El lado malo de las buenas noticias económicas
Se acumulan las evidencias de que el endurecimiento no es una buena idea, pero el FMI no está dispuesto a cambiar el rumbo.
Enero ha sido un mes rico en datos. La semana pasada conocimos las cifras de crecimiento del cuarto trimestre en Estados Unidos y Alemania, y esta semana más países publicarán sus estadísticas de producción. El martes, el FMI actualizó sus previsiones económicas y Estados Unidos publicó los datos trimestrales sobre el costo del empleo. Ayer, la eurozona publicó las últimas tasas de inflación.
El relato general extraído de la actualización del FMI es más o menos el siguiente: el crecimiento empeorará este año antes de volver a mejorar en las economías avanzadas (en los países emergentes y pobres, el crecimiento alcanzó su punto más bajo en 2022 y se está acelerando lentamente). Pero 2023 no será tan malo como se temía. A cambio, el crecimiento mejorará menos de lo que se pensaba en 2024. Entre los países ricos, Estados Unidos repuntará antes que Europa, donde se prevé una fuerte desaceleración este año (y una franca contracción en el Reino Unido). La inflación está bajando, aunque con cierta lentitud.
Otras nuevas estadísticas parecen corroborar la misma lectura. Estados Unidos registró una sólida tasa de crecimiento anualizado del 2,9% en el cuarto trimestre; Alemania sufrió una contracción del 0,2%, o del 0,8% anualizado.
Cuando las buenas noticias económicas pueden no ser buenas noticias
Pero hay muchas cosas que me preocupan y que la narrativa compartida ignora. La cifra del PBI estadounidense no es tan buena cuando se mira entrelíneas. Las grandes contribuciones a la tasa de crecimiento del cuarto trimestre proceden de las empresas que acumulan inventarios rápidamente (es decir, que no venden toda su producción) y de la reducción de las importaciones. Estas no son las características de una economía en auge.
Y el FMI no subraya suficientemente hasta qué punto el año pasado desvió el rumbo de las economías avanzadas.
Hace un año, se preveía -milagrosamente- que las economías avanzadas alcanzarían una mayor producción en 2024 que si no se hubiera producido la pandemia. Esto es lo que algunos insistíamos en que debíamos celebrar como un triunfo de la política de crisis. Tan sólo un año después, se prevé que se sitúen significativamente por detrás de la tendencia previa a la pandemia, y eso tras la mejora del Fondo desde sus previsiones de octubre.
¿A qué se debe este deterioro? Hay dos candidatos obvios. Uno es la militarización de los precios de la energía (y otras materias primas) por parte del presidente ruso Vladimir Putin. El otro es la decisión de los bancos centrales de reducir el ritmo de crecimiento de la producción y el empleo de sus economías. En otras palabras, ¿el déficit de aproximadamente el 3% se debe a la oferta o a la demanda? Sin duda es un poco de ambas, pero una indicación importante de cuál prevalece es sin duda la cuestión de cómo evoluciona la inflación: la inflación será al alza si la ralentización del crecimiento está impulsada por la oferta, y a la baja si lo está por la demanda.
En Estados Unidos, el incremento de precios para productos de consumo personal de bienes no alimentarios o energéticos alcanzó su pico en febrero pasado. En la eurozona, el nivel de precios al consumo, excluidos los alimentos y la energía, está cayendo, y se encuentra ahora en su nivel más bajo desde septiembre (lo mismo ocurre con el nivel general de precios).
El crecimiento de los costos laborales en Estados Unidos cayó por tercer trimestre consecutivo, situándose en un aumento trimestral del 1% (o 4% anualizado) a finales de 2022. Esta cifra se aproxima al intervalo compatible con una inflación del 2%, especialmente si la solidez del mercado laboral ha dado lugar a una reasignación de puestos de trabajo que, con el tiempo, impulsará la productividad. Todo esto me sugiere que si nuestras economías se debilitan el año que viene, será más por obra de nuestros propios bancos centrales que por Putin.
El FMI mejoró el crecimiento global pero ve "lastres": qué le espera a Argentina y el mundo
Desafiando -o más bien pasando por alto- tales observaciones, el FMI se aferra al predominio monetario que impulsó en sus reuniones anuales de octubre pasado. Dice que "la prioridad sigue siendo lograr una desinflación sostenida...". Aumentar las tasas de interés reales y mantenerlas por encima de sus niveles neutrales hasta que la inflación subyacente disminuya claramente".
Un consejo más sensato sería dejar de ajustar tan pronto como haya buenas razones para pensar que la inflación se reducirá por sí sola. He defendido esto durante mucho tiempo (y observo que están empezando a hacerlo algunos halcones que, hasta hace muy poco, retaban a los bancos centrales por no endurecer más). Por ahora, los bancos centrales parecen seguir el consejo del Fondo, así que sólo me queda esperar que ellos tengan razón y que yo esté equivocado.
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