Financial Times: del discurso de Trump al crecimiento real de la economía de EE.UU.

La narrativa presidencial del "gran géiser de oportunidades" perdería impulso, aunque directores ejecutivos en Davos siguen aceptándola. La idea de que estamos en una "bonanza económica" es una ilusión

¿Es una ilusión el crecimiento? Estas palabras fueron esculpidas en neón en la ventana frontal del salón del Deutsche Bank en el paseo de Davos en el Foro Económico Mundial la semana pasada.

Lo primero que pensé fue que, para la institución financiera alemana, la respuesta podría ser sí. Lo segundo fue reflexionar sobre la división entre la comunidad empresarial estadounidense —que parece haber aceptado la opinión del presidente Donald Trump de que la economía estadounidense es un "gran géiser de oportunidades"— y las opiniones de muchos otros, incluyendo numerosos importantes participantes del mercado.

Aunque la economía estadounidense sin duda está mejor de lo que muchos de nosotros esperábamos —está experimentando la expansión económica más larga que se haya registrado— la idea de que estamos en una "bonanza económica" es una ilusión. El crecimiento del último trimestre fue de apenas el 2,1%, menos que el promedio de 2,4% del segundo mandato del presidente Barack Obama, según la Oficina de Estadísticas Laborales. Ése es un rendimiento notablemente mediocre cuando se considera el estímulo proporcionado por los recortes fiscales que han llevado a un déficit de u$s 1 billón, el más grande de la historia en tiempos de paz.

Mientras tanto, las inversiones comenzaron a disminuir en 2019, según la Oficina de Análisis Económico. No es de sorprenderse. El hecho de que la Reserva Federal de EE.UU. parece estar tratando de monetizar la deuda estadounidense para garantizar que el país pueda pagar sus cuentas es muy preocupante para muchos inversionistas.

También es una razón clave por la que tenemos la historia del mercado extrañamente bifurcada del momento, una que se divide por igual entre el optimismo por los valores y los activos seguros como los bonos o el oro.

Las propias opiniones económicas del equipo de Trump son tan bifurcadas como los mercados. Su asesor económico Larry Kudlow calificó los rendimientos bajo cero y la agresiva política monetaria como "ineficaces". Kudlow está impulsando la historia de que el estímulo fiscal, en forma de recortes fiscales y desregulación, es responsable por el crecimiento de EE.UU. Pero, aunque los propios recortes de impuestos fortalecieron los mercados, el dinero que se ha ahorrado se destinó principalmente a recompras de acciones corporativas. Eso no es lo mismo que un auge de crecimiento impulsado por la productividad. En cuanto a la desregulación, hay muchas investigaciones que demuestran que ha hecho muy poco por la economía estadounidense.

Desafortunadamente, la mayoría de los directores ejecutivos con los que hablé en Davos están dispuestos a aceptar la narrativa del "gran géiser". Parte de su predisposición a suspender la incredulidad parece estar relacionada con el alivio de las tensiones entre EE.UU. y sus principales socios comerciales.

Los empresarios están contentos con el recientemente aprobado Tratado entre México, EE.UU. y Canadá, o T-MEC, que Trump firmará esta semana. También agradecen la pausa en las hostilidades abiertas con China después de la firma de la primera fase de un acuerdo comercial entre ambas naciones.

Por supuesto, a pesar de los alardes del presidente estadounidense de lo contrario, no ha habido una mejoría real en la posición comercial de EE.UU. El déficit general de bienes y servicios de EE.UU. se amplió de u$s 503 mil millones en 2016 a u$s 628 mil millones en 2018, y en los primeros tres trimestres de 2019 ya estaba en u$s 473 mil millones, según la Oficina de Análisis Económico de EE.UU. 

El miedo a las políticas económicas propuestas por la izquierda es, por supuesto, una de las cosas que ha llevado a los empresarios a los brazos de Trump. Y en ese aspecto, hay paralelos históricos inquietantes. El libro del politólogo e historiador Robert Paxton, "La anatomía del fascismo", señala que el surgimiento de extremistas en muchos de los países europeos donde alcanzaron un poder político real se vio favorecido por el hecho de que a los negocios les preocupó más la posibilidad de que hubiera una redistribución de la riqueza que la amenaza del extremismo político.

Mi propia preocupación es que demasiados en la comunidad empresarial estadounidense puedan estar dispuestos a reelegir a un presidente que sacrificará los valores nacionales fundamentales simplemente porque creen que puede garantizar otro trimestre de crecimiento. Pero ni siquiera esa promesa es segura.

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