El misterio de la caída de Carlos Ghosn

Dos bandos con dos posturas distintas se disputan el relato acerca del caso del ex presidente de Nissan. En una intersección probablemente se encuentre la verdad

Ppasaron cinco meses después de su arresto en el aeropuerto Haneda de Tokio, y todavía hay muchas cosas que no sabemos con certeza sobre la caída de Carlos Ghosn. No sabemos ni tampoco lo saben sus abogados cuándo comenzará el juicio del ex presidente de Nissan, quiénes serán sus co-acusados, qué pruebas acumularon los fiscales y si las nuevas denuncias relacionadas con los pagos en Medio Oriente podrían suscitar nuevas acusaciones por parte de las autoridades.

Pero estas incógnitas, que sin duda son insoportables para Ghosn, son marginales en comparación con el enigma de por qué todo esto sucedió en primer lugar.

Esto importa profundamente. Nissan y sus socios en Renault le han puesto buena cara, pero están en una grave crisis, un tormento cuya resolución no dependerá de la culpabilidad o inocencia de Ghosn, sino de entender precisamente la línea corporativa y cultural que cruzó.

Todo el mundo tiene su propia teoría acerca del tema. Algunos dicen que se trata de la antigua xenofobia de "Japón, S.A.", la protección de un pilar de fabricación y la ejecución de un extranjero perturbador. Ghosn, quien debe estar ansioso por hablar sobre esto tan pronto como sus abogados se lo permitan, dijo que fue derribado por "complot y traición". Los fiscales dijeron que simplemente detuvieron a un delincuente de cuello blanco con la ayuda de denunciantes y a través del debido proceso legal. Éstas y muchas otras versiones están llenas de lagunas.

Sin embargo, de esta confusión, ahora surgieron dos bandos principales, ambos con una versión de eventos seductivamente plausible. El primero, que fue presentado por Nissan la semana pasada en el informe de su comité especial para mejorar la gobernabilidad, considera a Ghosn como un individuo malvado: un tirano codicioso, antipático, intrigante cuya concentración de poder y su abuso de los beneficios en última instancia lo condenaron. El documento, que afirmaba que su propósito no era asignar responsabilidad criminal o legal a nadie, era un ataque acérrimo de la dirección de Ghosn, declarando las denuncias de malversación como un hecho.

Aunque ofrece recomendaciones suficientemente sólidas, el informe de Nissan no se trata en realidad de gobernabilidad. Si lo fuera, examinaría el papel de custodia del principal accionista de la empresa, Renault, que posee 43%, en lugar de ignorarlo por completo. Se trata, de manera bastante transparente, de resentimiento: un testimonio de 32 páginas sobre el gran volumen de bilis que se acumula en la vesícula biliar corporativa cuando los líderes alcanzan 19 años en el cargo. La línea que cruzó Ghosn en esta versión, era la de decencia y una comprensión de hasta qué punto él se había vuelto más temido que amado en Nissan.

El segundo bando presenta a Ghosn como la víctima de una gran conspiración, una serie de maquinaciones provocadas por sus movimientos para impulsar la fusión de Nissan y Renault, una asociación que podría haber perjudicado al lado japonés.

En las diversas versiones de esta narrativa, los ejecutivos más importantes de Nissan llevaron sus quejas a los niveles más altos del gobierno japonés, donde recibieron el tipo de audiencia comprensiva que uno podría esperar de un Estado proteccionista e intervencionista, especialmente del Ministerio de Comercio e Industria (METI). El movimiento fue aprobado desde los niveles más altos y los fiscales, en su papel de herramienta política, tomaron acción. Se puede entender claramente la política detrás de la caída de Ghosn, dicen los defensores de esta teoría, debido a los muchos ejemplos notorios de malversación de ejecutivos japoneses, en Toshiba más recientemente, que no sufrieron acusaciones penales. Otras características del espectáculo los medios japoneses informados que estaban esperando en la pista para el arresto de Ghosn, la larga detención y la precisión con la que los fiscales derribaron a un hombre y a su asistente completan la imagen de un derribo respaldado por el Estado.

Este argumento, al igual que la tesis de Ghosn el villano, tiene un buen respaldo. No hay duda de que se estaba contemplando una fusión, ni que los altos ejecutivos de Nissan estaban en contacto cercano con altos funcionarios gubernamentales sobre el asunto, ni que METI ha intervenido en nombre de Nissan. La línea que cruzó Ghosn, en la narrativa de conspiración, fue la de la soberanía corporativa: juzgó mal el sentido de propiedad de Japón y con cuánta firmeza lo defendería el Estado.

El desenlace del gran enigma de la caída de Ghosn probablemente se encontrará en un espacio entre estas dos teorías, las cuales tienen defectos pero a la vez presentan un conjunto satisfactorio de hechos. La pregunta más importante, conforme la saga de Nissan nos conduce al inevitable escrutinio del Japón de Shinzo Abe, es si estamos observando la excepción o la regla.

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