SI LA TURBULENCIA EN ARGENTINA SE EXTIENDE, LAS REDES DE CONTENCIÓN FINANCIERA SER N PUESTAS A PRUEBA

El pedido de ayuda al FMI es un recordatorio de la fragilidad mundial

La historia demuestra que cuando los movimientos de cambio bruscos se combinan con un giro en el ciclo del crédito, eso puede barrer con las entidades apalancadas

Hace un año, Argentina era la preferida de los inversores globales. Tanto que cuando emitió un pionero bono a 100 años con un rendimiento de sólo 7,9%, los inversores se lo devoraron ignorando el hecho de que el país había caído en default ocho veces en los últimos 200 años.

Pero esta semana el presidente Mauricio Macri pidió ayuda al FMI, después de que el peso se debilitó hasta niveles nunca vistos. ¿Y el bono a cien años? Después de subir a 105% de su valor nominal a fines del año pasado, ahora está cotizando a cerca de 85%.

Es muy doloroso para el gobierno de Macri y para los votantes argentinos que hace tanto tiempo que vienen sufriendo y tenían la esperanza de que las reformas "gradualistas" pudieran poner fin a los años de agitación económica, endeudamiento y derrumbe. Pero también hay un aspecto positivo, al menos para el mundo en general: la agitación de Argentina podría ofrecer un llamado de atención oportuno sobre los desafíos de este año.

Después de todo, la historia financiera demuestra que cuando los movimientos cambiarios bruscos se combinan con un giro en el ciclo del crédito, eso puede barrer con las entidades apalancadas, y causar sorpresas al estilo Argentina.

Algunos elementos de esta peligrosa combinación ahora están empezando a materializarse. En las últimas tres semanas el dólar se fortaleció 5% ponderado por el comercio. Mientras tanto, las condiciones crediticias globales finalmente se están endureciendo un poco tras seis alzas de tasas dictaminadas por la Reserva Federal en tres años.

Eso no necesariamente significa que la debacle argentina provocará ahora una crisis a gran escala en los mercados emergentes. Si bien los países como Turquía parecen vulnerables, las condiciones financieras en general siguen siendo blandas en términos históricos.

Sin embargo, el empuje de los mercados globales está cambiando. O para decirlo de otra manera, cuando los futuros historiadores se refieran al bono a 100 años de Argentina, probablemente se parezca al equivalente en el mercado de bonos a la salida a bolsa de pets.com durante el auge de las tecnológicas en 2000 concretamente una señal de una burbuja que, en el mejor de los casos, empieza a desinflarse lentamente o, en el peor, está condenada a explotar.

Esto tiene al menos tres implicancias. Primero, los inversores deben urgentemente someter sus carteras a una prueba

de estrés para el caso de que haya un mundo de movimientos cambiarios y tasas altas. Segundo, los tomadores de crédito deben volverse más resilientes. Después de todo, tal como observó el presidente de la Fed Jay Powell esta semana, "algunos inversores y algunas instituciones quizás no estén bien posicionados para un alza en las tasas de interés".

Tercero, las autoridades que fijan políticas deben también estar preparadas. En los últimos años, el FMI pedía a los gobiernos que aprovecharan que el dinero estaba barato para hacer las tan necesitadas reformas estructurales, y para mejorar las finanzas públicas. Pero, tal como lamentó el FMI el mes pasado, la mayoría de los gobiernos ignoraron ese consejo y la deuda del sector público se incrementó. El hecho de que Argentina tiene un déficit fiscal de 9% (incluido el endeudamiento del banco central) es simbólico.

Eso significa que los gobiernos deberían acelerar sus reformas estructurales. Las autoridades que diseñan las políticas deben también volver a evaluar la red global de contención financiera. Esa red cuenta cuatro elementos que se superponen: muchos países tienen por precaución reservas en moneda extranjera; muchos también sellaron acuerdos bilaterales entre bancos centrales (para proveerse fondos en caso de crisis); surgieron programas de asistencia financiera regional; y los programas de préstamos del FMI.

Esta combinación es lo suficientemente robusta como para lidiar con shocks limitados. La agitación en Argentina, por ejemplo, probablemente se frene si el FMI acepta otorgarle un crédito standby. Pero si la turbulencia se extiende, las redes de contención serán sometidas a una prueba aún más minuciosa.

Uno espera que Macri llegue a un acuerdo con el FMI en los próximos días, lo cual calmará los mercados, permitirá que el gobierno salga ileso y acelere las reformas locales. Pero también deberíamos tener la esperanza de que no vuelva la complacencia. Después de todo, la mejor manera de evitar un shock realmente grande es teniendo sacudidas pequeñas y regulares. Por lo tanto, todos los ojos puestos en ese desdichado bono a cien años.

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