México: El poder popular de López Obrador agita los mercados

El líder de centroizquierda, que asumió la presidencia el sábado, planea gobernar a base de plebiscitos a la población, en una suerte de democracia participativa que puede poner en riesgo las inversiones

Andrés Manuel López Obrador, el flamante presidente de México, al que llaman AMLO, le gusta rodearse de fotógrafos o bustos de sus héroes de la historia. Pero en un video subido a los medios sociales el 30 de octubre se lo ve con un nuevo accesorio. Mientras sonríe a cámara, a su lado se destaca en la mesa un libro titulado ¿Quién manda aquí? La crisis global de la democracia representativa.

El nacionalista de izquierda claramente quiso enviar el mensaje de que él responde sólo al pueblo mexicano, no a los mercados financieros o a los inversores que quedaron pasmados ante su decisión, anunciada el día antes, de cancelar un proyecto aeroportuario de u$s 13.000 millones parcialmente avanzado. La medida se tomó después de una "consulta al pueblo" informal organizada por el gobierno, un plebiscito que según sus críticos carece de legitimidad y que fue tendencioso en su contra. Pero el subtexto inequívoco de la escena cuidadosamente armada era: "Yo estoy".

Fue una primera muestra de la democracia participativa que había prometido López Obrador. Durante mucho tiempo se había opuesto a la costosa construcción del aeropuerto, que había recibido críticas de los ambientalistas. Los inversores, a quienes algunos funcionarios del gobierno entrante les habían asegurado que el proyecto seguiría adelante, estaban espantados, pese a las promesas de que se pagarán las obligaciones financieras en su totalidad.

"Se llevó a cabo un cambio en el país. Hay que notificar a algunos que éste es otro México", asegura López Obrador en el video. "No voy a ser el florero; no estoy de adorno".

De hecho, este presidente de 65 años aficionado a la historia y que asumió el sábado pasado podría centralizar un enorme poder bajo su control después de su arrolladora victoria electoral obtuvo 53% de los votos del 1° de julio. Ese resultado le otorga el mandato presidencial más sólido en una generación. Controla ambas cámaras del Congreso y puede inmediatamente poner su sello en el Banco de México, donde han surgido dos lugares a cubrir en su junta de gobierno de cinco miembros y en la Corte Suprema, donde a partir de febrero habrá que designar dos jueces.

Los mercados financieros podrían ser su sacrificio inaugural; la moneda, las acciones y los rendimientos de los bonos tienen que subir para volver a los niveles anteriores a la consulta popular por el aeropuerto. El peso está en su nivel más débil en cinco meses: el mercado de acciones retrocedió; y los rendimientos de los bonos a 10 años emitidos por México se encuentran en su máximo en una década. López Obrador simplemente menospreció la consternación del mercado considerándola "normal" y dijo a los inversores que las consultas al pueblo llegaron para quedarse.

"Imaginen el estado mexicano sojuzgado por los mercados financieros", dijo a los periodistas el 29 de octubre, con gesto de incredulidad, mientras confirmaba que cancelaba la construcción del aeropuerto diseñado por Norman Foster cuya obra está avanzada en una tercera parte después del referéndum en el que sólo participó un 1% de los 130 millones de habitantes de México.

"¿Quién manda?" ¿No es el pueblo? ¿No son los ciudadanos? ¿No es la democracia?", preguntó. "Esto es lo que estamos cambiando".

El poder político sin obstáculos en un país con instituciones débiles y enorme popularidad parece haber convencido al veterano político de que los mercados, considerados por muchos como un potencial control a su poder, deberían también estar al servicio de su voluntad.

Sin embargo, la luna de miel va a terminar en cuanto comience a la nueva presidencia. La élite empresaria de México y los inversores internacionales inicialmente habían tolerado el temor a que López Obrador representara un pasaje de regreso a los 70, período en el que el gobierno tuvo un fuerte rol en la sociedad civil, o un deslizamiento hacia la ruina al estilo Venezuela una posibilidad mencionada a menudo por sus opositores en la segunda economía de Latinoamérica.

Pese a que López Obrador insistía al estilo Trump en dar prioridad a los planteos nacionalistas, se consolaron con sus promesas de prudencia fiscal, con la esperanza de que silenciosamente erradique algunas de sus propuestas más populistas, como la construcción de una costosa refinería de petróleo para impulsar la producción nacional o el compromiso de detener las lucrativas exportaciones de petróleo.

Estaban tranquilos con la designación de Alfonso Romo, el jefe de gabinete que proviene del sector privado, y la presencia de tecnócratas como Carlos Urzúa en el ministerio de Finanzas.

Al igual que muchos mexicanos disgustados por la descontrolada corrupción, los inversores aplaudieron las promesas del flamante presidente de erradicar la corrupción y pacificar un país donde la tasa de asesinatos subió a máximos récord durante la presidencia de Enrique Peña Nieto, el líder menos querido en la historia reciente.

Se selló un nuevo acuerdo del Nafta llamado USMCA con Estados Unidos y Canadá, lo que borró la incertidumbre que había paralizado decisiones de inversión durante dos años. Con una economía en expansión y la recuperación de los precios del ppetróleo la nueva administración parecía bastante buena.

En cambio, la administración de López Obrador se metió en un aprieto al prometer no subir la deuda en términos reales y recortar impuestos a lo largo de la frontera con Estados Unidos, lo que según él creará empleo y generará crecimiento. "¿De dónde va a sacar el dinero para los proyectos?", se pregunta un ex alto funcionario de gobierno. "En el peor escenario, podría verse obligado a echar mano a los fondos previsionales, y eso es un peligro. Eso sería un desastre para los mercados". El recién asumido presidente sostiene que financiará los proyectos poniendo fin a la corrupción y recortando el gasto no esencial.

Según el Banco de México, los inversores extranjeros se deshicieron de bonos del gobierno por u$s 2.200 millones en octubre, y las administradoras de fondos informan más ventas masivas desde la decisión de cancelar la construcción del aeropuerto.

Al mismo tiempo, las presiones internacionales se multiplican: el USMCA enfrenta un camino sinuoso en el Congreso de Estados Unidos. Y si bien el petróleo ahora representa el 17% de los ingresos presupuestarios de México, comparado con el 40% de 2012, la caída de los precios del crudo dará a esta nueva administración menos espacio de maniobra fiscal.

La preocupación del mercado se profundizó cuando este mes un senador del partido de López Obrador presentó un proyecto para eliminar las comisiones bancarias, lo que provocó un derrumbe de las acciones de instituciones financieras. Otro legislador introdujo una iniciativa para obligar al gobierno a solicitar el consentimiento de las comunidades indígenas antes de otorgar concesiones mineras en sus territorios, una medida que podría atrasar los proyectos o elevar sus costosos.

Y antes de que se aquieten las aguas tras la primera consulta ciudadana, López Obrador había anunciado otros dos rreferéndums populares. El primero se llevó a cabo la semana pasada, abarcó la construcción del Tren Maya en el sur del país y una serie de programas sociales. El otro está programado para el 21 de marzo, cuando a los mexicanos se les pregunte si aprueban la consolidación de las actuales fuerzas policiales en una nueva guardia nacional, bajo control militar.

López Obrador cree que los inversores deben adaptarse a la nueva realidad de la democracia representativa, donde a los ciudadanos se los consulta sobre proyectos clave, el capitalismo clientelista ya no corre y los pobres están primero, en vez de que tengan prioridad las políticas que él describe como equivalentes al "saqueo". Según datos oficiales, el 44% de la población es pobre.

"No es que no entiendan los mercados, no es física cuántica", dijo Valeria Moy, directora del think-tank México ¿Cómo vamos?. "Creo que comprenden, pero no les importa", agregó.

López Obrador quiere darles una lección a los mercados, pero él mismo enfrenta una prueba determinante. El 15 de diciembre, su gobierno debe presentar el presupuesto 2019. Prometió hacer recortes para poder reasignar recursos a dos programas sociales, ofrecer becas de estudio y de formación para jóvenes, y subir las jubilaciones.

Pero los riesgos crecen: la agencia calificadora Fitch colocó a México en panorama negativo después de la decisión sobre el aeropuerto y el analista de riesgo soberano de Moodys Jaime Reusche sostuvo que la consulta popular fue "una señal negativa para las iinversionesa largo pplazoen el país, lo que podría desalentar la inversión en el mediano plazo y desacelerar el crecimiento de la economía".

Hijo de comerciantes, López Obrador mantiene que su gobierno no gastará más allá de sus posibilidades. "Pero qué tan creíbles son sus metas de ahorro y qué tan capaces son para generarlo, está por verse", dijo Luis Arcentales, codirector de economía latinoamericana en Morgan Stanley.

López Obrador prometió un superávit primario de 0,8% del PBI para el año próximo y no emitir deuda nueva ni elevar los impuestos o precios de la nafta.

Es un verdadero desafío señaló Arcentales. "En base a las suposiciones razonables para el peso, los precios del petróleo y la producción de crudo, no se puede llegar a ese número, asumiendo que mantienen la promesa de mantener los requisitos de endeudamiento en 2019 iguales a los de 2018", que son del 2,5% del PBI.

Él cree que puede haber un déficit fiscal de 0,8% del PBI, algo que podría deteriorar aún más el ánimo de los mercados.

López Obrador quizás no tenga como objetivo complacer a los mercados, pero tampoco está en una misión suicida. Se metió para sofocar las eexpectativasen cuanto a la aprobación del proyecto de comisiones bancarias, en medio de la confusión sobre si tenía o no su respaldo.

La designación del economista independiente Jonathan Heath para que sea miembro de la Junta de Gobierno del Banco de México fue también bien recibida. Y ganará puntos con los inversores si demuestra compromiso con la independencia de Banxico designando otra figura respetada para cubrir la vacante que se creó a raíz de una renuncia sorpresiva por cuestiones de salud de otro miembro de su junta de gobierno.

Pero el nombramiento de un consejo asesor de altos ejecutivos de empresas quizás llegue demasiado tarde para recuperar la castigada confianza de los inversores y el flamante presidente de México deberá esforzarse para convencerlos de que realmente pueden confiar en él. "Si el presupuesto no está bien afianzado, su credibilidad quizás no dure mucho", dijo un economista independiente, considerado cercano a López Obrador, pero que admite tener serias dudas.

Los estudiantes de historia económica mexicana recuerdan el doloroso "Error de diciembre" en 1994, cuando los mercados perdieron confianza en el nuevo gobierno de Ernesto Zedillo en medio de una contracción de liquidez, lo que precipitó la crisis del Tequila cuando el país casi quiebra y se vio forzado a devaluar su moneda y finalmente fue rescatado por Estados Unidos y el FMI.

La economía actual no tiene semejanzas con esa situación, pero con la percepción del riesgo medida por los seguros de crédito ya registrando una fuerte alza, no hay margen de error.

La oficina del presidente está en el Palacio Nacional del siglo XVI ubicado en la principal plaza de Ciudad de México. Fue construido donde estaba el palacio de Moctezuma, el emperador que gobernaba cuando llegaron los conquistadores españoles.

"Con un poder tan legítimo a su disposición, ¿por qué recurrir a las consultas y decir que el pueblo habló? Él puede evitar las instituciones de la nación e imponer lo que él quiere", dijo Walter Molano de BCP Securities, quien recomienda a sus clientes reducir exposición a México o directamente salir del todo.

¿López Obrador prestará atención a sus críticos del mercado? "Podría darse cuenta de que su rumbo no es sostenible, y moderar su dirección o al menos escalonar sus planes de gasto", dijo Till Moewes, analista de crédito latinoamericano en Schroders, que está muy invertido en México. "Hay que admitir que es una inversión a largo plazo, pero no sería la primera vez en la historia que un político de izquierda gira al centro con el tiempo, no porque quiera sino porque debe hacerlo".

Pero "algunos tienen la esperanza de que pronto se enfrente a una prueba para que se dé el golpe y se vuelva más disciplinado", dijo el ex funcionario.

López Obrador sostiene que la gente tiene su destino en sus manos: él planea una revocatoria del mandato en 2021, en la mitad de su mandato. Pero podrían ser tres años difíciles.

 

Traducción: Mariana I. Oriolo

Temas relacionados
Más noticias de López Obrador

Las más leídas de Financial Times

Destacadas de hoy

Noticias de tu interés