¿Los inversores estarán preparados para un "Armagedón del dólar"?

La pregunta es qué pasaría si la disminución de las tasas de interés enmascara una realidad: que el lugar de EE.UU. en el mundo ha cambiado, como también ha variado el potencial de crecimiento de sus empresas.

Durante décadas, a los ahorristas globales, y a los estadounidenses que ahorraban en sus planes de pensión en particular, se les enseñó que deben invertir la mayor parte de su dinero en un fondo indexado al S&P —un fondo que replica la suerte de las compañías más grandes de EE.UU.— y que luego deberían olvidarse de ese dinero hasta que estuvieran cerca de la edad de jubilación. Desde mediados de los '80 hasta ahora, ése ha sido un consejo relativamente bueno. Después de todo, las multinacionales norteamericanas eran la mejor manera de invertir en la globalización, y la globalización fue muy positiva para los precios de las acciones de muchas empresas grandes.

Pero hace poco empecé a preguntarme qué sucedería si cambiara todo el paradigma de las inversiones a largo plazo.

La globalización como la conocemos está suspendida. Eso lo sabemos. Pero la pregunta es qué pasaría si también estuviéramos llegando al fin de un período muy largo de represión financiera, en el que la disminución de las tasas de interés enmascaró otra verdad más fundamental: que el lugar de EE.UU. en el mundo ha cambiado, como también ha cambiado el potencial de crecimiento de sus corporaciones. Si ése fuera el caso, entonces podríamos estar acercándonos a una corrección de mercado no sólo de los precios de las acciones de las multinacionales estadounidenses, sino del dólar mismo. Eso tendría profundas implicancias para los inversores de todo el mundo, desde los ahorristas individuales estadounidenses hasta los enormes fondos de pensiones en Europa y Asia.

Es un escenario que AG Bisset Associates denominó "Armagedón del dólar". A primera vista, la idea de que las acciones estadounidenses y el dólar bajen al mismo tiempo parece poco probable. Por un lado, ambos a menudo van en direcciones opuestas, ya que un dólar débil hace que las exportaciones de muchas compañías norteamericanas sean relativamente más competitivas en el mercado mundial, como ha sucedido en los últimos años.

Además, a pesar de que países como China y Rusia están abandonando los activos nominados en dólares por razones políticas y económicas, el dólar sigue siendo la divisa de reserva mundial. Según un estudio de la Institución Brookings, la participación del dólar en las reservas mundiales de divisas disminuyó apenas dos puntos porcentuales desde 2007, mientras que la participación del euro bajó seis puntos. Y ni los políticos estadounidenses ni muchas de las firmas más grandes del país se desempeñaron excepcionalmente bien en ese período.

Pero los cambios en el sistema de reservas mundiales llevan tiempo. Los movimientos de divisas pueden ocurrir más rápidamente. De hecho, como señala Ulf Lindahl, director ejecutivo de AG Bisset, las principales divisas del mundo suelen subir y bajar en ciclos de 15 años. Según sus cálculos, que siguen los movimientos de divisas desde principios de la década de 1970, comenzamos un nuevo ciclo en enero de 2017, y a pesar de la fortaleza del dólar desde abril de 2018, ese ciclo todavía está intacto. Si la tesis prueba ser correcta, el dólar está listo para caer contra el euro y el yen en los próximos años, y en hasta 50% a 60%.

¿Cuáles serían las implicancias de ese cambio? Para empezar, los inversores fuera de EE.UU., como los fondos de pensiones europeos y japoneses, las oficinas familiares que administran las finanzas de las personas adineradas, y las grandes instituciones financieras, se verían fuertemente perjudicadas por la depreciación de los activos en dólares. Si en sus carteras de inversión comenzaran a vender los activos en dólares, se podría exacerbar una caída en los valores estadounidenses. Esto es algo que muchos analistas creen que está llegando de todos modos, dado que las acciones están en su segundo período más caro en 150 años. Eso, a su vez, perjudicaría a los ahorristas norteamericanos que mantienen la mayoría de sus carteras de jubilación en esos fondos indexados al S&P.

Algunos inversores inteligentes ya ven las señales de advertencia y se cambiaron al oro. Calculo que otros productos básicos aumentarán también. Si se materializa el escenario del "Armagedón", los inversores también podrían lanzarse en masa hacia el euro y el yen, lo cual forzaría el aumento de los rendimientos de los bonos estadounidenses. Eso es algo que muy pocos esperan; la creencia generalizada es que estamos en un entorno de tasas bajas para siempre. Pero si los rendimientos subieran, podrían ayudar a los ahorristas que tienen bonos en lugar de acciones. También penalizaría a las compañías endeudadas. Y como ya advirtió el Banco de Pagos Internacionales, hay muchas firmas "zombis" que tendrán problemas para pagar sus deudas y permanecer en el negocio si las tasas aumentan.

En última instancia, si se percibe que las compañías estadounidenses ya no son las más competitivas del mundo, el precio de sus acciones caerá, al igual que el dólar. ¿Estamos ya en ese punto? Aún no.

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