Crece la resistencia a la ola de adquisiciones chinas

Las compañías chinas que exploran el mundo en busca de oportunidades para comprar tecnología, marcas y empresas multinacionales han desencadenado una significativa tendencia este año. Y la escala es impresionante.

El valor de las adquisiciones extranjeras chinas anunciadas en los primeros nueve meses del año es cercano a u$s 191.000 millones, cifra que casi duplica los flujos de inversión extranjera que ingresaron a China en el mismo período.

Las adquisiciones en general son bienvenidas en los países receptores. Ayudan a crear empleo y crecimiento económico. Pero están aumentando las señales de resistencia en Estados Unidos, Australia y recientemente también en Europa. Desde mediados de 2015 fueron rechazadas propuestas de compras chinas de empresas extranjeras por casi u$s 40.000 millones, en la mayoría de los casos debido a los severos controles vinculados a la defensa de la competencia y a los temores por la seguridad nacional.

La lista de operaciones que invitan a hacer un análisis se está alargando. La propuesta de adquisición del grupo suizo de agronegocios Syngenta por u$s 44.000 millones es la última en enfrentar demoras. En medio de señales de una reacción proteccionista en Alemania, Berlín retiró la aprobación de la compra de la compañía tecnológica Aixtron por parte de intereses chinos citando como motivo el surgimiento de "información relacionada con la seguridad antes desconocida".

Tales repercusiones eran totalmente previsibles. El auge de adquisiciones recalca las severas asimetrías entre China y Occidente, lo que genera interrogantes no sólo sobre el gobierno corporativo sino también sobre si puede existir tratamiento recíproco entre un estado autoritario altamente restrictivo y las democracias industrializadas abiertas.

El hecho es que las compañías occidentales tendrían pocas chances de asegurarse la aprobación de Beijing si quisieran comprar una importante corporación china estatal, o incluso una privada que opera en una industria restringida.

A nivel sectorial, la disparidad entre China y Occidente es aún más clara. Los medios, las telecomunicaciones y los servicios legales y financieros están completamente cerrados a la inversión extranjera o recaen sobre ellos grandes restricciones, según datos de la OCDE. Por el contrario, en Occidente esas campos están casi enteramente abiertos a las adquisiciones.

Eso significa que empresas como Dalian Wanda, una compañía china con fuertes conexiones con el gobierno, pueden comprar emblemáticos estudios cinematográficos de Hollywood pero los extranjeros tienen prohibido adquirir grupos equivalentes chinos. En forma similar, la firma china Midea se alzó con Kuka, un fabricante de robótica y una de las empresas más avanzadas de Alemania. Pero cuando Carlyle, un grupo de private equity norteamericano, trató de quedarse con XCMG, un fabricante chino de maquinas herramientas, Beijing bloqueó la operación.

Esa falta de equilibrio no es ni sostenible ni deseable. Si China quiere seguir aprovechando el acceso prácticamente libre a la mejor tecnología y a las mejores marcas que ofrece Occidente, debe tomarse la reciprocidad más en serio.

Con la desaceleración del crecimiento del PBI chino, Beijing debería reconocer que necesita a EE.UU. y a Europa tanto como ellos necesitan a China. Debería también redoblar sus esfuerzos en negociar un acuerdo bilateral de inversiones con la Unión Europea.

El significativo incremento de la inversión extranjera y el compromiso de que habrá una liberalización del tan cerrado régimen de inversión de China darían impulso al crecimiento. También ayudaría a neutralizar la creciente ola de proteccionismo en Occidente que está amenazando con impedir algunas de los mayores adquisiciones de compañías extranjeras por parte de China.

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