Hay ciertas resoluciones que se hacen fácilmente y se rompen fácilmente: perder peso; beber menos; ser más consciente. Todas éstas parecen juego de niños en comparación con el desafío de nuestra época: evitar pensar tribalmente; intentar conocer gente que no está de acuerdo contigo; intentar comprender ambos lados de una discusión. La mayoría de nosotros sentimos instintivamente que esto es deseable. Todos tenemos algo que aprender de los demás. E incluso si no es el caso, incluso si el otro lado del argumento es totalmente erróneo, ¿cómo vamos a persuadirlos si no hablamos con ellos? Y, sin embargo, reventar nuestras propias burbujas es exasperantemente difícil.

Aquí hay un enfoque obvio: podemos utilizar las redes sociales para seguir a personas con opiniones opuestas. Si ves lo que dicen, puedes reflexionar sobre sus argumentos y tratar de ver el mundo desde su punto de vista; al menos, puedes entender la mejor forma de convertirlos.

Para investigar esta idea, un grupo de científicos sociales (Christopher Bail, Lisa Argyle y otros) reclutó recientemente a cientos de personas con inclinaciones republicanas o demócratas, y les dio un pequeño incentivo financiero para seguir a un bot de Twitter durante un mes que los expondría al punto de vista opuesto. Los republicanos siguieron a un bot liberal que retuiteaba 24 mensajes de demócratas, medios de izquierda y grupos sin fines de lucro; Los demócratas siguieron a un bot conservador.

Pero los esfuerzos del bot de Twitter para fomentar la comprensión fracasaron. Estar expuesto a puntos de vista opuestos en Twitter alejó a las personas del centro. Los republicanos que siguieron a un bot liberal de Twitter se volvieron sustancialmente más conservadores después del experimento, escriben los investigadores. Los demócratas se movieron más a la izquierda, aunque sus transformaciones no fueron tan grandes ni estadísticamente confiables.

Éste es un hallazgo decepcionante, pero no del todo sorprendente. Algunas investigaciones anteriores han encontrado evidencia de efectos negativos en otros contextos, tal vez porque encontramos que los puntos de vista contrarios son incómodos lo que nos conduce a recordar de inmediato las razones por las que los oponemos o inventar razones para degradarlos o descartarlos. Y Twitter no es el lugar ideal para una reunión profunda de mentes.

No obstante, la conclusión es bastante clara: si nuestro objetivo es encontrar un terreno común o al menos fomentar el entendimiento mutuo, simplemente el estar expuesto a los comentarios de nuestros oponentes políticos no lo lograremos. Conduce al agravamiento, no a la comprensión, y es tan contraproducente como a veces parece.

¿Entonces qué? Cass Sunstein, un académico que ha servido en las administraciones de los presidentes Ronald Reagan y Barack Obama, hace una sugerencia intrigante en su nuevo libro The Cost-Benefit Revolution (La revolución de costo-beneficio). Señala que podemos protegernos de ciertos errores cognitivos al traducir los argumentos a una forma desconocida, tal vez un segundo idioma, o tal vez una abstracción matemática. Cuando ves el argumento así reformulado, te obliga a detenerte y pensar. Por lo tanto, tu reacción es menos emocional.

Estoy convencido de que este ejercicio me frenaría y me obligaría a pensar más con mi cerebro y menos con mis emociones. Pero no sería fácil forzarme a aplicar un marco de costo-beneficio al considerar el atractivo de un "Brexit duro", por ejemplo, los beneficios de los alimentos transgénicos o los ganadores y perdedores de las restricciones al aborto. Por desgracia, dudo que la receta tenga un gran atractivo.

Así que estamos obligados a tratar de apreciar el punto de vista de otros individuos al conversar con ellos, y eso probablemente signifique hablarles respetuosamente, con atención y por un período largo. Para entender lo que está pasando en la cabeza de alguien que ve el mundo de manera muy diferente a mí por ejemplo, un cristiano evangélico, un fanático de Trump, un Corbynista o un partidario de un Bexit duro yo necesitaría pasar un tiempo adecuado y de calidad con ellos; y tendrían que pasar un tiempo adecuado y de calidad conmigo.

A menos que uno de nosotros tenga la paciencia de un santo (y ciertamente yo no la tengo), eso requeriría algún otro pegamento social. Si pudiéramos pasar tiempo juntos como amigos, vecinos, colegas o compañeros de equipo, más adelante tendríamos la oportunidad de hablar en profundidad sobre política y valores. Es probable que comenzar hablando sobre política no conduzca a nada.

De vez en cuando tan ocasionalmente como para que cada instancia sea memorable me he sentado y he estado respetuosamente en desacuerdo con alguien durante horas: escuchando, entendiendo su punto de vista, presentando mis propias ideas y buscando un terreno común. Sin excepción, estas conversaciones de corazón a corazón surgieron debido a meses de amistad basados en algún otro interés o experiencia compartida. Puedes tener un debate civil con un enemigo político, pero realmente ayuda si el enemigo político es un amigo en la vida real.

Es aleccionador, entonces, reflexionar sobre el entusiasmo con el que varios activistas de ambas partes desean que todo sea político. No me opongo a nadie, de ningún lado, que crea que hay cuestiones políticas profundas más importantes que el entretenimiento, el deporte o la música.

Pero el efecto acumulativo de la polarización de todo no es saludable. Paradójicamente, una política vibrante y reflexiva requiere que algunas partes de la vida estén libres de política, libres de la división entre ellos y nosotros. De lo contrario, dejamos de escucharnos el uno al otro. A menudo, dejamos de pensar por completo.