Los debates del FMI anticipan nuevos consensos económicos

Los análisis del FMI apuntan a una mayor cooperación entre los gobiernos y el sector privado. Hay que esperar que la pandemia conduzca a grandes cambios en el consenso sobre qué es una buena política económica

Las crisis económicas más profundas son también origen de un nuevo pensamiento económico.

La Depresión llevó a la macroeconomía keynesiana. La segunda guerra mundial afianzó el apoyo al estado de bienestar y a la economía mixta. La inflacionaria década de los años 70 y las crisis petroleras hicieron que las ideas de libre mercado llegaran al poder.

Deberíamos esperar que la pandemia de coronavirus, que supone la mayor interrupción de la economía en tiempos de paz de la que se tenga memoria, también conduzca a grandes cambios en el consenso sobre qué es una buena política económica.

Para ver la dirección que tomará el giro, hay que mirar al guardián de la ortodoxia económica, el FMI.

Todos los años, en el período previo a sus reuniones anuales -el foro 2020 está a punto de comenzar- el Fondo publica los "capítulos analíticos" de sus principales publicaciones. Las previsiones de crecimiento que se presenten en los próximos encuentros aparecerán en los titulares de los diarios. Pero los análisis subyacentes suelen ofrecer una visión más profunda de las cambiantes condiciones económicas y realidades que influyen en la formulación de las políticas económicas.

Los economistas del FMI difícilmente saquen a relucir radicalismo, pero con frecuencia muestran el camino cuando las élites de la política económica mundial están listas para actuar. En la última década, las investigaciones del Fondo dieron autoridad a varios retrocesos del consenso preexistente (y de sus propias opiniones anteriores), como la aprobación calificada de los controles de capitales y la mejora de la eficacia de los estímulos fiscales. Le ha restado importancia al daño que espera que surja a raíz del aumento de la deuda pública. En cada uno de los casos, con el visto bueno del FMI para los gobiernos nacionales fue más fácil hacer el cambio de política en la dirección indicada.

La pregunta entonces es qué piensa el Fondo hoy. Sus últimos tres capítulos analíticos son dignos de mención. El informe Fiscal Monitor del FMI analiza la inversión pública, que marca una tendencia a la baja desde el comienzo del milenio. Sus investigadores sostienen que, siempre que esté bien dirigida, la inversión pública es particularmente poderosa en tiempos de incertidumbre. El efecto más sorprendente se observa cuando se impulsa la voluntad de inversión en las empresas privadas: cuando la inversión pública aumenta 1% del PBI, la inversión privada crece más de 10%.

Los dos capítulos analíticos de las Perspectivas Económicas Mundiales se refieren al efecto económico de los confinamientos por el Covid-19 y el cambio climático. Una conclusión importante es que el distanciamiento social voluntario puede ser un freno tan grande para la actividad económica como las cuarentenas obligatorias dictadas por el gobierno. Como dice el informe, esto "sugiere que el levantamiento de los cierres puede conducir apenas a un repunte parcial de la actividad económica cuando persisten los riesgos para la salud... Esta idea sugiere que no hay que levantar las cuarentenas en forma prematura con la esperanza de impulsar la actividad económica".

Además, los investigadores establecen que el beneficio de los aislamientos para la salud pública es mucho mayor cuando se introducen temprano (mientras las tasas de contagios son bajas) y cuando se las refuerza rápido y no gradualmente. En consecuencia, "debería reconsiderarse" el "discurso" del equilibrio entre la salud pública y la economía, según el FMI. Aplicar una cuarentena temprano y rápido también puede ser lo mejor para la economía.

Un argumento similar se expone en el tercer capítulo, en el que se concluye que "el objetivo de reducir a cero las emisiones netas de carbono para 2050 en cada país puede lograrse mediante un conjunto de políticas integrales que favorezcan el crecimiento (especialmente a corto plazo)". En otras palabras, lo que están diciendo es que no existe un equilibrio entre salud y riqueza, ni entre descarbonización y crecimiento.

La combinación de políticas que prefiere el FMI incluye subsidios a las energías renovables, inversiones públicas ecológicas, el fuerte aumento de los precios del carbono y la transferencia directa a los hogares de los ingresos por impuestos al carbono para que los más pobres al menos se beneficien tanto como las familias pudientes del mayor precio del carbono. Este enfoque de un "impuesto-dividendo al carbono" ya recibe el apoyo de los partidos verdes de muchos países, de expertos económicos de los gobiernos de Francia y Alemania y de figuras del Partido Republicano de Estados Unidos. El visto bueno del FMI seguramente implique que ésta es una idea a la que le llegó el momento.

Estos análisis tienen un tema en común. Refutan lo que solía ser moneda corriente: que la intervención del gobierno en la economía, aunque sea por buenas causas, debe tener como costo la pérdida de eficiencia y crecimiento. Eso no significa que el Estado tenga que ser más grande. Pero sí significa que los sectores público y privado tienen menos intereses contrapuestos de lo que se supuso durante décadas en la formulación de políticas económicas.

Después de 1945, primero se dio por sentado que el Estado sabía más, pero luego se llegó a la conclusión de que el sector privado era mejor. Estamos a punto de ir más allá de ambos supuestos, en favor de una cosmovisión económica basada en la búsqueda de formas en las que la intervención del gobierno pueda guiar al sector privado para que se desempeñe mejor. En ese sentido, volvieron la planificación económica y el Estado activista.

Traducción: Mariana Oriolo

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