Cómo los líderes autoritarios aprovecharán la crisis del coronavirus

Los "hombres fuertes" saben que la desesperanza y la desesperación económica crean un entorno que les permite quitar a la población libertades civiles, que luego podrían no devolver

La política internacional padecía una enfermedad preexistente cuando llegó el brote de Covid-19. Antes del coronavirus, el mundo político ya estaba sucumbiendo al virus del autoritarismo.

En 2018, China eliminó los límites al mandato presidencial, lo que permite a Xi Jinping gobernar de por vida. Este año, Rusia anunció que también planea enmiendas constitucionales para que Vladimir Putin pueda permanecer en el cargo hasta 2036. Incluso ciertas democracias consolidadas muestran síntomas del "síndrome del hombre fuerte". Donald Trump llegó al poder en EE.UU. en 2016 denunciando una "carnicería estadounidense" que destruye el país y anunciando: "Sólo yo puedo arreglarlo". Hace poco aseguró que su "autoridad es total" en la lucha contra la pandemia. Jair Bolsonaro prestó juramento como presidente de Brasil en 2019, tras haber expresado su franca admiración por la junta militar que dirigió la nación en su juventud. En Manila, Delhi y Riad, se puso de moda el estilo de liderazgo personalizado y fanfarrón.

Un cuerpo político mundial ya debilitado por el virus del hombre fuerte se puede enfermar mucho más si recibe el impacto de una verdadera emergencia sanitaria. En todas partes del mundo, la gente aterrorizada por el Covid-19 acepta que, en pos de contener la pandemia, se infrinjan libertades individuales como cuando se regula si pueden salir de su casa o trabajar para ganarse la vida. También hay precedentes históricos alarmantes que muestran cómo los gobiernos han utilizado una emergencia para adjudicarse poderes dictatoriales, los cuales luego nunca han revocado. Un caso clásico fue el uso que Hitler hizo del incendio del Reichstag en 1933 para empezar a gobernar por decreto.

En Hungría ya surgió un ejemplo claro de un gobernante autoritario que utiliza el coronavirus para fortalecer su poder. Viktor Orban, que en los últimos años se ocupó de socavar la independencia de los medios de comunicación, del poder judicial y de las universidades, rápidamente aprovechó la pandemia. El primer ministro húngaro convenció al parlamento, dominado por su partido Fidesz, para que le conceda la facultad de gobernar por decreto durante un período indefinido. Distraída por el Covid-19, la UE respondió con poca contundencia.

Este fin de semana también hubo una redada de activistas pro-democracia en Hong Kong, en lo que sería un esfuerzo de Xi por acabar con el movimiento amparado por la pandemia. Este acontecimiento, que hace unos meses habría derivado en protestas locales e indignación mundial, atrajo relativamente poca atención.

Sin embargo, muchos líderes autoritarios adoptaron un enfoque diferente; pidieron seguir como siempre en lugar de suspender las libertades civiles. Ese comportamiento es más temerario que siniestro. El presidente Alexander Lukashenko aseguró que Belarús es el único país europeo en el que todavía se juega el torneo de fútbol.

En Brasil, Bolsonaro pidió que abran los comercios y despidió a su ministro de salud por ser demasiado quisquilloso con el distanciamiento social. Trump inicialmente aseguró que el virus desaparecería como por "arte de magia" y alentó a los votantes a comprar acciones. Putin hizo notar que enviaba suministros médicos a Italia y Nueva York, antes de admitir finalmente que Rusia también se enfrentaba a una grave crisis.

Parte del problema quizás sea que estos líderes interpretan que ser "fuertes" implica no permitir ser intimidados por una mera enfermedad. Bolsonaro exigió a los brasileños enfrentar al virus "como hombres, no como niños" y predijo que se librará de él fácilmente "debido a mi historial de deportista". En Gran Bretaña, Boris Johnson se mostró estrechando la mano a personas en un hospital con pacientes de Covid-19, antes de sucumbir al virus.

Si los líderes populistas siguen manejando mal la lucha contra la pandemia, el Covid-19 podría revertir la tendencia a favor de sus políticas. En el Reino Unido, los seguidores de Johnson dejaron de murmurar sobre el "estado profundo" británico y se refugiaron detrás de figuras tranquilizadoras como el máximo funcionario de salud del gobierno. A pesar de su enojo con Anthony Fauci, Trump aún no se siente lo suficientemente fuerte como para despedir a su mayor asesor médico.

Pero, a medida que se producen los acontecimientos, los líderes autoritarios podrían notar que el nuevo entorno es aún más acogedor para su estilo de gobierno. La desesperanza y la desesperación económica en general no permiten que se dé un debate tranquilo y tienden a dar origen a teorías conspirativas que ayudan a que se fortalezca el populismo. La mayor vigilancia por parte del Estado, una vez desplegada, podría ser difícil de revertir y será una poderosa herramienta para potenciales dictadores.

La discusión entre algunos países sobre quién tiene la culpa también alimenta el nacionalismo, que va de la mano de la política que aplican los hombres fuertes. Tanto Xi como Trump desviaron la atención puesta en las críticas a sus propios gobiernos apuntando a los enemigos del mundo exterior.

Traducción: Mariana Oriolo

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