Demorar la suba de tasas produce daños colaterales

Si las autoridades de la eurozona y Japón esperaban debilitar sus monedas mediante la agresiva expansión de las políticas monetarias, deben estar observando con consternación los últimos movimientos en los mercados de divisas. Pese a las nuevas rondas de flexibilización cuantitativa y los experimentos con tasas de interés negativas, el euro y el yen han repuntado. Nada impidió que el yen subiera la semana pasada hasta su nivel máximo en 17 meses contra el dólar.
Interpretar los caprichos de los mercados cambiarios es un riesgo. Pero una conclusión es que estos movimientos muestran la impotencia de los bancos centrales, para quienes una moneda débil sería una herramienta que no tiene precio. Los inversores creen que el BCE y el Banco de Japón se acercan a los límites de la política monetaria y ya no creen poder reactivar el crecimiento y combatir la deflación.
Hay cierta verdad en estos temores. Los mercados cambiarios no necesariamente reflejan la desesperación por la situación de la economía mundial. La solidez del yen y el euro es, al menos en parte, consecuencia del reciente giro en la postura de la Reserva Federal de EE.UU., que ha dado indicios de que no tiene prisa alguna en implementar una segunda suba de las tasas de interés.
Eso debilitó el dólar, que ahora volvió a los niveles de octubre pasado frente a una canasta de monedas. Esto dificulta el trabajo del BCE y del Banco de Japón, pero será un gran alivio para las autoridades de muchos mercados emergentes. Ayuda a los exportadores de petróleo que estaban teniendo dificultades para mantener los tipos de cambio fijos, especialmente porque un dólar más débil tiende a apoyar los precios de los productos básicos. Les quita presión a los países que acumularon enormes deudas en dólares gracias a los excesos derivados de la flexibilización cuantitativa.
Sobre todo, ya ha ayudado a China a evitar una fuerte devaluación del yuan, lo que aborda uno de los mayores temores que alimentaron la turbulencia en los mercados globales a principio de año. La moneda china se recuperó de los niveles mínimos registrados en enero y muestra el primer aumento de las reservas de divisas del país en cinco meses.
Una teoría entre los inversores es que las autoridades llegaron a un entendimiento tácito sobre las ventajas de un dólar más débil en la reunión del G20 de febrero. Parece improbable dadas las promesas para evitar cualquier control de los tipos de cambio. Pero las deliberaciones internas de la Fed muestran una creciente apreciación de los riesgos que representan la turbulencia financiera mundial y la desaceleración mundial para la recuperación estadounidense.
Además, los bancos centrales de las economías avanzadas necesitan tomar más en cuenta los efectos de sus acciones sobre las economías emergentes. El FMI advirtió que los "efectos colaterales" de China hacia los mercados financieros globales aumentarían en los próximos años.
La Fed no puede ignorar que sus acciones tendrán impactos a nivel mundial. La posibilidad de una devaluación china o una crisis de deuda que pueda hundir gobiernos de los mercados emergentes es más alarmante que los riesgos de un crecimiento lento en las economías desarrolladas.

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