López Obrador rescata la historia mexicana para cumplir sus promesas

El retrato y la presencia de Benito Juárez son tan omnipresentes en México en estos días que casi se le puede perdonar a quien piense que él.

La imagen del abogado del siglo XIX y expresidente de México está en el centro del nuevo logotipo del gobierno de Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Su enorme imagen en blanco y negro fue el telón de fondo oficial durante la transición entre su elección y su toma de posesión el 1° de diciembre. Su rostro también aparece en el nuevo billete de 500 pesos.

López Obrador, quien a menudo dice que su sueño es ser un presidente tan bueno como su héroe, trasladó su oficina al Palacio Nacional donde trabajaba Juárez y, según sugieren algunos artículos periodísticos, incluso podría estar imitando el peinado de Juárez.

Sin embargo, aunque López Obrador es un orador público algo torpe, es un astuto comunicador político y su uso de la historia mejora la efectividad de sus mensajes: lo pasado es el prólogo.

En su segunda semana de trabajo, se vio envuelto en una disputa con el Tribunal Supremo por insistir que no se le debería permitir a ningún funcionario ganar más que su propio salario como presidente, un nivel que ya había fijado en un 60% menos que el de su predecesor, Enrique Peña Nieto. Para recalcar este punto, leyó un decreto de 1861 en el que Juárez anunciaba recortes a su propio salario.

A los inversores les preocupa otro paralelo histórico: su deseo de colocar a la compañía petrolera estatal, Pemex, en el centro de la industria petrolera nacional. Así evoca la imagen de Lázaro Cárdenas, el ex presidente que expropió las compañías estadounidenses y británicas en 1938 y creó Pemex, y que figura, junto a Juárez y otros héroes, en el nuevo logotipo.

López Obrador ya ha limitó la reforma energética histórica de Peña Nieto la cual le puso fin al monopolio de Pemex y abrió el sector a la inversión privada por primera vez en ocho décadas mediante la suspensión de las subastas de petróleo. Mientras tanto, una inyección de capital de u$s 3.700 millones para Pemex tiene el propósito de financiar la exploración para resucitar los días de gloria del pasado. Pero la producción de Pemex está en declive desde hace 14 años y tiene bien merecida su reputación de burocracia inflada, corrupción e ineficiencia.

La historia muestra escollos y también lecciones para un presidente nacionalista de izquierda que los críticos temen que llevará a México a la crisis económica de la década de 1970, y según un director ejecutivo de la compañía petrolera "a las decisiones del pasado que no funcionaron".

López Obrador se enfrentó a los mercados financieros tras anunciar que desechará el nuevo aeropuerto parcialmente construido de la Ciudad de México, que tiene un costo de u$s 13.000 millones, después de que fue rechazado en una consulta popular. Pero, como señala el historiador Andrew Paxman, incluso Cárdenas tuvo que responder ante la élite empresarial después de que la nacionalización causó que el peso perdiera un tercio de su valor desde marzo de 1938 hasta finales de 1940.

López Obrador es un hombre con una visión. El presidente se embarcó en una cruzada anticorrupción, el eje central de lo que él llama grandiosamente la "cuarta transformación" después de las reformas liberales de Juárez; la independencia de España en el siglo XIX; y la revolución mexicana hace más de 100 años.

López Obrador convocó a otra consulta popular para el próximo año sobre la creación de una nueva guardia nacional y sobre si los últimos cinco presidentes deberían ser juzgados por promover las políticas neoliberales que él culpa de haber empobrecido a los mexicanos. La fecha seguramente no es coincidencia: el cumpleaños de Juárez, el 21 de marzo.

Las referencias históricas del gobierno claramente tienen el propósito de ser sugerentes. Pero, al final, López Obrador puede disponer las cosas como quiera. Sólo tiene que cumplir sus promesas.

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