

Harán los Rockefeller y los Gates del futuro sus fortunas en el espacio? Las misiones espaciales solían ser dominio exclusivo de las agencias espaciales nacionales, pero hoy en día son las pequeñas empresas las que tienen las más audaces ambiciones. Eric Anderson inventó el turismo espacial porque debido a su miopía nunca sería un astronauta. Quince años después de fundar Space Adventures, que se encarga de enviar multimillonarios a bordo de la nave espacial rusa Soyuz a la Estación Espacial Internacional, él y su socio de negocios han comenzado Planetary Resources para la explotación de asteroides. "La razón por la que me involucré en vuelos comerciales espaciales era para poder ir yo al espacio. . . [ahora] nuestro objetivo es traer los recursos del sistema solar a la esfera económica de la Tierra," dice.
La idea del Sr. Anderson es que los asteroides ricos en hielo podrían un día suministrar agua a los astronautas, así como hidrógeno y oxígeno para "estaciones de servicio" en el espacio, permitiendo el reabastecimiento de los satélites y a las naves espaciales adentrarse más profundamente en el sistema solar. Finalmente, espera traer metales preciosos a la Tierra, aunque muchos cuestionan el sentido económico de su propuesta.
Por ahora, se está enfocando en realizar prospecciones. El primer paso, a partir de 2014, es lanzar pequeños telescopios en el espacio. Los telescopios reunirán información acerca de los asteroides y también podrían generar ingresos. Por ejemplo, espera generar ingresos sirviendo a clientes como empresas, científicos e incluso la NASA, que tiene previsto capturar y estudiar un asteroide. Para ayudar a ganar el apoyo del público, Planetary Resources lanzó una campaña en Kickstarter para financiar una iniciativa científica ciudadana con el fin de ofrecer uno de los telescopios espaciales a los astrónomos aficionados.
Otros planes de los empresarios espaciales incluyen hábitats espaciales, aerolíneas espaciales (el equivalente de las compañías aéreas), y los planes de SpaceX, el primer operador privado, para el transporte de cargas a la estación espacial internacional, y transportar colonos a Marte.
Es imposible predecir si muchas aventuras espaciales lograrán despegar, o siquiera generar un beneficio. Los proyectos espaciales, por su naturaleza, tienen fases de desarrollo prolongadas, mercados y cadenas de suministro sin formar, y engullen dinero. Sin embargo, y a pesar de todas las dificultades de calibre galáctico, el aspecto comercial del espacio atrae exitosamente a patrocinadores e inversionistas. Los inversores de Planetary Resources incluyen a Eric Schmidt y Larry Page de Google. SpaceX fue fundado por Elon Musk, cofundador de PayPal.
Aquellos empresarios que invierten capital y sentido comercial en turismo espacial incluyen a Sir Richard Branson, fundador de Virgin Galactic, un operador basado en los EEUU fundado por el empresario británico; Jeff Bezos, jefe de Amazon, es el fundador de Blue Origin, otra compañía de turismo espacial. "Para las personas [que han llegado a la cima] la idea de ampliar los límites de las capacidades humanas es muy emocionante," dice Carissa Bryce Christensen, socia y directora de The Tauri Group, una consultoría de seguridad nacional y espacial.
Un gran problema que enfrentan todas las empresas interesadas en el tema del aprovechamiento del espacio es si la explotación comercial de la última frontera es legal, y con qué autoridad puede realizarse. Planetary Resources y Deep Space Industries, otro aspirante a la minería de los asteroides, afirman que El Tratado del Espacio Exterior de 1967 les permite minar asteroides y guardar los ingresos. Pero Joanne Gabrynowicz, profesora de derecho en la Universidad de Mississippi, dijo que "las opiniones legales sobre los derechos de propiedad del espacio están divididas y politizadas." Las naciones con capacidades espaciales tienden a decir que los materiales extraídos pertenecen al extractor, y algunos de los países sin dichas capacidades dicen que deben estar sujetas a un cuerpo internacional facultado para determinar los derechos de propiedad y la distribución de las ganancias. Debido a la falta de directivas legales claras, las empresas pueden decidir que es mejor pedir perdón que pedir permiso y eventualmente forzar una solución política.
Las empresas turísticas espaciales también se enfrentan a incertidumbres regulatorias. A finales del 2013, Virgin Galactic planea hacer un vuelo de prueba completo, y espera lograr un hito comercial por primera vez llevando pasajeros privados al espacio suborbital en su nave SpaceShipTwo "un poco después de eso," dice el director ejecutivo George Whitesides. Él prefiere no dar fechas, tal vez consciente de los reveses que han llevado previamente a la empresa a retrasar sus plazos. Por $250,000, los pasajeros podrán volar desde Nuevo México en una nave espacial de lanzamiento aéreo, flotar por la cabina y admirar la curvatura de la Tierra. Pero antes de eso, Virgin Galactic les informará que la nave no ha sido certificada en materia de seguridad, explicará los riesgos y exigirá que firmen un documento de "consentimiento informado.
Esto está en consonancia con un marco regulador provisional, elaborado por legisladores federales y estatales en los EEUU, que exime a los operadores espaciales de las rigurosas pruebas que aplican a las compañías aéreas y que obliga a los primeros usuarios de los vuelos espaciales a volar por su cuenta y riesgo. El argumento es que, como en los días de los pioneros de la aviación, la industria y sus supervisores necesitan datos para establecer las mejores prácticas. Aun así, algunos abogados cuestionan si el principio del consentimiento informado, que ya se aplica en los deportes extremos con resultados mixtos, tendría validez en las cortes. "Si una [nave espacial] vuela después de sólo unos pocos vuelos de prueba, es dudoso que los pasajeros puedan dar su consentimiento informado, ya que prácticamente no hay datos para evaluar los riesgos," dice Frans von der Dunk, un profesor de derecho en la Universidad de Nebraska. Otros argumentan que la costumbre por parte de la industria de publicitar a aquellas celebridades que se inscriben para esos viajes idealiza los vuelos espaciales y distrae de los posibles riesgos.