En las últimas dos semanas se ha esclarecido mucho más cómo y por qué los dos bancos centrales más influyentes del mundo están intentando recuperar el control de la narrativa sobre la inflación y evitar más daños a su credibilidad política.

El mensaje clave que se desprende de las últimas reuniones de sus consejos de política monetaria es que la inflación es mayor y más persistente de lo que se esperaba y que sus previsiones se inclinan por que los precios subirán aún más.

Se trata de un cambio importante para la Reserva Federal de Estados Unidos y el Banco Central Europeo (BCE) que, a diferencia del Banco de Inglaterra, han mantenido durante demasiado tiempo la idea de que la inflación era "transitoria".

Algunos analistas lo han caracterizado como un "giro duro". Si se trata de un giro, es parcial en el mejor de los casos, sigue siendo demasiado lento y corre el riesgo de dar pie a una sobrecompensación este mismo año. Actualmente, la política extremadamente acomodaticia de los dos bancos es incoherente tanto con su cambio de lenguaje sobre la inflación como con lo que está ocurriendo en el mundo.

En lugar de facilitar una transición suave para la política monetaria y la economía, esta estrategia continuada de lentitud obligará a ambos a endurecer más este año sus políticas de lo que habría sido necesario si no hubieran sido tan lentos. Esto aumentará la preocupación sobre cómo harán frente la economía mundial y los mercados al incremento de los costos del crédito y de los precios.

Ya está aumentando el temor a que las expectativas inflacionarias se afiancen más. Existe el riesgo de que a la hora de fijar los precios y los salarios no sólo se tengan en cuenta los aumentos de costos anteriores, sino que también se consideren las repercusiones de la inflación prevista para el futuro.

Estos aspectos han llevado al Banco de Inglaterra a subir las tasas de interés 25 puntos básicos, encadenando dos alzas consecutivas por primera vez desde 2004. El hecho de que cuatro de los cinco miembros del comité de política monetaria del banco prefirieran una suba inmediata de 50 puntos básicos indica que es casi seguro que en la próxima reunión se aplicará una tercera suba consecutiva.

Lo que considero medidas políticas deseables y oportunas por parte del Banco de Inglaterra contrasta claramente con la inacción del BCE y de la Fed, una disparidad que aumenta los retos políticos para el Banco de Inglaterra.

En su reunión de política monetaria del mes pasado, la Fed debería haber anunciado, como mínimo, medidas más contundentes para combatir la inflación y haber puesto fin inmediatamente a sus compras de activos a gran escala.

Existe el riesgo de que a la hora de fijar los precios y los salarios no sólo se tengan en cuenta los aumentos de costos anteriores, sino que también se consideren las repercusiones de la inflación prevista para el futuro.

Incluso antes de publicarse los datos de empleo de diciembre el viernes pasado, el hecho de que la Fed no anunciara medidas serias contra la inflación generó un notable cambio en las expectativas del mercado, que prevé cinco subas este año -Bank of America pronostica siete. En mi opinión, esto constituiría un endurecimiento excesivo de la política monetaria, dado que también se espera que la Fed reduzca su abultado balance.

Por su parte, el BCE debería haber dado una idea más clara sobre las subas de las tasas de interés este año en su reunión de política monetaria de la semana pasada. Los mercados descuentan ya esas subidas. El BCE también reiteró que seguirá una estrategia "gradual" sobre el alza de las tasas sólo después de poner fin a las compras netas de bonos, una medida que reducirá aún más su grado de libertad.

Todo esto incrementa la posibilidad de que estos bancos centrales cometan un segundo error de política monetaria en dos años. Cuanto más se retrase la Fed en concreto, mayor será el riesgo de que se aplique un fuerte endurecimiento de la política monetaria en el verano [boreal], lo que asfixiará excesivamente la tan necesaria recuperación económica fuerte, inclusiva y sostenible.

Un riesgo aún mayor es que ese endurecimiento de la política se produzca después de que hayan desaparecido las expectativas de inflación, lo que supondría un doble golpe: precios más altos e ingresos más bajos. Esto afectaría especialmente a los segmentos más vulnerables de la población. El daño se amplificaría si la pronunciada volatilidad de los mercados se extendiera a la economía en general.

Las consecuencias de estos errores se extienden mucho más allá de Europa y Estados Unidos. Son especialmente peligrosas para los países en desarrollo que carecen de flexibilidad política y resistencia financiera.

La Fed y el BCE han tardado demasiado en corregir su interpretación errónea del aumento de los precios. Las dificultades adicionales que esto plantea se ven ahora agravadas por los retrasos innecesarios en la modificación de lo que sigue siendo una política monetaria inexplicablemente superestimulante. En lugar de garantizar un aterrizaje suave para la economía, es probable que los dos principales bancos centrales del mundo se vean obligados a endurecer excesivamente la política monetaria "para ponerse al día".

El cambio político que seguramente se producirá en los próximos meses, que hasta ahora ha sido muy lento y parcial, corre el riesgo de afectar considerablemente al modo de vida de las personas.