Aplicar un impuesto a la riqueza debería ser un último recurso
El aumento de la desigualdad de la riqueza requiere una respuesta política. La sensación entre los más desfavorecidos de que sus ingresos están estancados, mientras que los súper ricos se enriquecen cada vez más, está alimentando la ira y las protestas populistas.
Sin embargo, las propuestas de Elizabeth Warren, candidata presidencial del partido demócrata de Estados Unidos, de fijar un impuesto sobre la riqueza deberían dejarse como último recurso. Una medida tan ambiciosa corre el riesgo de fracasar. En primer lugar, las autoridades que formulan las políticas deberían reformar el régimen existente.
Contrariamente a los comentarios de los políticos de ultraizquierda a ambos lados del Atlántico, los multimillonarios deberían existir. Aquellos que tienen ideas valiosas, asumen riesgos y construyen empresas exitosas tienen derecho a los frutos de su trabajo. Pero su fortuna no se debe sólo a sus propios talentos: los mercados más grandes, gracias a Internet y a la globalización, y el aumento del valor de los activos financieros debido a la caída de las tasas de interés, han incrementado la riqueza.
Un principio clave de todo régimen tributario es que las personas con los hombros más anchos deben soportar la carga más pesada. Los ricos son los más capaces de financiar los servicios públicos. Sin embargo, muchos de los súper ricos pagan impuestos marginales más bajos que los más pobres. Los actuales impuestos norteamericanos que gravan los ingresos de capital son más bajos que los que pagan los trabajadores. Warren Buffett, el inversor y tercer hombre más rico de EE.UU., contó que pagaba un impuesto menor que su secretaria debido a que depende de las ganancias de capital y no del trabajo asalariado.
Según las propuestas de Warren, a quienes tengan un patrimonio superior a un cierto monto -sumando el valor total de la vivienda, los activos financieros, y demás- se los gravaría con un porcentaje de su riqueza cada año. Las propuestas tienen por objeto hacer más progresivo el sistema fiscal de los Estados Unidos. Warren dice que el dinero recaudado sería suficiente para financiar servicios públicos más generosos.
Los defensores del impuesto a la riqueza sostienen que podría recompensar el espíritu emprendedor si reemplazara otros gravámenes
Sin embargo, esas ideas no son de ninguna manera la única forma de recaudar ingresos o de hacer que los impuestos sean progresivos. El gobierno federal podría eliminar excepciones del sistema impositivo -como la de los intereses devengados- o ajustar los impuestos actuales que recaen sobre las ganancias de capital y los dividendos para que estén mejor dirigidos hacia los súper ricos. Al promover una mayor competencia en la economía estadounidense, se podría evitar que los empresarios exitosos adquieran rápido posiciones dominantes lucrativas.
Los defensores del impuesto a la riqueza sostienen que podría recompensar el espíritu emprendedor si reemplazara otros gravámenes. Según el régimen actual, los entrepreneurs se enfrentan al impuesto sobre las ganancias de capital y a las sociedades, mientras que el heredero paga menos por los bienes raíces y los bonos. Fijar impuestos a la riqueza en lugar de a las ganancias podría desalentar la búsqueda de rentas y alentar la creación de nuevas empresas.
Muchos países europeos han probado con el impuesto a la riqueza, pero lo han abandonado. Mientras que en 1990 había 12 medidas de este tipo, en 2017 eran sólo cuatro. Los súper ricos podían sacar la riqueza del país u ocultarla. El aumento de los precios de la vivienda debilitó el apoyo de la gente, ya que los simplemente ricos se vieron obligados a pagarlo.
En última instancia, las propuestas son una advertencia para los multimillonarios. Es poco probable que el Congreso apruebe un impuesto a la riqueza, sea quien sea el presidente. Incluso puede ser inconstitucional. Cualquier presidente de EE.UU. tiene otras formas de asegurar que los más ricos paguen lo justo.