LOS JEFES DE LAS PRINCIPALES POTENCIAS, XI JINPING Y DONALD TRUMP, AVANZAN HACIA UN ENFRENTAMIENTO

Las relaciones entre Estados Unidos y China están en manos de dos gigantescos egos

El conflicto con Corea del Norte sostiene la diplomacia bilateral, pero el presidente estadounidense quiere cumplir su promesa de terminar con el proteccionismo chino

La adulación puede lograrlo todo cuando de Donald Trump se trata. Pero sólo mientras dure. Como cualquier adicción, necesita aumentos regulares en dosis cada vez más altas. En medio de una feroz competencia, Xi Jinping de China ganó el primer premio como el adulador más efectivo de Trump en 2017. Todo lo que se necesitó fue un lujoso banquete en el Gran Salón del Pueblo. A cambio, Trump olvidó plantear las quejas comerciales de EE.UU. o los derechos humanos. Xi fácilmente superó a EE.UU. en las cumbres asiáticas después de la visita de Trump a China. Si la clave para seducirlo es un plato de pollo Kung Pao, ¿qué hay de malo en eso?

El problema es que Xi debe alimentar continuamente a Trump. En algún punto, la proporción de adulación de Trump ante la pérdida del amor propio será demasiado desequilibrada. ¿Arruinaría al banco de China otorgar otra ráfaga de aprobaciones de marcas a Ivanka Trump? Probablemente no. ¿Y si se le diera el visto bueno a una Torre Trump en Shanghai? Posiblemente. Es poco probable que otra recepción de alfombra roja dé la talla. La ley de rendimientos decrecientes se aplica a los favores ya otorgados. En 2018, es probable que se vuelva negativa. China siempre ha estado en la mira de Trump. Inflar su ego sólo consigue lograr una breve prórroga.

El otro ego es el del mismo Xi. China ha actuado con cautela durante más de una generación. Para los que apoyaban la noción de "nunca Trump" en Washington, la moderación de Beijing le ganó una membresía honoraria en la alianza de los adultos que frenaría los instintos de Trump. Si el mandatario estadounidense se comportara impredeciblemente, se podría contar con que China se comportara responsablemente. Durante los primeros meses de la presidencia de Trump, el líder chino hizo precisamente eso. China, no EE.UU., es actualmente el preferido de las elites económicas de Davos.

Pero la era de la indulgencia por parte de China se terminó. En octubre, el Xi Jinping abrió el capítulo más audaz en relación con las ambiciones extranjeras de China. Deng Xiaoping, el gran modernizador de China, pasó sus últimos años sin otro cargo oficial más que el de presidente de la asociación de puentes de China. Hu Jintao, predecesor del mandatario actual, estaba contento con solamente ser presidente. Xi, por el contrario, ha tomado cada título que le ha sido posible, e inmortalizó su propio pensamiento en la constitución del Partido Comunista de su país. En otras palabras, Trump tiene competencia. Por primera vez desde Mao Zedong, China tiene un culto viviente a la personalidad.

Las relaciones entre EE.UU. y China ahora están en manos de dos gigantescos egos.

Eso augura malas noticias para 2018. Además de esto, hay dos nubes negras todavía más grandes. Por primera vez desde la Guerra Fría, EE.UU. tiene un competidor explícito. La China de Xi se ha fijado el objetivo de convertirse en el líder del mundo en el término de una generación. A diferencia de la Unión Soviética, China puede sostener la rivalidad tecnológica con EE.UU. Además, el dominio estadounidense en la región Asia-Pacífico ya no es un hecho. El objetivo de Xi es lograr la paridad militar. En segundo lugar, el presidente estadounidense piensa en incrementos por hora. El líder de China planea en términos de décadas. La batalla entre estos dos egos es unilateral. Xi sostiene un telescopio; Trump se mira en el espejo.

El alcance de los malentendidos está creciendo. Se ha prestado demasiada atención al fantasma de un conflicto nuclear entre EE.UU. y Corea del Norte, y muy poca a los inminentes efectos colaterales de las relaciones entre EE.UU. y China. Esto es a pesar del último tuit de Trump en el que se jactaba de tener un botón nuclear más grande que el de Kim.

El presidente estadounidense aún cree que China puede desarmar a Kim Jong en nombre de EE.UU. Nadie más piensa que eso sea probable. La semana pasada, Trump dijo que su paciencia con China se estaba agotando. Los asesores de Trump hasta ahora han limitado sus impulsos proteccionistas. Pero él rara vez permanece "amordazado" por mucho tiempo. Su única creencia consistente es que EE.UU. está siendo estafado. China, a quien él ha reiteradamente acusado de violar a EE.UU., encabeza la lista de violadores. "Si no nos ayudan con Corea del Norte, entonces hago lo que siempre he dicho que quiero hacer", dijo el magnate norteamericano al New York Times. Debiéramos anticipar que 2018 produzca acciones comerciales estadounidenses contra China y que Beijing se les oponga ante la Organización Mundial del Comercio (OMC). También habrá más tuits nucleares.

Pero la niebla chino-estadounidense se extiende mucho más allá de la península coreana, así como también sucede con el potencial teatro de confusión. El año pasado China abrió su primera base militar en el extranjero, en Yibuti. Un portaaviones chino hizo su primera visita al Mediterráneo. Y Xi también incrementó las instalaciones de China en el mar de China Meridional.

Trump no ha pronunciado la palabra "Taiwán" desde que habló con su líder después de su elección. Su primer tuit de 2018 fue acusar a Pakistán de "mentiras y engaños". China se apresuró a defender a Pakistán. "China y Pakistán son socios en todas las situaciones", dijo Beijing después de elogiar la "sobresaliente contribución" de Islamabad para combatir el terrorismo. Trump estaba más cerca de la verdad, pero existen pocos abismos de percepción más amplios que ése.

En un enfrentamiento entre Trump y Xi, ¿quién parpadearía primero? No hay cómo saberlo. Sin embargo, China está dando indicios de tener un exceso de confianza. Desde la guerra en Irak hasta la elección de Trump, China ha estado cosechando una ganancia tras otra. El desprecio de Trump por los líderes democráticamente elegidos directamente beneficia a Beijing. Pero su suerte no puede durar para siempre. Xi debería recordar que Trump estaba atacando con misiles a Siria mientras los dos cenaban en Mar-a-Lago. Muchos en China creen que Trump es un tigre de papel. Puede que estén en lo cierto. Pero sería imprudente probar esa teoría.

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