Theresa May tropezó con la primera valla

Theresa May apostó y perdió. Fue su decisión la de adelantar las elecciones generales. La primera ministra buscaba obtener el mandato más firme posible para negociar los términos del Brexit. Tras los resultados de los comicios, May debe reconocer que su autoridad quedó comprometida, quizás mortalmente. El parlamento no tendrá mayoría absoluta, y se viene un prolongado período de incertidumbre política.

El partido conservador enfrenta una poco envidiable alternativa: desplazar a la actual primera ministra y lanzar la segunda contienda por el liderazgo en el espacio de 12 meses; o esperar y darle a May el beneficio de la duda y permitirle que conduzca un gobierno en minoría. Finalmente, ella podría llegar a la conclusión de que es momento de irse.

El interés nacional no debería confundirse con el egoísmo de los Tories. Ese fue el lamentable error que cometió David Cameron cuando hace un año llamó al referéndum por el Brexit. Cameron trató de poner fin de una vez por todas a las divisiones de su partido por Europa. Al igual que May, apostó y perdió.

Es prematuro llegar a firmes conclusiones derivadas del resultado de una campaña desfigurada por dos importantes atentados terroristas y la ansiedad por la seguridad. Fue revelador que May, que fue ministra del Interior durante seis años, no haya podido convencer a los votantes de que respalden su liderazgo en un momento de máxima incertidumbre.

Una posible consecuencia es que surge la oportunidad de revisar los términos de la salida de la Unión Europea. May peleaba por un claro corte. Eso significaba ceder el acceso al mercado único y a la unión aduanera un inmenso riesgo para las empresas, la City de Londres y la economía británica.

El año pasado, Gran Bretaña votó a favor de abandonar la UE. Este año, el mismo electorado no quiso darle a May un cheque en blanco para su estrategia que desgraciadamente carece de detalles. Sería una equivocación interpretar el resultado de la elección de este año como un gran giro para dar marcha atrás con el Brexit. Pero definitivamente es momento de presionar el botón de pausa en el proceso que llevaba a un Brexit "duro".

La segunda conclusión es que los votantes de hoy siguen desafiando las categorías fáciles. Después de las molestas victorias del Brexit, Donald Trump y Emmanuel Macron, Gran Bretaña entregó otro resultado sorpresa. En este caso, el improbable ganador es Jeremy Corbyn. Ampliamente subestimado por las encuestadoras, comentaristas y políticos de su propio partido Laboral, el líder de la oposición obtuvo uno de los mejores resultados para los laboristas en una generación. Su campaña quizás no se haya convertido en una mayoría de bancas en la Cámara de los Comunes, pero movilizó votantes, especialmente jóvenes, con una visión radical de nacionalismo, impuestos altos y fin de la austeridad.

Este diario tiene poca simpatía por las políticas de Corbyn y sus colegas de extrema izquierda, pero no se puede negar su atractivo. A diferencia de May, él transmitía un mensaje positivo de cambio.

Por el contrario, May se mostró acartonada e inexpresiva durante la campaña. Su discurso en el centro de Inglaterra funcionó una semana. El slogan de liderazgo sólido y estable apenas duró un poco más. A posteriori, se puede decir que la presentación del manifiesto Conservador fue un punto de inflexión. Era un documento pobre que combinaba innumerables promesas sobre cuestiones menores con un grandioso, aunque vacío llamado a construir La Gran Meritocracia. El debate sobre el cuidado social resumió esta campaña deslucida, que recuerda a la fallida candidatura presidencial de Hillary Clinton en 2016.

En Escocia, Ruth Davidson, el líder de los Tories escoceses, mostró el toque ganador. Auténtico político combativo, Davidson compitió con el supuestamente impenetrable Partido Nacional Escocés (SNP, por sus siglas en inglés) y obtuvo 13 bancas. El revés que sufrió el SNP sugiere que son remotas las posibilidades de que haya un segundo referéndum independentista. Davidson hizo más que nadie para preservar la integridad del Reino Unido.

Este es un aspecto positivo de una elección que otra vez cambió profundamente el paisaje político de Gran Bretaña. El referéndum del Brexit marcó el comienzo de un tumultuoso período en la política británica. Está todo dado para que esta inestabilidad continúe en medio de toda la incertidumbre que genera un parlamento sin mayoría absoluta.

Es imperativo que todos los partidos intenten acordar lo mejor con vistas a futuro. Esto significa armar las alianzas necesarias que permitan tener un gobierno estable, pero también buscar el apoyo multipartidario a una relación lo más estrecha posible con la UE, que todavía es el socio comercial más importante del Reino Unido. El pueblo británico se merece un debate informado sobre cuáles son las verdaderas opciones económicas y políticas que existen.

 

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