Crece el número de políticos venezolanos que buscan refugio en el extranjero

Después de un mes escondido y un viaje clandestino de tres días por la selva, el político venezolano David Smolansky logró llegar a Nueva York la semana pasada. Es un exiliado más del opresivo régimen del presidente Nicolás Maduro.

"Tuve que pasar 30 controles camineros para salir", contó Smolanksy refiriéndose a su épica fuga por la Cuenca del Orinoco, atravesando el sur de Venezuela y cruzando la frontera con Brasil. "Me tuve que disfrazar. Me corté el cabello, me afeité la barba y usaba gorra".

En Venezuela era el alcalde de El Hatillo, un municipio pudiente de Caracas. Pero en agosto la Corte Suprema tomada por el gobierno lo condenó a 15 meses de prisión en audiencias sumarias que según Human Rights Watch "carecieron de un debido proceso y garantías". El supuesto delito de Smolansky fue no evitar las barricadas y protestas en su municipio. Fue una manera velada de decir que permitió manifestaciones callejeras anti gobierno. "Venezuela está pasando de ser un estado autoritario a uno totalitario", afirmó el ex alcalde, que se veía aturdido y desorientado entre los rascacielos de Nueva York. "No tengo idea dónde me voy a instalar. El exilio no es fácil".

Smolansky no es el único. Como parte de las represalias de Maduro, otros 11 alcaldes fueron removidos de sus puestos acusados de delitos inventados. Cinco ya están en prisión, mientras que siete están escapando o exiliados.

Los magistrados también se mantienen en la clandestinidad. En julio, justo antes de que el parlamento controlado por la oposición fuera usurpado por una "asamblea constituyente", designó 33 jueces independientes para la Corte Suprema. Maduro prometió arrestarlos "uno por uno". En pocos días, la policía secreta había levando al primero, Ángel Zerpa.

Los demás están escondidos. Siete aparecieron en Colombia el mes pasado y pidieron asilo. Otros seis están refugiados en la residencia del embajador chileno en Caracas. Los chilenos les ofrecieron asilo pero el gobierno venezolano no les permite irse.

Es lo que hacían los antiguos dictadores latinoamericanos. "La persecución judicial se usa como arma para silenciar a los disidentes", señaló Luisa Ortega, ex procuradora general que formaba parte del gobierno pero fue destituida en agosto por romper con Maduro. Ella también está huyendo.

Aunque tardó, la comunidad internacional empezó a responder. Las naciones grandes de Latinoamérica como Brasil y México, que históricamente se muestran reacias a criticar a sus vecinos, han tomado juntos una postura firme. EE.UU. sancionó a los funcionarios sospechados de abusos y afirmó que está listo para ejercer mayor presión. Europa aseguró que hará lo mismo a menos que Caracas tome medidas para restablecer el orden constitucional en Venezuela.

"La comunidad internacional finalmente se está despertando", dijo Tamara Taraciuk, una investigadora de HRW especializada en la situación venezolana.

Si bien está aislado, el gobierno de Maduro sobrevivió a las protestas de este año, lo que dejó a la oposición a la defensiva. La economía está hundida en una recesión, pero a la "asamblea constituyente" se la ve firme actuando como parlamento títere.

"Es difícil estar lejos de tu país y ver cómo el mundo sigue girando aunque tu país sufre", reflexionó Smolansky.

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