Elecciones en América Latina: un año peligroso por delante

En una sincronización de agendas electorales, seis países realizarán comicios presidenciales. Pero lejos de ser celebraciones de la democracia, someterán a la región a la mayor prueba de fortaleza democrática desde las transiciones de la dictadura en la década del 80

Si el camino al infierno está lleno de buenas intenciones, recientemente tomó un desvío kafkiano y pasó por el tribunal federal brasileño TF4. Allí, el 24 de enero, un panel de tres magistrados ratificó la condena al ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva por cargos de corrupción. La decisión la más reciente en el marco de la mayor investigación contra la corrupción en Brasil, que ha repercutido en toda América Latina y salpicado a líderes de Argentina a México sacudió las elecciones presidenciales de Brasil.

A pesar de presidir dos mandatos que hasta uno de sus ministros describió como los más corruptos de Brasil, el ex dirigente del Partido de los Trabajadores (PT) es el favorito para ganar las elecciones de octubre. Pero la decisión del tribunal podría impedir efectivamente que el emblemático líder de la izquierda se presente. Como Lula da Silva afirma que se postulará de todos modos, el panorama es caótico. Gleisi Hoffmann, actual presidenta del PT, asegura que Lula "será nuestro candidato" y que "no hay plan B".

Otros dramas igualmente vertiginosos se replicarán por toda América Latina este año. En el marco de una destacada sincronización de agendas electorales, seis países incluidos los de mayor población, Brasil, México y Colombia, además de la socialista Venezuela celebrarán elecciones presidenciales. No obstante, lejos de ser celebraciones de la democracia, los comicios someterán a la región a la mayor prueba de fortaleza democrática desde las transiciones de la dictadura en la década del 80.

Las elecciones llegan en un momento de ira popular por las investigaciones de corrupción que hicieron rendir cuentas a figuras que antes eran intocables. Solo en Brasil, el actual presidente, Michel Temer, cuatro ex presidentes y 100 políticos federales están en la cárcel o bajo investigación. Pero las revelaciones sobre maniobras financieras turbias también enfurecieron a los ciudadanos, socavaron su confianza en las instituciones y desestabilizaron sistemas políticos enteros, sin ofrecer soluciones para volver las piezas a su lugar. Si en 2016 las campañas presidenciales reconfiguraron la política estadounidense, en 2018 podría ocurrir lo mismo en América Latina.

Los populistas, montados en ira, están al acecho. En Colombia, donde la corrupción es una de las mayores preocupaciones, los escándalos han inquietado a votantes que ya estaban nerviosos por el acuerdo de paz celebrado con los rebeldes marxistas el año pasado. Dos ex líderes guerrilleros incluso se postularán a la presidencia en junio, algo inédito para un país que lleva 50 años de lucha para combatirlos. El caos hiperinflacionario de la vecina Venezuela contribuye al nerviosismo. Un financista colombiano señala: "Me mudé a EE.UU. el año pasado por motivos familiares. Pero en Bogotá, todos mis amigos me preguntaban qué era lo que yo sabía y ellos no".

El siguiente en el calendario es México, donde el inconformista de izquierda Andrés Manuel López Obrador, un nacionalista que quiere erradicar la corrupción pero cree que Fidel Castro fue un héroe, lidera las encuestas para las elecciones de julio. La incertidumbre se ve agravada por el presidente estadounidense, Donald Trump, que amenaza con construir un muro y poner fin al Tratado de Libre Comercio de América del Norte. "México enfrenta una tormenta perfecta", declara Jorge Castañeda, ex ministro de Relaciones Exteriores.

En Brasil, Jair Bolsonaro, un congresista de derecha y ex capitán del ejército reivindica la tenencia masiva de armas y sostiene que la homosexualidad en los hijos se puede erradicar a golpes. Haciendo campaña como el candidato "anti Lula", Bolsonaro va segundo en las encuestas. "Hay un vacío de esperanza, una sensación de infelicidad", se lamenta Fernando Henrique Cardoso, el ex presidente. "Es un desastre".

Para fin de año, dos de cada tres latinoamericanos, de países con un producto bruto de u$s 4 billones, tendrán nuevos presidentes. Costa Rica y Paraguay celebran elecciones. Venezuela, que debe unos u$s 60.000 millones en bonos internacionales, celebrará lo que promete ser una farsa electoral antes del 30 de abril (EE.UU., buena parte de América Latina y Europa aseguran que no reconocerán el resultado). Incluso la Cuba comunista tendrá un nuevo presidente cuando Raúl Castro renuncie el 19 de abril: será la primera vez en 60 años que un Castro no ocupe el cargo.

Existen paralelismos con el reordenamiento político de los países desarrollados. Los partidos tradicionales se están derrumbando, hay actores externos que están forzando el cambio y la ira popular amenaza con reescribir el orden constitucional. Según la encuestadora LatinoBarómetro, solo 53% de los latinoamericanos cree que la democracia es el mejor sistema de gobierno. Solo uno de cada siete confía en sus compatriotas. Son las cifras más bajas en más de una década. Este malestar se siente en democracias líderes como Brasil o Colombia y, por partida doble, en la Cuba autoritaria y Venezuela.

Incluso antes de la sacudida global de esta semana, los mercados siguieron volátiles. "El riesgo político es clave", señala la agencia de calificación Fitch. "Hay grandes riesgos económicos y políticos para América Latina en 2018", agrega Marcos Buscaglia de Alberdi Partners, una boutique de inversión. En cuanto a los tenedores de bonos que exigen a Venezuela que pague, Russ Dallen de Caracas Capital Markets afirma: "Lo siento (...) pero ya no importan. El enfoque del gobierno está puesto en ganar la elección". Y agrega que "es poco probable que los tenedores de bonos vean un centavo en lo inmediato".

Sin embargo, pese a toda la hiperventilación política y a que los inversores cubrieron sus apuestas, en los últimos dos años hubo cierto giro en América Latina. Una región que prácticamente definió el populismo rechazó sus cantos de sirena, incluso cuando EE.UU. y Europa parecían abrazarlos.

Después de una década de gobiernos de izquierda, a menudo corruptos, centristas pragmáticos llegaron al poder en Brasil, Argentina, Chile y Perú. Con la ayuda de políticas más ortodoxas, las economías sudamericanas, azotadas por el fin del auge de los precios de los commodities, empezaron a recuperarse de largas recesiones. Los mercados lo festejaron. Entre fines de 2015 y 2017, el índice MSCI de acciones latinoamericanas subió más del 50%.

Sin embargo, desde entonces, el ánimo se fue enrareciendo. El epicentro del pesimismo radica en la investigación contra la corrupción en Brasil, conocida como la operación Lava Jato, por los sobornos de la petrolera estatal Petrobras. Impulsada por la presión de la sociedad civil y liderada por un poder judicial independiente a diferencia de las purgas impulsadas por motivos políticos en China, Rusia o Arabia Saudita, la operación Lava Jato probablemente sea la mayor investigación por corrupción de la historia de América Latina. También mostró que el enfoque consensuado o arco iris de la política y la diplomacia de Brasil, tantas veces pregonado por Da Silva, fue comprado.

La operación Lava Jato dio pie a otras investigaciones, en especial de Odebrecht. La constructora brasileña, con proyectos multimillonarios en América Latina y África, dirigió lo que el Departamento de Justicia de EE.UU. calificó como el mayor esquema mundial de sobornos. Desde entonces, se han presentado cargos de corrupción contra los ex presidentes de Argentina(*) y Panamá; dos ex presidentes de Perú, así como el actual presidente; el ex vicepresidente de Ecuador; y ambos bandos de las últimas elecciones de Colombia.

México es una excepción destacada en este listado tan notable, pero no porque el Partido Revolucionario Institucional (PRI), actualmente en el gobierno, sea puro e inmaculado, sino porque los esfuerzos del presidente Enrique Peña Nieto para luchar contra la corrupción han sido meramente simbólicos. En diciembre, la Cámara de Diputados penalizó que los ciudadanos publicaran acusaciones de corrupción en Internet si éstas podían llegar a dañar la credibilidad del acusado, incluso cuando resultasen ciertas.

La purga de la corrupción la promesa que lleva implícita la investigación brasileña, entre otras sería una clara oportunidad para América Latina. La captura del Estado y la corrupción van de la mano de los delitos violentos y, según estimaciones del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el costo para la región, que cuenta con las tasas de homicidios más altas del mundo, equivale al 3% del PBI, unos u$s 236.000 millones al año. Sin embargo, la purga tuvo su costo.

Los escándalos congelaron la inversión, frenaron recuperación de la economía, sacudieron el orden político tradicional y polarizaron a electorados que ya estaban furiosos por la recesión y el cierre de los servicios públicos. "Es como si la región estuviera tratando de aplicar la perestroika y la glásnost al mismo tiempo", afirma un diplomático europeo de alto nivel haciendo referencia a la Unión Soviética de la década del 80. "Ya sabemos cómo terminó eso".

Las redes sociales avivaron el descontento. Según la consultora de medios ComScore, en proporción, América Latina destina más tiempo de Internet a las redes sociales que cualquier otra región. En el extranjero, grupos internacionales de apoyo se han movilizado en Internet para solidarizarse con líderes asediados de la izquierda como Lula da Silva. También hay preocupación, sobre todo en EE.UU., de que Rusia ocasione problemas tras la presunta injerencia en las elecciones presidenciales de EE.UU. y el proceso independentista de Cataluña.

"Si Rusia realmente quiere perjudicar a EE.UU. y debilitar el orden establecido en Occidente, las elecciones de México (...) son un blanco ventajoso y vulnerable", declaró Shannon O Neil, del Consejo de Relaciones Exteriores, un comité estadounidense de expertos. "Ningún otro país tiene tanta influencia en EE.UU. como su vecino del sur [y] la inteligencia rusa tiene larga trayectoria en la nación azteca (desde la Guerra Fría)".

A finales de 2018 la región tendrá claro si su accionar contra la corrupción es una señal de fortalecimiento de las democracias o si es otro golpe fatal. La historia no ofrece consuelo.

El operativo Manos Limpias que se llevó a cabo en Italia en la década del 90 sirvió de inspiración a los jueces y fiscales brasileños. Pero aunque ayudó a limpiar el gobierno italiano, también desembocó en la llegada al poder del archipopulista Silvio Berlusconi.

Las primeras señales son inquietantes. En Honduras, en medio de acusaciones a funcionarios de tener vínculos con el tráfico de drogas, el ex presidente Juan Orlando Hernández fue restituido para un segundo mandato tras una reñida elección que terminó en disturbios y un saldo de más de 30 muertos.

Sin embargo, es demasiado pronto para saber lo que podría suceder en otros países. A juzgar por los mercados, que procuran establecer tendencias futuras, quizá no todo sea negativo. Tras las caídas abruptas del año pasado, las bolsas latinoamericanas se potenciaron, apoyados por el repunte generalizado de los mercados emergentes, al mismo tiempo que las monedas se recuperaron. Además, hasta ahora, su respuesta al sell-off ha sido leve, lo que refleja la creencia de que es más un resultado de valuaciones estiradas de mercado estadounidense que una desaceleración de la economía mundial.

En Brasil pueden surgir candidatos más moderados, a medida que se desvanecen las figuras más polarizantes de Lula da Silva y Bolsonaro. La tercera en las encuestas es Marina Silva, una ambientalista que se presenta por tercera vez en las elecciones presidenciales. Entre los demás candidatos se incluyen Geraldo Alckmin, gobernador de centro derecha del estado de San Pablo, y Jaques Wagner, ex gobernador de izquierda de Bahía.

En México, las empresas buscaron consuelo en la trayectoria de López Obrador como alcalde del Distrito Federal, donde reclutó al ex alcalde de Nueva York, Rudy Giuliani para que lo ayude a erradicar el delito, y a Carlos Slim, el magnate de las telecomunicaciones, para reconstruir el centro de la ciudad. Al mismo tiempo, el candidato de centro derecha Ricardo Anaya le pisa los talones en las encuestas, y Trump suaviza su discurso en relación al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA).

Entretanto, Colombia puede virar a la izquierda, pero teniendo a Venezuela de vecino es poco probable que caiga en un extremista. Las encuestas no son definitivas, ya que los candidatos todavía no se han anunciado, pero a la cabeza de casi todas mediciones está Sergio Fajardo, un ex alcalde de centro izquierda de Medellín que en cualquier otro lugar se consideraría un socialdemócrata prudente.

La visión optimista es que la maratón electoral de este año profundizará la democracia en América Latina, lo que permitirá continuar con la extirpación de la corrupción liderada por Brasil. La contraparte pesimista es que esta cirugía, aunque necesaria, puede acabar con la vida del paciente.

Tiendo a pensar que el impulso anticorrupción demuestra el fortalecimiento democrático de la región, señala Alejandro Salas, director regional del organismo de lucha contra la corrupción Transparency International. Este año se pondrá a prueba esta teoría.

Diplomacia e inversión: China aparece en escena y EE.UU. pierde el foco

Pase lo que pase en las elecciones de América Latina este año, dos cosas parecen claras: Washington no está preparado en términos diplomáticos y China está ganando terreno.

Rex Tillerson, secretario de estado de EE.UU., inició la semana pasada una gira por cinco naciones para abogar por las relaciones de EE.UU. con una región sacudida por los improperios antiinmigración y el desprecio por el comercio de Donald Trump. Hoy China se está afirmando en América Latina (...).?La pregunta es a qué precio lo hará, afirmó el funcionario.

Sin embargo, la iniciativa de Tillerson arrancó mal cuando pregonó el regreso de una política estadounidense de hace 200 años, llamada la doctrina Monroe, que a menudo se utiliza para justificar la intervención armada en la región. Su antecesor, John Kerry, dijo en 2013 que la era de la doctrina Monroe se había terminado.

Y el problema se suma a que EE.UU. sigue sin tener un subsecretario de estado para la región y el departamento sigue perdiendo a sus mejores talentos. Thomas Shannon, un diplomático de alto nivel y larga trayectoria en América Latina, renunció la semana pasada; John Feeley, embajador en Panamá, renunció el mes pasado; y Roberta Jacobson, embajadora en México, está a punto de irse después de treinta años en ejercicio.

Entretanto, China avanza. Ya es el socio comercial más grande de la región. Es uno de los principales inversores y no solo en el sector de los commodities, sino también en tecnología, que hasta ahora estuvo dominada por las empresas de Silicon Valley. Brasil es el segundo mercado más grande de Uber y Facebook. Con una inversión de u$s 4.000 millones para financiar la expansión, el mes pasado Didi Chuxing compró 99, la empresa brasileña de viajes compartidos. Ofo, la empresa de alquiler de bicicletas compartidas con sede en Pekín que cuenta con el respaldo de Alibaba, tiene los ojos puestos en México.

Las empresas chinas de pago y comercio electrónico también se están expandiendo en la región. América Latina está preparada para que Alipay [de Alibaba] y WeChat [de Tencent] repliquen los modelos que lanzaron con éxito en China y el sudeste asiático, afirma Serge Elkiner, director ejecutivo de Yellowpepper, una empresa de tecnología financiera de América Latina.

(*) N de R: La ex presidente Cristina Fernández de Kirchner fue procesada como parte de una asociación ilícita en la obra pública, pero no en relación a Odebrecht.

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