Solo, paranoico y mal informado: cómo Putin decidió invadir Ucrania
El mandatario tomó la decisión tras consultar a un reducido círculo de asesores. Desde entonces Putin se ha quedado aislado en el mundo.
Alrededor de la una de la madrugada del 24 de febrero del año pasado, Sergei Lavrov, ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, recibió una llamada inquietante. Tras pasar meses formando a más de 100.000 soldados en la frontera con Ucrania, Vladimir Putin había dado luz verde a la invasión.
La decisión tomó a Lavrov completamente de sorpresa. Pocos días antes, en una tensa sesión transmitida por televisión, el presidente ruso había preguntado a su Consejo de Seguridad su opinión sobre el reconocimiento de dos estados separatistas en el Donbás, una región industrial fronteriza de Ucrania, aunque sin informar de sus verdaderas intenciones.
Mantener a Lavrov en un segundo plano era algo habitual para Putin, que solía consultar sus decisiones de política exterior con un pequeño grupo de confidentes cercanos, a pesar de que esto supusiera un deterioro de la tarea diplomática de Rusia.
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En esta ocasión, la llamada telefónica permitió que Lavrov fuera de los pocos en conocer el plan con antelación. Todos los altos cargos del Kremlin se enteraron de la invasión cuando esa misma mañana Putin anunció por televisión el comienzo de una "operación militar especial".
Ese mismo día, un numeroso grupo de oligarcas acudió al Kremlin para una reunión organizada el día anterior. Todos eran conscientes de que la invasión desencadenaría sanciones occidentales que supondrían una amenaza a su fortuna. "Estaban todos completamente enloquecidos", recuerda una persona que asistió a la reunión.
Mientras esperaban, uno de los oligarcas vio a Lavrov saliendo de otra reunión y le pidió para que explicara por qué Putin había decidido invadir. Lavrov no supo responder.
Atónito, el oligarca preguntó a Lavrov cómo era posible que Putin hubiera planeado una invasión de esa magnitud con un círculo de asesores tan reducido, tanto que la mayoría de los altos funcionarios del Kremlin, el gabinete económico del país y su élite empresarial ni siquiera lo habían imaginado.
Según el plan de invasión de Putin, las tropas rusas se harían con el control de Kiev en cuestión de días en una brillante operación relámpago.
Contrariamente a sus planes, el ejército ruso se ha metido en un atolladero de proporciones históricas. Un año después, Estados Unidos y el Reino Unido estiman que los muertos y heridos de las tropas rusas ascenderían a más de 200.000. Además, el ejército ruso ha agotado sus reservas de tanques, artillería y misiles de crucero; y ha aislado al país de los mercados financieros mundiales y de las cadenas de suministro occidentales.
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Los combates en Ucrania tampoco han acercado a Putin a sus objetivos vagamente definidos de "desmilitarizar" y "desnazificar" Kiev. Aunque Rusia controla ahora el 17% del territorio ucraniano reconocido internacionalmente, ha abandonado la mitad del territorio que invadió en las primeras semanas de la guerra. De hecho, protagonizó una humillante retirada de Jersón, la única capital provincial bajo su control, pocas semanas después de que Putin intentara anexarla.
Pero a medida que la guerra avanza sin un desenlace a la vista, Putin no ha dado ninguna indicación de que tenga intención de dar marcha atrás en su ofensiva.
En su discurso ante la Asamblea Federal del martes, Putin insistió en que la guerra era "sobre la existencia misma de nuestro país" y se justificó asegurando que Occidente lo había obligado a invadir Ucrania. "Ellos son los que empezaron la guerra. Estamos usando la fuerza para detenerla", afirmó.
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Incluso a pesar del enorme costo de la invasión para Rusia, Putin está más decidido que nunca a seguir adelante con sus planes.
"La idea nunca fue que murieran cientos de miles de personas. Todo ha salido terriblemente mal", reconoce un exalto funcionario ruso. Putin ha llegado a reconocer en privado que "'resulta que no estábamos preparados. El ejército es un desastre. Nuestra industria es un desastre. Pero es bueno que nos hayamos enterado así, y no cuando nos invada la OTAN'", añadió.
Financial Times ha hablado con seis viejos confidentes de Putin, así como con personas implicadas en la ofensiva de Rusia y con altos cargos de Occidente y Ucrania, para este relato de cómo Putin cometió un grave error con la invasión. Todos ellos hablaron bajo la condición de anonimato.
Las personas que conocen a Putin describen a un líder que se ha aislado aún más desde el comienzo de la guerra. "Stalin era un villano, pero un buen gestor: no se le podía mentir. Pero a Putin nadie puede decirle la verdad", asegura uno de ellos. "La gente que no confía en nadie empieza a confiar en un número muy reducido de personas que les mienten".
La obsesión por Ucrania
Esta no es la primera vez que Putin oculta sus planes de invasión a los asesores más cercanos. Cuando Rusia anexó Crimea en 2014, no informó a su propio Consejo de Seguridad, sino que planeó la operación con su ministro de Defensa, Sergei Shoigu, y tres altos funcionarios de seguridad durante toda la noche hasta las 7 de la mañana.
Dado que Occidente, temeroso de escalar las tensiones hasta un punto de no retorno y poner en peligro las relaciones económicas de Europa con Rusia, respondió sólo con un pequeño llamado de atención, Putin se convenció de haber tomado la decisión correcta, según varias personas que conocen al presidente.
"Está en su sano juicio. Razona. No está loco, pero nadie puede ser un experto en todo. Tienen que ser honestos con él y no lo son", reconoce otro viejo confidente de Putin.
En los años posteriores a la anexión, el círculo íntimo de Putin comenzó a reducirse aún más a medida que el presidente comenzó a ver más amenazas de Occidente a la seguridad de Rusia. Su aislamiento se agravó cuando comenzó la pandemia en 2020: por temor a que pudieran contagiar a Putin, incluso los altos funcionarios se vieron obligados a pasar semanas en cuarentena antes de mantener una audiencia personal con el presidente.
En el pico de la pandemia, Putin se alejó de sus confidentes y pasó los primeros meses en su residencia de Valdai, en la compañía de Yuri Kovalchuk -amigo, banquero y magnate de los medios de comunicación que, según EE.UU., gestiona las finanzas personales de Putin-, que lo instó a pensar en su misión histórica de recuperar la grandeza de Rusia, como hizo en su momento Pedro el Grande.
"Se cree de verdad todo lo que dice sobre la sacralidad y Pedro el Grande. Piensa que será recordado como Pedro", afirma un exalto cargo.
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Putin empezó a obsesionarse cada vez más con Ucrania a medida que se deterioraban sus relaciones con su joven y enérgico presidente, Volodímir Zelensky.
Una de las primeras medidas de Zelensky fue frenar la influencia de Viktor Medvedchuk, amigo íntimo de Putin y líder del mayor partido de la oposición en el Parlamento. Mientras que el expresidente Petro Poroshenko había utilizado a Medvedchuk como intermediario con Moscú, el equipo de Zelensky buscó otros intermediarios, convencido de que su influencia sobre Putin había empezado a deteriorarse.
Cuando Putin empezó a elaborar planes para una posible invasión, Medvedchuk insistió en que los ucranianos recibirían a las fuerzas rusas con los brazos abiertos.
Una parte del plan implicaba a Víktor Yanukóvich, expresidente que se encuentra en el exilio ruso desde la anexión de Crimea en 2014. Este debía emitir un video en el que otorgara legitimidad a Medvedchuk y lo ungiera para gobernar Ucrania con el respaldo de Rusia.
La visión era totalmente contraria a la realidad política de Ucrania, donde la minoría pro-rusa que representaba Medvedchuk era ampliamente superada en número por quienes lo despreciaban por sus vínculos con Moscú. Pero resultó atractiva para Putin.
Su evaluación fue respaldada por el Servicio Federal de Seguridad, o FSB, sucesor del KGB, que le dijo a Putin que la victoria estaba asegurada -y pagó generosos sobornos a funcionarios en Ucrania con la esperanza de que esto garantizara el éxito de la operación.
El presidente ruso tiene una verdadera obsesión por el secretismo y sus subordinados le dicen lo que quiere oír.
Voces discrepantes en el SVR, la agencia rusa de inteligencia exterior, y en el Estado Mayor ruso intentaron sembrar dudas. En la reunión del Consejo de Seguridad celebrada tres días antes de la invasión, incluso Nikolai Patrushev, secretario del Consejo de Seguridad y aliado más antiguo y belicista de Putin, sugirió intentar primero la vía diplomática.
"Sabía en qué condiciones se encontraba el ejército y así se lo hizo saber a Putin", recuerda una persona cercana al Kremlin.
Pero al igual que en 2014, Putin desautorizó las voces discrepantes, insistiendo en que estaba mejor informado.
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"Putin tiene un exceso de confianza. Cree que sabe más que sus asesores igual que Hitler sabía más que sus generales", sostiene un exalto funcionario estadounidense.
La invasión empezó a desmoronarse casi inmediatamente después de que Putin la iniciara. Valery Gerasimov, jefe del Estado Mayor, había trazado un plan para controlar el aeródromo de Hostomel, a las afueras de Kiev, dando a los escuadrones de paracaidistas de élite rusos una plataforma desde la que atacar la sede del gobierno de Zelensky.
Las predicciones anteriores a la invasión que apuntaban a que el ejército ucraniano se derrumbaría se basaron en la suposición de que la fuerza aérea rusa se haría rápidamente con el control del espacio aéreo ucraniano.
En lugar de ello, ante el caos generalizado en los primeros días de la invasión, el ejército ruso derribó varios de sus propios aviones. Como resultado, se quedó sin pilotos con experiencia en operaciones de combate con fuerzas terrestres que también estuvieran preparados para volar, explican dos funcionarios occidentales y un funcionario ucraniano.
El brillante plan había resultado un fracaso.
"Rusia cometió un grave error. Al principio, Gerasimov no quería entrar por todos los flancos como lo hizo, pero el FSB y todos los demás lo convencieron de que todo el mundo estaba esperando a que apareciera y no habría resistencia", asegura Vadym Skibitsky, jefe adjunto de la inteligencia militar ucraniana.
Una guerra única en la historia del mundo
Cuando las consecuencias de su invasión se hicieron evidentes, Putin buscó un chivo expiatorio al que responsabilizar de los errores de inteligencia que la sustentaron. Esa persona era Sergei Beseda, jefe de la quinta sección del FSB, responsable de las operaciones en el extranjero y que había sentado las bases de la invasión pagando a colaboradores ucranianos, según dos funcionarios occidentales.
Al principio, Beseda fue puesto bajo arresto domiciliario, recuerdan. Pero reapareció y, parafraseando a Mark Twain, dijo: "saben, los rumores sobre mi desaparición son infundados", según el exfuncionario estadounidense.
La reincorporación de Beseda demostró lo que los asesores consideran algunas de las mayores debilidades de Putin. Según personas que lo conocen, el presidente ruso valora más la lealtad que la competencia, tiene una verdadera obsesión por el secretismo y sus subordinados le dicen lo que quiere oír.
"Está en su sano juicio. Razona. No está loco, pero nadie puede ser un experto en todo. Tienen que ser honestos con él y no lo son", reconoce otro viejo confidente de Putin.
Para muchos miembros de la élite, las mentiras son una táctica de supervivencia: la mayor parte de la administración presidencial y del gabinete económico de Putin han reconocido en su círculo más íntimo su oposición a la guerra, pero se sienten impotentes porque no pueden hacer nada al respecto. "Es realmente una guerra única en la historia mundial, en la que toda la élite está en contra", afirma un exalto funcionario.
A medida que la guerra se complica, Putin empieza a darse cuenta de la magnitud del error de cálculo cometido por Rusia, lo que lo lleva a buscar más información en los niveles inferiores, explican personas que lo conocen. Un grupo de blogueros ultranacionalistas críticos con el estamento militar ha mantenido al menos dos reuniones a puerta cerrada con Putin desde el verano pasado; algunos fueron invitados de honor en la ceremonia de anexión de las cuatro provincias ucranianas en septiembre.
La lucha existencial continúa
Las declaraciones ante la Asamblea Federal subrayaron hasta qué punto la lucha se ha vuelto una cuestión existencial para Putin, mientras la amenaza de un Occidente hostil lo consume. Putin dedicó relativamente poco tiempo a hablar de Ucrania y centró su ira en EE.UU., al que acusó de intentar "destruir" Rusia y de utilizar a "traidores a la patria" para debilitarla.
En el discurso recuperó la amenaza nuclear, advirtiendo veladamente de que "utilizaría todos los medios a su alcance" para defender las conquistas rusas y sugirió que Rusia podría llevar a cabo un primer ataque nuclear.
Esas amenazas preocuparon lo suficiente a los países occidentales como para que EE.UU., Reino Unido y Francia, las tres potencias nucleares de la OTAN, enviaran un mensaje conjunto a Rusia prometiendo tomar represalias con armas convencionales si Putin decidía utilizar armas nucleares en Ucrania, según los exfuncionarios estadounidenses y rusos.
Según dos personas cercanas al Kremlin, Putin ya ha barajado la posibilidad de utilizar un arma nuclear en Ucrania y ha llegado a la conclusión de que incluso un ataque limitado no beneficiaría en nada a Rusia.
En su lugar, anunció que Rusia suspendería su participación en New Start, el último tratado de armas que queda con EE.UU. y que controla los arsenales nucleares de ambos países. La suspensión fue el paso más concreto que ha dado Putin en la escalada desde que comenzó la guerra.
Esta vez, sin embargo, Putin no hizo amenazas concretas de utilizar armas nucleares, lo que los analistas interpretaron como una señal de que había empezado a darse cuenta de las limitaciones de Rusia.
"Putin tiene un exceso de confianza. Cree que sabe más que sus asesores igual que Hitler sabía más que sus generales", sostiene un exalto funcionario estadounidense.
El cálculo de Putin, sostienen personas cercanas al Kremlin, es que Rusia está más comprometida con la guerra que Occidente con Ucrania, y es lo suficientemente resistente como para soportar las consecuencias de las sanciones para su economía. Altos cargos republicanos estadounidenses se preguntan abiertamente cuánto tiempo puede su país seguir apoyando a Ucrania. Ahora, el partido tiene una posibilidad realista de volver a la Casa Blanca en 2024.
Al aumentar el apoyo militar a Ucrania, los funcionarios occidentales son conscientes de que todo lo que no sea una derrota aplastante de Rusia sería no cortar el problema de raíz.
"Tenemos que preguntarnos: ¿Cómo queremos que termine esto? ¿Queremos llegar a una situación en la que Putin sobreviva?", dijo un canciller europeo. "Sería algo así como la tregua entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial".
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En cuanto a la actitud de Putin, en lugar de insistir en que la mayoría de los rusos no se ven afectados por la guerra, como hizo el Kremlin en sus primeros meses, ahora ha adoptado una retórica de movilización, instando a toda la sociedad a defender la invasión.
En referencia al acto patriótico al que el Kremlin convocó el miércoles, medios independientes rusos informaron que decenas de miles de empleados estatales y estudiantes recibieron pequeñas sumas o fueron obligados a asistir. El hecho de que el Kremlin pensara que podría no llenar un estadio sugiere que los funcionarios saben lo difícil que será movilizar a la sociedad para que cierre filas en torno a la guerra.
"El presidente ruso es consciente de que la guerra será un proceso largo y costoso", afirma el exfuncionario estadounidense. "Piensa que tiene tiempo -tiene 70 años- y los recursos, el dinero del petróleo y el gas para conseguirlo. Y cree que será recordado por conquistar las tierras rusas como hizo Pedro el Grande", añade.
"Pensar en una alternativa, puede ser demasiado difícil para Putin" reconoce un exalto funcionario del Kremlin.
"Da miedo pensar qué ocurrirá si esto termina en una derrota desastrosa para Rusia", admite el exfuncionario. "Eso significaría aceptar que se cometieron errores catastróficos y que el responsable tiene que pagar un alto precio, ya sea con una bala, cianuro o por cualquier otro medio", concluye.
Raul Nieto
No fue mal informado solo que como todo líder autócrata y asesino solo escucha su voz