Boris Johnson perdió, pero la cuenta regresiva del Brexit continúa

Pese a las enormes implicancias constitucionales del fallo de la Corte Suprema británica, que declaró ilegal la suspensión del parlamento, el impacto político inmediato quizás sea menos sísmico.

Si uno se dejara llevar por los gritos de alegría que resonaban desde la conferencia laborista tras el fallo de la Corte Suprema británica -que declara ilegal la suspensión del parlamento solicitada por Boris Johnson-, podría imaginar al primer ministro a punto de marchar hacia la Torre de Londres.

A largo plazo, se trata de un veredicto monumental con inmensas consecuencias para la constitución británica y para los poderes del ejecutivo. Es una poderosa reprimenda al gobierno y un bienvenido control sobre cualquier intento futuro de ignorar al parlamento. También es un momento humillante para el menos humilde de los líderes. De hecho, se supo que Johnson le mintió al país sobre el motivo para suspender el parlamento, después de que no haber hecho gran esfuerzo por ofrecer otra explicación sobre sus acciones.

Pese a las enormes implicancias constitucionales, el impacto político inmediato quizás sea menos sísmico. Las consecuencias a corto plazo para el Brexit en particular pueden ser más limitadas.

La legislación que impide al primer ministro salir de la UE sin un acuerdo ya se abrió camino en el parlamento. Los miembros del parlamento bien pueden encontrar nuevas maneras de torturar al primer ministro con preguntas urgentes y más mociones para que se revelen comunicaciones privadas.

Johnson también quizás tenga que enfrentar preguntas incómodas sobre sus lazos con el entrepreneur tecnológico Jennifer Arcuri, un amigo cuyos negocios recibieron fondos gubernamentales. La legislación que quedó archivada debido a la suspensión del parlamento ahora debe ser recuperada. También surgen dudas sobre quién se hace cargo de los costos vinculados a esta acción ilegal.

El parlamento reabrirá hoy y la reputación de Johnson acaba de sufrir un serio golpe. El impacto es difícil de medir pero éste es el tipo de derrota que notan hasta los votantes más indiferentes. Su partido todavía tiene un motivo para poner en duda la astucia de los asistentes de Downing Street que propusieron la idea de suspender el parlamento. Ahora es una broma que fracasó en todos los sentidos. No logró detener la legislación que bloquea la salida de la UE sin acuerdo. Al forzar preventivamente el tema, la iniciativa también condujo a la exclusión de 21 legisladores Tories. No garantizó una elección anticipada y ahora es declarada ilegal. Esta gambeta política terminó en un absoluto desastre.

Algunos tories quizás aprovechan el fallo para pedir la renuncia de algunos de los involucrados con la iniciativa, especialmente Dominic Cummings, el estratega jefe de Johnson, y Nikki da Costa, su asesor en asuntos constitucionales. En tiempos de normalidad, sus posiciones correrían peligro pero éstos no lo son, y en definitiva Johnson es el dueño de esta acción ilegal. En cualquier caso, en épocas normales su cargo podría estar mayormente riesgo.

Johnson fue humillado por los tribunales, pero mantiene su discurso sobre el enfrentamiento entre el pueblo y las élites. Quienes le creen no van a cambiar por este fallo; los que no, ya se habían decidido. Johnson también antes trató de forzar una elección y la oposición se lo negó. A menos que el partido Laborista ahora esté preparado para respaldar un voto de no confianza, todos los pedidos para que Johnson renuncie parecerán bastante artificiales.

El primer ministro no recibirá de buena gana el regreso del parlamento donde tuvo seis derrotas en seis votaciones. El impacto de este fallo dependerá de cómo el parlamento utilice el tiempo adicional que ahora le brinda el reciente veredicto. Pero la cuenta regresiva hasta la fecha límite del 31 octubre para el Brexit no se detiene.

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