La economía de EE.UU. crece sobre cimientos frágiles

Tras varios años de demanda débil y baja inflación, aumenta la inversión. Pero para que la mejora se sostenga en el largo plazo es necesario hacer un gran salto en la productividad

En la ladera de los montes Apalaches, Platt Boyd supervisa un pequeño pelotón de brazos robóticos de más de tres metros de largo con la esperanza de que ayuden a revolucionar una de las industrias estadounidenses más tímidas desde el punto de vista de la tecnología.

 

El fundador de Branch Technology, con sede en Chattanooga, estado de Tennessee, intenta que la impresión 3D a gran escala llegue al sector de la construcción, lo que permitiría que las complicadas creaciones arquitectónicas sean prefabricadas con un mínimo de mano de obra humana.

"Tiene un enorme potencial", señaló Boyd, desde su austero taller ubicado cerca de dos robots de color verde esmeralda que están produciendo el armazón de una estructura de 12 metros de ancho. "Es un sector donde hay muchísimas oportunidades".

En las próximas semanas, la pequeña empresa de espera contratará a 10 empleados más, se trasladará a una nueva fábrica de 3700 metros cuadrados y recibirá otros cuatro robots valuados en u$s 200.000 mientras aprovecha el pujante mercado de la construcción en Norteamérica.

Las perspectivas favorables que transmite Boyd reflejan el creciente optimismo entre los empresarios estadounidenses a la hora de pensar en nuevas inversiones. Una proporción récord de pequeñas empresas opina que éste es un buen momento para expandirse en EE.UU.., según datos que se recopilan desde 1973 y que provienen de la Federación Nacional de Empresas Independientes. Como la demanda mundial está cobrando impulso y los salarios están aumentando, crecen las esperanzas de que el país tal vez esté a punto de iniciar una mayor expansión sostenida.

El estado de ánimo entre los jefes funciona como un contrapeso a las advertencias de los últimos años de que EE.UU. se encuentra atrapado en un "estancamiento secular", un estado semicomatoso de ahorro excesivo, demanda débil, baja inflación y tasas de interés deprimidas. Gran parte del dinamismo del país se ha concentrado en las superpotencias urbanas que se encuentran desde Los Ángeles y Nueva York hasta Austin, dejando grandes extensiones del país varadas y desilusionadas.

Sin embargo, si las compañías comienzan a impulsar la inversión, podrían darle a una recuperación que ya lleva nueve años una mayor potencia para sostenerse, y evitar así que la reciente alza cíclica se desvanezca.

"Hemos visto una aceleración genuina en la inversión del sector privado en los últimos meses, que esperamos que gane más tracción este año y ayude a elevar la productividad en EE.UU.", dice Bart van Ark, economista jefe del think-tank The Conference Board. "Sin embargo, es demasiado pronto para decir que éste sea un punto de inflexión".

Incluso antes de que el Congreso apruebe los recientes recortes de impuestos, el país tuvo dos trimestres consecutivos de crecimiento anualizado de dos dígitos en inversión corporativa en equipamiento. Las nuevas proyecciones del Conference Board muestran que la productividad estadounidense este año va camino a crecer 1,3%: menos que las tasas vistas antes de la crisis, pero al ritmo más rápido desde principios de esta década.

Los datos económicos más generales en lo que va del año han sido robustos. El PBI en el primer trimestre va rumbo a aumentar 3,2% interanual, según la Reserva Federal de Atlanta, y el crecimiento salarial anual se aceleró al 2,9% en enero en comparación con el mismo mes del año anterior.

Al mismo tiempo, el Congreso está estimulando la economía nacional mediante el recorte de impuestos y el aumento del gasto. De hecho, algunos economistas, incluyendo Bill Dudley, presidente del Banco de la Reserva Federal de Nueva York, creen que el mayor riesgo es que se recaliente la economía, lo cual podría detener la expansión.

Para los optimistas, la salud económica de ciudades más pequeñas como Chattanooga, con una población de más de 170.000 habitantes, es una señal de que se trata de una recuperación capaz de ampliar su alcance. Situada junto a un tramo sinuoso del río Tennessee y rodeada de montañas verdes, Chattanooga era considerada las ruinas contaminadas de la era postindustrial. Pero después de varias décadas de esfuerzos de regeneración dirigidos por el gobierno local, el desempleo en la región urbana es ahora del 3,4% (en comparación con el 4,1% a nivel nacional), la población está aumentando y las pequeñas empresas tecnológicas se están uniendo a fabricantes de gran escala como Volkswagen en la expansión de sus operaciones en la ciudad.

Los nuevos datos de la Institución Brookings que abarcan el área metropolitana de Chattanooga muestran que el ritmo de crecimiento del empleo fue del 15,6% para sus compañías jóvenes, definidas como de hasta cinco años de antigüedad. Esa tasa es la sexta más alta de las 100 áreas metropolitanas más grandes del país de 2015 a 2016.

Ken McElrath, el fundador y director ejecutivo de Skuid, una empresa de software basada en Chattanooga, dice que está allí en parte porque es "increíble" lo barato que es en comparación con el centro de San Francisco, Nueva York o Boston. "Como el costo de vida es tan bajo, no es necesario pagar salarios exorbitantes", contó.

Sin embargo, esto sigue siendo un crecimiento sobre cimientos frágiles. Aunque los datos del Brookings Metro Monitor, que se publicarán el martes, muestran que la recuperación se ha ampliado, pues 93 de las 100 áreas metropolitanas más grandes de EE.UU. registran aumentos en la producción de 2015 a 2016, ese crecimiento aún se concentra en las ciudades más pobladas y exitosas.

La región que rodea a Chattanooga se benefició del ingreso de inversión extranjera, atraída en parte por incentivos fiscales y también por la decisión de la empresa local de servicios de instalar una infraestructura de banda ancha ultrarrápida. Sin embargo, las cifras de Brookings muestran que la productividad en el área metropolitana en realidad disminuyó marginalmente entre 2015 y 2016.

Mark Muro, director de políticas del Programa de Política Metropolitana de Brookings, afirmó que las 53 áreas metropolitanas más grandes con 1 millón de habitantes generaron el 95% del crecimiento de la población y el 73% del crecimiento del PBI entre 2010 y noviembre de 2016. "Un núcleo limitado del país tiene una economía vibrante, mientras que gran parte del resto se está quedando atrás", aseguró. "Con diferencias en el ritmo de crecimiento tan enormes, la situación se vuelve insostenible".

Dentro de Chattanooga, los residentes hablan de suertes desparejas. En el centro de la ciudad, surgió un naciente sector tecnológico en su distrito de innovación, el cual alberga firmas de software y de desarrollo web que exhiben las obligatorias mesas de ping-pong, sillas Sacco y mascotas de oficina que hay en toda firma del rubro.

Pero, aunque en la ciudad de Chattanooga la pobreza haya disminuido en los últimos años, el índice de pobres aún supera el 20% y entre los residentes afroamericanos es mayor a 30%, según cifras de la Oficina del Censo. Muchos residentes, especialmente en vecindarios históricamente afroamericanos de la ciudad, se sienten excluidos del crecimiento en el núcleo urbano, dicen activistas locales que lamentan el pequeño tamaño de su clase media de raza negra.

Sentado en el restaurante del centro donde trabaja en la cocina, Allen Shropshire contó que, aunque los recién llegados a la ciudad con capacitación han prosperado, muchos lugareños no lo han logrado. Ahora está tomando un curso sobre construcción basada en el ahorro de energía que dictan una organización local sin fines de lucro llamada Green Spaces y una entidad asociada llamada Build Me A World. "Casi todas las semanas me rompo la espalda sólo para ganar una cantidad decente para mantener a mi familia", aseguró.

Este tipo de desigualdad se repite en todo el país, lo que crea una barrera que impide el crecimiento sostenido porque buena parte del poder adquisitivo se mantiene en manos de personas acomodadas.

Larry Summers, ex secretario del Tesoro, revivió el concepto de estancamiento secular para describir la mala situación económica de EE.UU. después de la crisis financiera. Según él, el crecimiento ha sido superior al potencial y hay modesta evidencia de que están subiendo los salarios. Pero una pregunta clave es si se necesitan "condiciones macroeconómicas y financieras extraordinarias" para generar un crecimiento adecuado.

"Tenemos una de las mayores expansiones fiscales en la historia del país, tenemos tasas de interés reales a corto plazo que son básicamente de cero, tenemos el efecto riqueza de un mercado bursátil que ha subido un 25% anual, y todo eso es apenas suficiente para lograr un crecimiento de 2,5% en 2018", afirmó. "La pregunta es si nos estamos moviendo constantemente a un nivel más alto de inversión que puede mantenerse indefinidamente y financiarse de manera sostenible. No creo que algunas señales de mayor gasto después de un aumento importante en los precios de los activos, una gran expansión fiscal y una gran suba en los precios del petróleo constituyan una evidencia convincente".

Los funcionarios de la administración del presidente Donald Trump tienen una opinión muy diferente y señalan un fuerte crecimiento en el segundo y tercer trimestres del año pasado como prueba de que EE.UU. ya se ha embarcado en una trayectoria de crecimiento sostenible más sólida.

Sin embargo, las predicciones en el presupuesto de la administración que señalan un crecimiento anual de 3% del PBI durante una buena parte de la próxima década dejaron a la mayoría de los economistas profundamente escépticos. La Reserva Federal en diciembre colocó la tendencia a más largo plazo en sólo un 1,8%, incluso después de los recortes tributarios, similar al pronóstico de la Oficina de Presupuestos del Congreso.

Una parte clave del problema es la demografía: si no se producen grandes cambios en los patrones de inmigración, el envejecimiento de la población implicará un crecimiento lento de la fuerza laboral, lo que afecta a un factor clave del crecimiento.

Por lo tanto, para elevar el crecimiento potencial, incluso de manera modesta, EE.UU. necesitaría experimentar un salto en la productividad un salto realmente notable para lograr el tipo de cifras de crecimiento a largo plazo que prometió Trump. En cambio, el desempeño de la productividad del país ha sido nefasto, con una producción por hora que ha crecido a un promedio de sólo 0,6% anual durante los últimos siete años, según el Conference Board.

Sin embargo, las próximas investigaciones del McKinsey Global Institute sugieren que hay potencial para un repunte. Hace énfasis en cómo la crisis financiera provocó una caída de la la productividad estadounidense. A medida que su influencia se desvanezca, la productividad tendrá posibilidades de aumentar, por lo menos, un 2% anual en los principales países en los próximos 10 años.

Mucho dependerá de si las compañías estadounidenses combinan sus predicciones optimistas en cuanto a la mayor inversión en tecnología con la acción, y si los avances digitales de los últimos años comienzan a difundirse en sectores de la economía que quedaron rezagados desde el punto de vista tecnológico. Los CEO de empresas aseguraron en repetidas ocasiones que los recortes tributarios y una regulación más flexible los inducirán a invertir más, pero la reducción de los impuestos en muchos casos se han reflejado en dividendos y recompras de acciones, en lugar de nuevas tecnologías.

De hecho, la historia de los sectores que tardan en adaptarse, como el de la construcción, muestra lo difícil que puede ser aumentar la productividad. Si bien la agricultura y la producción industrial estadounidenses han elevado la productividad de 10 a 15 veces desde la década de 1950, la construcción se mantiene en el mismo nivel que hace 80 años.

A pesar de su entusiasmo por su propia tecnología, Boyd contó que llevará tres décadas lograr que estos cambios se generalicen. "Es un cambio generacional", afirmó. "No es algo que sucederá de la noche a la mañana".

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