

Quizás sea difícil de creer para una generación que se crió con el iPhone, pero hubo una época en que comprar una PC nueva era la máxima emoción tecnológica. Equipadas con la última versión de Windows y microprocesadores más rápidos de Intel, todo parecía posible. Pero en algún momento, la vieja PC pasó a ser suficiente. El período promedio entre la compra de una máquina y otra pasó a ser de tres a seis años.
Para Apple, las comparaciones con Microsoft siempre fueron odiosas. Pero mientras se prepara para la ritual presentación de su último iPhone la semana próxima, no puede ignorar que el ciclo de reemplazo se está alargando.
La expectativa por el próximo iPhone es alta y las acciones de Apple subieron 40% este año. Eso se debe a que después de las extraordinarias funciones del 7 del año pasado, los actuales dueños de iPhone harán largas filas para actualizar su aparato.
Antes se contaba con que los usuarios querían cambiar su teléfono cada dos años en busca de conexiones más rápidas (los chips 3G en 2008 y LTE en 2013), nuevos diseños, y mejoras en las cámaras, pantallas y otras funciones. Garantizaban la demanda de reemplazos los planes de telefonía móvil donde el costo de un aparato nuevo se incluía en el abono mensual; y a veces los usuarios recibían un teléfono "gratis" año por medio.
El deseo de hacer un upgrade quizás alcanzó a su cenit hace tres años, con el iPhone 6. Apple llegó tarde a la fiesta de las pantallas amplias, por lo que los teléfonos más grandes cubrieron una necesidad que estaba contenida. Desde entonces, es más difícil que los actuales consumidores tengan una buena razón para actualizar su aparato.
Con este telón de fondo, Apple claramente debe encontrar más maneras de ganar dinero con sus actuales clientes. Amasó una envidiable base global de usuarios pudientes, gracias a su marca sólida y su poderoso ecosistema que dificulta a los consumidores pasarse a otra marca sin interrumpir aplicaciones y servicios de los que dependen. Apple deberá lograr que abran sus billeteras más seguido.


