¿Por qué ganó Liz Truss? La respuesta a esa pregunta es, en parte, 'bueno, ¿cuándo empezó la elección por el liderazgo?'. Truss bromeó en su discurso de victoria diciendo que el partido había organizado la entrevista de trabajo más larga de la historia, pero la realidad es que lleva mucho más tiempo postulándose para el liderazgo tory [conservador], que las ocho semanas de esta campaña.

Tras las elecciones generales de 2017, una debilitada Theresa May no pudo correr a Truss del gabinete, pero sí degradarla a la función de secretaria jefe del Tesoro. Truss, que en privado es una euroescéptica pero apoyó el 'Remain' [que el ReinoUnido permaneciera dentro de la Unión Europea] por lealtad a David Cameron, concluyó dos cosas de la reñida carrera entre May y Jeremy Corbyn [laborista].

La primera es que, a la hora de la verdad, el país siempre se abstendría de elegir a un político del estilo de Corbyn. Pero la segunda fue que los votantes respondían a ideólogos dispuestos a ofrecer un gran argumento político, mejor de lo que se creía en la sabiduría política convencional.

Utilizó el puesto de secretaria jefe para establecer y difundir su reputación entre los expertos y los parlamentarios conservadores como una derechista desvergonzada. Tomó el control personal de sus cuentas en redes sociales y rehízo conscientemente su propia imagen.

Eso implicó que su respaldo -fue la primera ministra del gabinete que apoyó a Boris Johnson en 2019- fuera muy apreciado en la anterior contienda por el liderazgo. Su recompensa, el papel de secretaria de Comercio Internacional, significó que pudo tanto ofrecer lo que los miembros conservadores, fuertemente pro-Brexit, vieron como una buena noticia sin paliativos, pero también mantenerse alejada de las controversias domésticas de la era de Boris Johnson.

Surgió como la candidata de la derecha porque Rishi Sunak, en muchos aspectos un derechista impecable, se había hecho inaceptable para ese ala del partido gracias a sus planes para subir impuestos, y a lo que muchos diputados percibieron como su manejo descuidado de sus propios asuntos fiscales.

La gran ventaja de Truss es que sabe lo que piensa, tiene un sentido claro y seguro de lo que quiere hacer, y ha demostrado sistemáticamente que es capaz de jugar el juego de la política conservadora tan bien como casi cualquiera.

Su mayor problema externo es el tamaño y la escala de las crisis a las que se enfrenta el Reino Unido, que podrían doblegar a cualquier primer ministro. (Como le dijo un veterano conservador a George Parker: "Nunca vi una bandeja de entrada como ésta para un primer ministro que recién empieza. Tiene todo menos el Armagedón").

También tiene un gran problema interno. Su éxito al convertirse en la candidata de último recurso para la derecha de su partido significa que tiene que encontrarle espacio a una serie de políticos cuyo historial administrativo está, en el mejor de los casos, sin probar, como Suella Braverman y Jacob Rees-Mogg.

Aunque la mayoría del Gobierno es grande en comparación con las pequeñas o inexistentes con las que tuvieron que lidiar Cameron y May, no es tan amplia en términos históricos: es más o menos la misma que tuvo Tony Blair en su tercer mandato, cuando tuvo que dar marcha atrás con su iniciativa de los 90 días de detención [un proyecto de ley para encarcelar preventivamente hasta tres meses a personas sospechadas de ser terroristas] y en algunos aspectos de su programa de reforma del sector público.

No ayuda el hecho de que las encuestas hayan sobrestimado su ventaja. Que haya comentaristas que describan la victoria de 57% a 43%, un resultado bastante rotundo, como una "buena carrera" para el derrotado Sunak es una locura. Pero también refleja la sensación entre algunos de sus partidarios de que se les debe algo porque su candidato perdió por "sólo" 14 puntos.

En su discurso de victoria, Truss dijo que se había presentado como una verdadera conservadora y que gobernaría también como tal. Ahora bien, algunas de las crisis a las que se enfrenta el Reino Unido probablemente tengan respuestas auténticamente "conservadoras", pero no todas. Habiendo demostrado su capacidad, durante la larga campaña, para interpelar a un público determinado, el éxito va a depender de su capacidad para lograr que la izquierda del partido la acompañe cuando sea una conservadora radical, y para evitar ser derribada por la derecha cuando se incline hacia la izquierda por conveniencia.

Estoy en el equipo de 'no subestimen a Liz Truss: es más inteligente y más obstinada de lo que creen'. Pero también estoy en el equipo de 'no subestimen la gravedad de la crisis a la que se enfrenta el Reino Unido'. Podría quebrar a casi cualquier primer ministro y puede que a ella también.