

En un fuerte tono el alto oficial de la policía pidió a los egipcios que salgan a las calles y resistan a los islamistas, reclamó sacrificio e insultó a los seguidores de Mohamed Mursi, el presidente islamista.
El pueblo no debería temer, gritó el general Mohamed Kamal. No importa si morimos. El país está en llamas. Perdermos nuestro país.
La policía egipcia, durante décadas acostumbrada a perseguir a los islamistas y encarcelarlos, es un elemento del denominado estado profundo leal al régimen anterior que, según Mursi y su grupo Hermanos Musulmanes, han debilitado al primer presidente electo e intentado provocar su caída.
El Poder Judicial, la burocracia, los servicios de inteligencia y los militares son otros pilares de este edificio, que Mursi no logró controlar durante su año en el poder. La semana pasada, se le pusieron en contra como empujón final para derrocarlo.
Alejados del poder durante décadas, el presidente y su grupo enfrentaron fuerte resistencia de un establishment que siguió considerándolos ajenos.
Pero los analistas también señalan que Mursi no inculcó confianza extralimitándose, iniciando batallas en demasiados frentes y buscando monopolizar el poder. Señalan que la resistencia del estado profundo no es el único motivo del aprieto que sufre el presidente sino que también sus enemigos dentro de sus instituciones pudieron acceder al resentimiento que surgió en contra de su gobierno.
Sin embargo, para Mursi, la rebelión de esta semana fue fomentada por el estado profundo y pagada por los remanentes corruptos del régimen derrocado de Hosni Mubarak usando el dinero que le robaron al pueblo.
Se niega a reconocer que los millones de egipcios que salieron a las calles a pedir su renuncia quizás estén genuinamente enojados por un liderazgo que muchos consideran incompetente y que genera divisiones. Algunos manifestantes, aseguró Mursi, quizás estén motivados por errores no específicos que él cometió, pero que en términos generales es una conspiración.
Voceros de Hermanos mencionaron el hecho de que la policía no logró proteger sus oficinales de un ataque y aseguran que el asalto a su casa central por parte de manifestantes estuvo encabezado por saboteadores de la policía secreta
Hermanos también tiene problemas con el poder judicial, comenzando por la Corte Suprema Constitucional, que el año pasado decidió que el parlamento dominado por islamistas debe disolverse debido a fallas en la ley electoral. Si bien el fallo parece legal, provocó una pelea entre los islamistas y una institución crucial del Estado.
Mursi enfureció al Poder Judicial poco después con una declaración en la que colocó sus decisiones más allá del control legal y, en un momento, mandó a sus seguidores a sitiar el tribunal.
Quizás en respuesta, un tribunal falló este mes que el presidente y otros líderes islamistas deberían ser investigados por vinculaciones desleales con grupos combativos como Hizbollah y Hamas.
Kamal Habib, un ex jihadi convertido ahora en analista político, señaló que le sorprendió la debilidad de la organización Hermanos una vez que asumió el poder. No contaban con las herramientas para encargarse del Estado, contó. Lo que vemos ahora es una rebelión de las instituciones del Estado, contra el presidente.
También mencionó un choque de culturas entre los islamistas y las instituciones. El Estado egipcio, que durante mucho tiempo estuvo gobernado por burócratas de carrera, todavía adhiere a la imagen modernista de su función, contraria al gobierno de los islamistas.
Habib señaló que los islamistas no comprenden el espíritu del Estado que ellos trataron de inclinar a su voluntad.
Fuentes del ejército señalaron que el momento crucial en la actitud de los militares se produjo cuando Mursi asistió a una mitín repleto de islamistas de línea dura que pedían una guerra santa en Siria.