GRECIA NECESITA UNA SIGNIFICATIVA QUITA DE SU DEUDA

Para que el euro se salve tiene que haber unión económica y monetaria

El comité de expertos que hace 25 años elaboró el proyecto de la moneda única enfatizó que responsabilidad y solidaridad deben estar alineadas

Entre los políticos británicos existe un trillado aforismo que dice que la manera de guardar un secreto es anunciarlo en la Cámara de los Comunes. Algo similar ocurre en Europa. El acuerdo de esta semana para mantener a Grecia en el euro deja dos interrogantes: si funcionará; y qué se puede hacer para fortalecer la unión monetaria europea. Lamentablemente, la respuesta a la primera es "probablemente no"; en cuanto a la fórmula secreta que garantizaría el futuro del euro, se publicó hace 25 años.


La evidente observación sobre el último plan de rescate es que sus duros términos eran inevitables y, al mismo tiempo, potencialmente contraproducentes. No hay duda de que Grecia necesita una reforma radical. Pero eso no tiene nada que ver con permanecer en la moneda única o volver al dracma. Desmantelar el clientelismo y cobrar impuestos son prerrequisitos para que Grecia vuelva a ser una democracia moderna y que funcione. El gran peligro de una salida del euro por parte de Grecia es que se evapore el impulso de cambio. El futuro de Grecia sería como la Venezuela de Europa, sólo que sin petróleo.


Lo que también es cierto es que los acreedores y por sobre todo Alemania permitieron que su explicable enojo y frustración con las travesuras del gobierno de Alexis Tsipras nublen su opinión sobre la forma que debía tomar un nuevo acuerdo. La última evaluación del Fondo Monetario Internacional sobre la extrema situación económica de Grecia nos dice lo que ya sabíamos: cualquiera sea la manera de hacer los recortes, Atenas necesita una significativa quita de la deuda.


En Berlín dicen que éste es un problema para el largo plazo. El peso inmediato del servicio de la deuda es relativamente liviano. Eso es ignorar la psicología política. El pueblo griego necesita incentivos para abrazar el cambio la luz al final del camino, como se suele decir. Las chances de que Atenas cumpla rigurosamente un nuevo programa siempre fueron bastante leves. Sin la promesa de un alivio de la deuda, desaparecerán.
A medida que avancen las negociaciones en las próximas semanas, los acreedores deberían también ser flexibles en cuanto a las metas fiscales de corto plazo. No hay que ser un keynesiano para creer que la austeridad puede ser contraproducente. Debería haber una compensación por las reformas estructurales. Cuanto más haga Atenas por limpiar su gobierno y permitir que funcionen los mercados, menos deberían obsesionarse los acreedores por el preciso tamaño del superávit primario griego.


Escucho a políticos de Berlín decir que el partido de Angela Merkel no aceptará concesiones. La respuesta es directa. Si la canciller quiere mantener el euro a flote, Alemania también tiene que asumir la realidad. Los líderes a veces tienen que gastar el capital político acumulado. ¿O Merkel quiere que la recuerden por haber sido la autora de la fractura de Europa?


Cualquiera sea el resultado de las negociaciones seguirá habiendo profundas dudas sobre el futuro del euro. Algunos economistas anglosajones vienen pronosticando su inminente muerte hace cinco años y en todas las ocasiones han estado equivocados, mayormente porque no prestaban atención a la política. Pero rescatar la moneda única es una cosa; asegurar su futuro a largo plazo es otra.


Cuando se optó por una unión estrictamente monetaria y no también económica los líderes de la UE dejaron a un lado la tensión principal que todavía atormenta el euro. ¿Dónde está el equilibrio entre la solidaridad un presupuesto de la eurozona y las transferencias de las naciones ricas hacia las pobres y la responsabilidad colectiva de las normas fiscales y económicas que rigen para todos?


El comité de presidentes de bancos centrales y expertos que elaboraron el proyecto de la moneda única previeron que la eurozona no podía nunca inspirarse en Estados Unidos. Las naciones europeas nunca reunirían suficiente soberanía. Pero el informe enfatizaba que la unión económica exigía serias limitaciones en la toma de decisiones nacionales y, en tiempos difíciles, en las transferencias oficiales de recursos: la responsabilidad y la solidaridad, en otros palabras, estarían alineadas.


El comité concluyó: "La unión económica y la unión monetaria forman dos partes integrales de un único todo y, por lo tanto, tendrían que implementarse en paralelo". Nunca fue así y ese fue un gran error.

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