HOY COMIENZA EN BRUSELAS LA CUMBRE ENTRE LA UE Y EL CELAC

Venezuela divide aguas entre europeos y latinoamericanos

La falta de respuesta regional ante el autoritarismo, la mala gestión económica y la corrupción del gobierno socialista venezolano frena una mejor relación con Europa

Gabriela Montero es una célebre pianista con mirada triste. Pero además es activista política, algo raro para un músico clásico.


El mes pasado, esta venezolana de 45 años tocó en honor al disidente chino Ai Weiwei. También presentó una pieza para piano y orquesta llamada ExPatria, un disonante retrato musical de su tierra natal con una duración de 15 minutos.


Una oportunidad para mostrar la crisis que atraviesa la Venezuela socialista surgirá esta semana, cuando los jefes de Estado europeos y sus pares latinoamericanos se reúnan en Bruselas en el marco de una cumbre de dos días.


La UE es el inversor extranjero más grande de Latinoamérica, representa unos u$s 505.000 millones o una tercera parte del total. También es el segundo socio comercial más grande de la región. Esas cifras sugieren que las relaciones entre la UE y América latina debieran realistas y prácticas, pero curiosamente no siempre es el caso.


La Campaña de Solidaridad con Venezuela, que recibe el apoyo del Reino Unido, es un importante centro de activismo a favor de Caracas. Alexis Tsipras, el primer ministro griego, es admirador del ex presidente venezolano Hugo Chávez, y del partido Podemos de España.


El ex presidente socialista Felipe González estuvo en Caracas esta semana en apoyo a los opositores detenidos, lo que provocó una feroz respuesta de los funcionarios, que lo acusan de ser amigo del narcotraficante colombiano Pablo Escobar, y lanzaron por Twitter la campaña #FelipeFueradeAquí! .


La distancia podría explicar la solidaridad residual de los europeos con Venezuela. América latina no tiene esa excusa.


En vísperas de la cumbre en Bruselas, los parlamentarios de ambas regiones se reunieron para redactar el borrador del documento de la cumbre. Pero se empantanaron cuando llegaron al tema Venezuela. Los europeos querían recalcar sus crecientes problemas sociales, políticos, los presos, la falta de libertad de prensa y que todavía no hay fecha firme para las elecciones de mitad de término que deben hacerse este año (las encuestas indican que el partido gobernante perderá). Los latinoamericanos se opusieron a esas expresiones por considerarlas una intromisión del exterior. Esta solidaridad ha llegado demasiado lejos, especialmente por parte de los gobiernos izquierdistas. Ha sido floja la respuesta de la región ante el creciente autoritarismo y represión en Venezuela. Cuando se los presiona, los diplomáticos sostienen que prefieren criticar a Caracas detrás de escena. Otros se lavan las manos y dicen que no se puede hacer nada: la mala gestión de la economía, la inflación descontrolada y los generales corruptos rodeando al presidente Nicolás Maduro forman parte de un proceso de desintegración que debe seguir su curso.


Sin embargo, son los gobiernos izquierdistas de la región, los que más deberían hacer responsable a Venezuela: primero, como obligación moral y, segundo, por ellos mismos.


La derecha política y los ricos pueden vivir sin democracia: el dinero abre puertas, no importa quién esté en el poder. Pero la izquierda y los pobres necesitan la democracia y sus instituciones. Tal como demostraron las dictaduras de la región en los años setenta, los que más sufren son los pobres.


Además, el éxito de la izquierda latinoamericana en este siglo se debe a esas mismas instituciones democráticas. Nada en política es para siempre, y cuando esos gobiernos pierdan poder las necesitarán para recuperarlo.


Este es un mundo alejado de las habituales preocupaciones de la pianista Montero. Pero el paso de la "apatía al activismo es lo que esta embajadora de Amnistía Internacional ahora exige a su audiencia de todo el espectro político. Ella reconoce que Venezuela ahora tiene más conciencia política que antes, lo cual es bueno. Pero para la izquierda política, su mensaje general podría ser destilado así: es fácil defender la democracia cuando los rivales están en el poder, y de la misma manera necesaria cuando lo ostentan supuestos amigos.

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