

Dos años después de un famoso discurso dirigido al mundo musulmán, el presidente de Estados Unidos Barack Obama otra vez busca reforzar la imagen de su país en Medio Oriente y consolidar su rol en una región que desde entonces ha sufrido transformaciones.
En el mensaje que pronunciará hoy, Obama fijará el tono de la política norteamericana para Siria, Israel y los palestinos, y para el mundo árabe en general.
Se espera que ofrezca detalles sobre planes de ayuda para los nuevos gobiernos de Egipto y Tunez, que intensifique la presión sobre Siria, cuyo presidente Bashar al-Assad, fue objeto de nuevas sanciones por parte de Estados Unidos; y que refuerce el respaldo del país a los movimientos de protesta que actúan en la región.
Refiriéndose al operativo que mató a Osama bin Laden, un alto funcionario de la administración Obama comentó: Lo que queremos hacer es redefinir esto no sólo como un enorme éxito operativo sino realmente como un momento fundamental. Y agregó: Ahora tenemos una oportunidad donde los pueblos del mundo árabe e islámico se están concentrando en realizar sus propias aspiraciones en forma positiva, los que se corresponde con nuestra visión.
Pero inmediatamente después de su tan celebrado discurso de junio de 2009 en el Cairo, que generó expectativas de un avance que nunca llegó a Israel y a los palestinos, Obama tiene poca capacidad de maniobra para ocuparse de la opinión pública de la región que está lejos de ser amigable.
Un sondeo de Pew Research indica que solamente 20% o menos de las personas consultadas están a favor de que Estados Unidos tenga injerencia en Jordania, Turquía, Egipto y los territorios palestinos, casi los mismos niveles del año pasado y en varios casos significativamente menos que en 2009.
Esos resultados son todos más importantes desde que las protestas en el mundo árabe invistieron de poder a la opinión pública en gran parte de la región y como nunca antes había sucedido. Los funcionarios de Estados Unidos reconocen, por ejemplo, que la primavera árabe complicó los planes para mantener las tropas norteamericanas en Irak más allá de este año.
Un desafío para el presidente es dar forma a las disparatadas respuestas de Estados Unidos dentro de una política más coherente en un momento en que el país está involucrado en una operación militar en Libia para proteger civiles, pero que mantuvo a su embajador en Damasco, pese a que Washington sostiene que allí fueron asesinadas casi mil personas.
Los funcionarios señalan que Obama se reservará cualquier presión sobre el conflicto árabe-israelí hasta septiembre, cuando la ONU votará sobre el reconocimiento del estado palestino y que, en cambio, se centrará en intensificar las represalias contra Siria.
Mientras gran parte del departamento de Estado presionaba para que el mandatario norteamericano fijara parámetros para un acuerdo entre Israel y los palestinos, la Casa Blanca se resistió.
La verdadera preocupación en la administración es no tener nada cuando los palestinos traten de lanzar su iniciativa de adquirir la condición de Estado, que es la principal razón para no actuar ahora, comentó Aaron David Miller, ex alto diplomático estadounidense.