Financial Times: los bancos centrales deberán comunicar cuidadosamente en el año nuevo

Un desliz en el lenguaje podría representar un riesgo mayor que el aumento de las tasas. Los inversionistas esperan que, para los responsables políticos, 2021 sea el año de hablar con cuidado.

Los bancos centrales y los gobiernos acudieron al rescate de los mercados en 2020, bombardeando al sistema financiero con efectivo barato, liquidez y promesas de apoyo a largo plazo, a gran escala. Los gestores de fondos no siempre fueron el objetivo directo de ese apoyo, por supuesto, pero el efecto es el mismo. El sistema financiero mundial se asomó al borde del abismo en marzo y se echó atrás rápidamente.

Una de las principales razones por las que las inyecciones de apoyo monetario y fiscal fueron tan exitosas en sacar los activos de riesgo de las profundidades de la desesperación fue que en la práctica eran ilimitadas.

En el aspecto monetario, el mensaje de la Reserva Federal de Estados Unidos, el Banco Central Europeo (BCE), el Banco de Inglaterra y otros fue: no duden de nuestra determinación. Claramente, las tasas de interés altas no pueden curar a las víctimas de un virus. Tampoco pueden los vastos programas de compra de bonos, los esquemas de cesantía o una sopa de letras de medidas para mantener con vida a las empresas en medio de las consecuencias de la pandemia de coronavirus.

Pero hubo garantías de que existe el apoyo durante el tiempo que sea necesario, de que las tasas permanecerán clavadas al piso incluso aunque aumente la inflación y que las formas de asistencia están limitadas sólo por los confines de la imaginación aparentemente ilimitada de los políticos. Ése fue un momento importante para convencer a los inversionistas de que se tapen la nariz, ignoren un colapso económico prácticamente inigualable en tiempos de paz y compren activos de riesgo.

La pregunta ahora es cómo los responsables políticos se ceñirán a ese compromiso de mantener las llaves abiertas.

La clave aquí, al menos para los inversionistas globales, es la Reserva Federal. Ha quedado muy claro, bajo una política anunciada en agosto, que no tomará medidas para reducir la inflación, para compensar las veces que ha congelado las tuberías en los últimos años, antes de subir las tasas de interés. Y apenas la semana pasada dijo que seguiría comprando al menos u$s 120 mil millones de deuda por mes hasta que "se haya logrado un progreso sustancial adicional" en la recuperación.

Pero los gestores de fondos saben que una cosa es forjar una política como ésta y otra ceñirse a ella en el improbable caso de que la inflación supere rápidamente el objetivo del 2%.

"No creo que los bancos centrales tendrán que ignorar la inflación, porque no creo que la haya", dice Valentijn van Nieuwenhuijzen, director de inversiones de la gestoría de activos holandesa NN Investment Partners.

No obstante, es un riesgo que vale la pena tomar en serio, y que podría hacer que los banqueros centrales parpadeen, para lanzar la indirecta de que el apoyo no durará para siempre. Quienes recuerdan la tormenta en los mercados en 2013, cuando el entonces presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, hizo comentarios similares sobre la retirada de la expansión cuantitativa posterior a 2008, saben que puede ser una dura experiencia.

Los aumentos prematuros de tasas, incluso desde el próximo año, no son tanto un riesgo de cola como una profecía descabellada. Es simplemente inverosímil. Pero un desliz en el lenguaje no lo es.

"Es necesario distinguir entre un error de política y un error de comunicación o incluso un cambio de tono", dice Van Nieuwenhuijzen. "Eso podría provocar un exceso de impacto en el mercado".

Christine Lagarde - Bloomberg

Los deslices ocurren. Recordemos que, en marzo, la presidenta del BCE, Christine Lagarde, provocó una violenta reacción en los bonos del gobierno italiano cuando dijo que "no era tarea del BCE" intentar eliminar la brecha en los rendimientos de los bonos entre los estados de la eurozona más inestables y los más seguros. Claramente, el mercado pensó que sí lo era y castigó la deuda italiana. Lagarde se disculpó rápidamente por su error y desde entonces ha recuperado la confianza del mercado.

Lo más probable es que los banqueros centrales recuerden lo suficientemente bien los trastornos en el mercado de la llamada 'taper tantrum' (rabieta por la reducción paulatina de liquidez) de Bernanke como para evitar tomar esta ruta nuevamente. Serán cautelosos en sus comentarios. "Han aprendido de sus errores", dice James Athey, gerente de inversiones de Aberdeen Standard Investments. Puede que no ocurra lo mismo en el aspecto fiscal.

El canciller del Reino Unido, Rishi Sunak, ya ha hablado de "decisiones difíciles" y de un "deber sagrado" con respecto a unas finanzas públicas sólidas, comentarios que algunos inversionistas consideran que sientan las bases para la temida palabra que comienza con A: austeridad. Mientras tanto, a menos que los demócratas logren ganar los dos escaños del Senado estadounidense que están en juego en la segunda vuelta de la votación de enero en Georgia, la Casa Blanca de Joe Biden enfrentará un Congreso dividido. Eso podría limitar fácilmente el alcance del apoyo de las arcas del gobierno a la economía estadounidense.

"El apoyo fiscal y monetario mantiene las economías a flote, pero sólo apenas", dice Vincent Mortier, subdirector de inversiones de Amundi. "Cualquier retirada de las medidas es impensable en este momento, y el mercado está subestimando el riesgo de un error de política".

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