prometió instaurar nuevas políticas que transcenderían el golfo entre los estados rojos y los estados azules. El subtexto era que al elegir un afroamericano, EE.UU. también podría sanar una división antigua. Esas promesas han sido desmentidas por el auge de Trump. La política en EE.UU. no ha estado tan paralizada desde la Guerra Civil Estadounidense.
El arma más grande que tiene Obama es su poder para ayudar a Clinton a sucederlo, asegurando una alta participación de votantes el 8 de noviembre. Si Trump o Cruz llega a ser el candidato republicano, necesitarían cerca del 70% del voto de hombres blancos para ganar, según Politico. Eso tal vez sea imposible. El porcentaje de votos de hombres blancos para Mitt Romney fue del 62%. Es difícil creer que Trump podría obtener un porcentaje mayor. Tiene mayores probabilidades de obtener un porcentaje más bajo.

Además, la nominación de Trump podría causar una guerra civil en el partido republicano. La semana pasada Romney dejó claro que intentaría manipular las reglas de la convención del partido para negarle la corona a Trump. Si fallara, podría surgir un candidato de un partido bisagra que fuera un "verdadero conservador". Michael Gerson, ex redactor de discursos para George W Bush, sugirió la semana pasada que podría ser Condoleezza Rice. Otros piensan que podría ser Romney. En realidad no importa quien sea: al dividir el voto, casi le regalaría la Casa Blanca a Clinton.

¿Pero sería una victoria pírrica? Eso dependería de los líderes republicanos. La semana pasada Romney dijo que Trump representaba una "furia que ha llevado a otras naciones al abismo". Tiene razón. Sin embargo, es una furia que él y su partido han alimentado desde la época del movimiento de los derechos civiles. McCain hizo eco de las opiniones de Romney, sin embargo no asumió la responsabilidad por haber elegido a Sarah Palin como su compañera de fórmula en 2008. Palin endosó a Trump en enero. Lo hizo mayormente para crear resentimiento contra Obama.

Durante décadas, los principales estrategas republicanos han utilizado un "susurro codificado" para estimular los temores raciales. No debería sorprenderles que alguien como Trump utilice un megáfono.

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