Trump está decidido a provocar el divorcio entre EE.UU. y China

El mandatario norteamericano pidió al resto del mundo elegir entre Beijing y Washington. La expresión "guerra comercial" es poco explicativa de las dimensiones que tiene.

La frase "nueva guerra fría" nunca se debería haber acuñado. Nada del enfrentamiento original entre la Unión Soviética y Estados Unidos pudo preparar a la economía global para lo que Donald Trump exige de los socios comerciales de Norteamérica. Moscú y Washington existían en órbitas separadas. Actualmente, se le pide al resto del mundo que elija entre China y Estados Unidos, dos economías íntimamente entrelazadas. Y la expresión "guerra comercial" captura poco las dimensiones de lo que eso implica.

Los socios de los estadounidenses reciben presiones para que expulsen de sus redes 5G a Huawei, el principal proveedor chino de equipos de telecomunicaciones. Sin embargo, el ultimátum "a todo o nada" de Trump no se limita solamente a Huawei. Casi todos los productos chinos están ahora sospechados de ocultar el "chip de Manchuria": una tecnología de puerta trasera que puede permanecer latente hasta que se lo activa.

A Israel, por ejemplo, se le está pidiendo que abandone la relación con una empresa de construcción china que está trabajando para darle mayor profundidad al puerto de Haifa. También recibe presiones para que rompa relaciones con otro contratista chino que está construyendo un metro en Tel Aviv.

Salvo las materias primas como la soja o la carne de cerdo, el Internet de las cosas convierte a casi todos los productos en una tecnología potencial de doble uso en un futuro conflicto entre Estados Unidos y China.

Solía decirse que las rejas de arado podrían convertirse en espadas y viceversa. ¿Y qué pensar de las heladeras? ¿O de los juguetes infantiles? Una vez que se comienza a excluir cualquier cosa con chips incorporados en China, es difícil saber dónde detenerse. La línea de separación entre las legítimas preocupaciones en cuanto a seguridad nacional y la absoluta paranoia es peligrosamente delgada.

Esa línea fue destruida durante una conferencia en París la semana pasada que se llamó "Cooperación internacional en inteligencia artificial", un nombre engañosamente aburrido . En realidad, la reunión —organizada también por el Atlantic Council con sede en Washington— fue el primer esfuerzo para estimular las conversaciones entre Estados Unidos y China sobre el futuro de la inteligencia artificial (IA), la cual cubre prácticamente el futuro de todo, incluyendo el de la guerra.

Un funcionario de la administración Trump (a quien no puedo identificar bajo la "regla de Chatham House" de la reunión) comenzó declarando que Norteamérica no cooperará con China en materia de inteligencia artificial mientras el país siga siendo autoritario.

Las compañías de todo el mundo tendrían que elegir entre dos sistemas de IA, aclaró el funcionario. Según este orador, el sistema, liderado por Estados Unidos, se basa en la confianza y en la apertura.El otro, conducido por China, es cerrado y "malicioso". Este último está exportando "software autoritario" a todos los continentes.

Un funcionario chino respondió diciendo que Estados Unidos había matado a civiles inocentes en Irak y en Afganistán. "Nadie es perfecto en derechos humanos", comentó. Ese intercambio casi le pone fin a la conferencia antes de que comenzara y ofreció un inquietante anticipo de todo lo que podría salir mal entre las dos grandes potencias del mundo. Los coanfitriones franceses, que incluían a dos ex primeros ministros, sólo pudieron hacer inútiles peticiones para que hubiera un diálogo.

No se sabe si en las próximas semanas Trump aceptará un alto al fuego en su guerra comercial con China. Las preocupaciones acerca de sus perspectivas de reelección en 2020 sugieren que el mandatario estadounidense podría buscar algún tipo de tregua. Un acuerdo de este tipo hasta podría incluir un breve respiro para Huawei. De qué manera exactamente les vendería esa decisión a las voces bipartidistas cada vez más agresivas en su país es otro asunto. Los demócratas seguramente lo atacarían por rendirse tan fácilmente sin obtener resultados. Las acciones de Trump a corto plazo son impredecibles.

Pero su estrategia más amplia en relación con China no cambia. Es difícil exagerar su radicalismo. Durante los últimos 40 años, Estados Unidos adoptó un enfoque de "mutuo beneficio" con respecto a China. Cuanto mayor fuera su participación y compromiso con la economía global, más libre sería su sistema político. La realidad ha desmentido esa teoría. China es considerablemente menos libre en la actualidad que en 2001 cuando se unió a la Organización Mundial del Comercio. Su sistema de crédito social, el cual clasifica a los ciudadanos según su comportamiento, ofrece una visión orwelliana de cómo las personas pueden ser controladas por un software autoritario. Su economía, sin embargo, es aproximadamente tres veces más grande de lo que era en aquel entonces.

Por lo tanto, Trump está dándole un vuelco total a esa estrategia. Hemos pasado de una visión estadounidense de "mutuo beneficio" en cuanto a la globalización a una de "beneficio unilateral".

De hecho, lo que persigue el presidente norteamericano está más cerca de ser una estrategia de "beneficio para ninguno" ya que todos pierden si la globalización da marcha atrás. Según el plan de Trump, Estados Unidos básicamente ganaría porque perdería más lentamente que China.

Se suponía que el congreso sobre inteligencia artificial de París de la semana pasada iba a abordar las implicaciones del aprendizaje automático. Un siglo después de la Primera Guerra Mundial, lo que se puso en relieve fue que hay una necesidad urgente de aprendizaje humano.

Temas relacionados
Más noticias de Donald Trump

Las más leídas de Financial Times

Destacadas de hoy

Noticias de tu interés