EL 70% DE LOS BRASILEÑOS CREE QUE SU GOBIERNO ES MALO O PÉSIMO

Rousseff no se merece tan bajo nivel de aprobación

Otros presidentes de Brasil, incluso Fernando Collor de Mello que fue sometido a un juicio político en los 90, nunca tuvieron tanta impopularidad como la de Dilma

La presidente de Brasil Dilma Rousseff esta semana concluyó una visita de cuatro días a Estados Unidos con un paseo en auto autónomo en la sede central de Google en Mountain View, California.


Claramente emocionada, Rousseff describió la experiencia como "fantástica". Desafortunadamente para ella, en su país sus niveles de aprobación son menos fantásticos. Están tan fuera de control que pareciera que no tienen conductor ni humano ni mecánico que pueda cambiarles el rumbo.


El gobierno Rousseff es el más impopular desde que la democracia brasileña dejó atrás la era dictatorial en 1986. Un asombroso 68% de los brasileños cree que su gobierno es malo o pésimo, comparado con el 27% en diciembre según una encuesta de CNI-Ibope. Rousseff no se merece tal nivel de impopularidad. Otros presidentes brasileños han atravesado peores períodos y sin embargo mantuvieron una mayor aprobación en los sondeos.


La economía más grande de Latinoamérica se dirige a una recesión y su tasa de desempleo se disparó. A 6,75% en mayo, la desocupación se acerca a los niveles argentinos pero definitivamente no está tan mal como Grecia u otros países del sur de Europa.


Los comentaristas brasileños hablan de la "crisis", pero el país no está viviendo el tipo de turbulencias que solía caracterizar sus caídas económicas. No hay crisis en la balanza de pagos, por ejemplo. Las reservas extranjeras de Brasil se encuentran entre las más elevadas del mundo.


La mandataria tampoco está confiscando los depósitos de los clientes bancarios, como hizo Fernando Collor, el único presidente del Brasil moderno en ser sometido a un juicio político, a principios de los noventa. Pese a eso, los índices de aprobación de Collor en una encuesta igual de CNI-Ibope nunca cayeron tanto como los de Rousseff.


La pregunta es qué cambió. Hay muchas razones por las que los votantes perdieron simpatía por la presidente de izquierda y su Partido de los Trabajadores o PT, que lleva 13 años en el poder.


Rousseff ganó una muy pareja elección en octubre contra el partido de la oposición, el centrista PSDB, negando rotundamente problemas con la economía brasileña, pese a la creciente inflación y los déficits presupuestarios.
Sin embargo, apenas unos meses después, admitió que la economía no andaba nada bien cuando designó a Joaquim Levy, un ministro de Economía ortodoxo. Cuando éste lanzó un programa de austeridad apuntado a contener la generosidad fiscal del primer mandato de Rousseff y de todo el gobierno de Luiz Inácio da Silva.
El ex presidente no ayuda en nada a la mandataria. Lula da Silva, que condujo al país durante dos mandatos desde 2003 y 2010, está tratando de distanciarse de Rousseff, a quién él mismo eligió como sucesora, mientras se prepara para un regreso en 2018.


El inmenso escándalo en la petrolera estatal Petrobras está también dañando la reputación de Rousseff. Ella estaba a cargo de la compañía cuando se produjo gran parte de las prácticas ilegales, entre las que se incluyen coimas para la coalición gobernante.


Pero quizás la principal razón por la que los votantes están tan enojados con ella tiene que ver con que sus expectativas eran demasiado elevadas. Después de dos décadas de estabilidad y 10 años de crecimiento relativamente elevado, los brasileños ahora tienen mucho más que perder de un gobierno malo.


También ahora es más difícil que antes ocultar la incompetencia del gobierno. La Internet, los smartphones y los medios sociales brindan más información a los votantes.

Con sus niveles de aprobació n tan bajos, Rousseff es vulnerable a un juicio político, en particular si las numerosas investigaciones de corrupción en Petrobras terminan vinculándola directamente con las prácticas ilegales. Su única esperanza es que el ajuste fiscal de Levy estabilice la castigada economía y le de tiempo para reactivar el crecimiento.

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