Chen Zhizhao es la última adquisición del Corinthians, el club de fútbol campeón de brasileño. El joven futbolista, que fue contratado este año y jugaba en Guangzhou, en el sur de China, enseguida empezó a hablar algo de portugués. “Todo es bueno, la comida y el aire, el clima también”, comentó.

Si bien el Corinthians asegura que lo reclutó puramente por su talento, se sospecha que la verdadera función de Chen, el primer jugador chino que se incorpora a un equipo grande brasileño, también será elevar el perfil del club en China para vender allí todo su merchandising negro y blanco.

El Corinthians quizás no lo note pero con su meta de entrar en el mercado chino, el club está dándole una idea a un país cuya economía de repente parece haber perdido dirección.

Durante la última década, Brasil dependió mayormente de las exportaciones de commodities para impulsar su espectacular crecimiento económico, que llegó a 7,5% en 2010.
Pero esa expansión se desaceleró bruscamente y se estima que este año el segundo mercado emergente más grande del mundo crecerá sólo 2%. Gran parte de su industria, pese a una serie de medidas de estímulo, perdió competitividad en el mundo. El consumo es lo único que sostiene, pero aún ahí, hay señales de fatiga. A pesar de la sólida expansión e inversión, la infraestructura y la educación se quedaron atrás y esa debilidad impidió que el país aprovechara todo su potencial.

Después de la primera década del siglo, donde todo pareció encajar para Brasil, las autoridades que fijan políticas ahora se ven forzadas a repensar la dirección estratégica del país: ¿Qué clase de economía quiere Brasil y qué tan grande debería ser el rol del estado? “Queremos consumir como si estuviéramos en Estados Unidos, queremos tener los servicios públicos de Europa, pero queremos crecer como un mercado emergente, así que algo hay que ceder”, explicó Ilan Goldfajn, economista jefe de Itaú, el banco privado más grande de Brasil.

Los próximos años serán fundamentales para la dirección de la economía mundial porque las naciones del grupo Brics (Brasil, Rusia, India y China) se están viendo tentadas a volver a los viejos hábitos estatistas o socialistas para proteger el empleo y los mercados.

Con los modelos de Europa, Estados Unidos y Japón maltrechos, quedan pocos patrones oro mundiales que sirvan de guía para los funcionarios en medio de las tormentosas nubes. Según Raghuram Rajan de la Universidad de Chicago y ex economista jefe del FMI, será un desafío para los países tomar lo que han aprendido de Occidente sin “abandonar totalmente el modelo occidental”. Gran parte de la notable prosperidad de Brasil se debió al modelo de desarrollo del ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva. Durante su dos mandatos entre 2003 y 2010, la clase media del país creció enormemente a través de transferencia de bienestar, aumentos salariales y mayor crédito al consumo.

Ayudada por los altos precios de las materias primas, la nación controló su viejo enemigo, la inflación. Y gracias a su estabilidad macroeconómica acumuló reservas por más de u$s 370.000 millones y sobrevivió a la crisis económica de 2009 con un crecimiento del PBI más alto en décadas.

Este año, la actual presidenta Dilma Rousseff siguió bajando el desempleo y elevando el salario mínimo. Pero el modelo Lula carecía de una estrategia que permitiera a los sistemas de infraestructura y educación del país adaptarse al rápido crecimiento. Está comenzando a regresar la inflación, lo que en 2011 obligó al banco central a elevar las tasas de interés a niveles que marcaron un abrupto fin a la fiesta.
La solidez del real, su moneda, también asfixió la industria. Las automotrices comenzaron a suspender o despedir personal, mientras que los bancos privados están prestando menos después del récord de cesaciones de pago registradas en mayo.

Algunos analistas sostienen que los votantes brasileños ya eligieron un gobierno grande. Pese a la caída de las economías europeas, el ciudadano promedio carioca todavía prefiere un modelo estatista como el chino, y no un capitalismo de libre mercado como el estadounidense.

Las iniciativas privadas, como la que muestra el Corinthians, dan esperanza. Sin embargo, hasta en este caso los comentarios de Chen sobre algunas diferencias entre Brasil y China dicen mucho sobre porqué América del Sur no será otro Asia en el corto plazo.

“En China, no mucha gente se interesa por el fútbol. Los chicos estudian demasiado,” explicó.