Cuando sus mellizos estaban a punto de empezar la escuela secundaria, Brian Petro, propietario de Bright Productions, una firma californiana de desarrollo web, enfrentó un dilema: cómo pagarles la educación sin hundir las finanzas de la familia. ¿Cuál fue su solución? Hacer trueque.


A un mes de iniciadas las clases, a sus hijos les está yendo bien. Y el colegio está contento. A cambio de las cuotas que cobra el establecimiento, Petro le está rediseñando el sitio web y le consiguió materiales de arte por u$s 1.000 que él obtuvo por sus servicios en una tienda local. El trueque nos permite salir de vacaciones, mantener mejor nuestros autos y educar a nuestros hijos en una escuela privada, contó.


Petro no es el único entusiasmado con el sistema. Las empresas siempre han intercambiado productos o servicios, con frecuencia para superar problemas de liquidez o evitar restricciones cambiarias. Pero según la Asociación Internacional de Comercio Recíproco (IRTA, por sus siglas en inglés), la recesión alentó a más compañías a compensar los efectos de la caída de la actividad y del menor acceso al crédito, haciendo uso de su exceso de capacidad.


Por razones impositivas, ambos compradores y vendedores deben fijar un valor de mercado a lo que compran o venden, como si fuera una transacción tradicional.


Los trueques más simples son canjes directos: un contador recibe una impresora a cambio de sus servicios de auditoría.


Lo que se observa es que son más los trueques en los que intervienen firmas intermediarias. Cuando se trata de empresas chicas, el intercambio generalmente se canaliza a través de compañías que emplean un sistema casi 100% basado en créditos comerciales.


La firma intermediaria, notifica a sus miembros que hay disponibles, por ejemplo, habitaciones de hotel o mercadería sobrante. En general, dicha compañía cobra a compradores y vendedores una comisión de entre 5% y 6% del monto de la transacción.


La recesión impulsó el trueque en varios países, informó al IRTA, entre ellos Estados Unidos, partes de Asia, Gran Bretaña, Holanda, Francia y los castigados España, Italia y Portugal.


Las compañías de trueques corporativos, que se especializan en ayudar a las grandes empresas a vender mercadería en stock, también han crecido.


El cliente normalmente canjea artículos que se venden poco por créditos comerciales que le emite la compañía de trueques, la cual compra mercaderías y servicios, como espacio en medios o viajes.


El trueque claramente es práctico para encontrar comprador para inventarios con poco movimiento. Sin embargo, David Hillier, profesor de finanzas en la Escuela de Negocios Strathclyde, compara el trueque con una transfusión de sangre que ayuda a mantener viva la compañía hasta que se recompone e insiste con los tradicionales pagos en dinero. El trueque es una economía de última instancia, no a la que se debería apuntar.


¿Por qué recurrir al trueque y no a los descuentos directos? Una ventaja es que al aceptar créditos comerciales, las compañías pueden obtener ingresos adicionales de parte de los consumidores que cuidan el bolsillo y, al mismo tiempo, cobran el precio de lista a los demás clientes. Andrew Taylor, dueño del restaurante Thai Rack, ubicado en Gerrards Cross, cerca de Londres, pertenece a Bartercard, una firma de trueques con sede central en Australia.


Sirviendo comida a cambio de créditos comerciales, los cuales Taylor canjeó por vacaciones y un auto, lo ayuda a tener las mesas llenas las noches de poco movimiento, lo que da la impresión de que el restaurante está siempre completo.


Para evitar que sean demasiados los clientes con vales de compra, las compañías pueden imponer restricciones. Taylor no acepta créditos de trueques los viernes y sábados.
Otros sectores donde el trueque discretamente ayuda a mover más rápido el stock incluyen el automotriz y los bienes de consumo masivo.