En las criptomonedas confluyen la tecnología y la especulación

Jamie Dimon, el CEO de JPMorgan Chase, señaló que la criptomoneda bitcoin es un "fraude", y que si alguno de sus traders opera con ellas será despedido por estúpido. Las autoridades financieras están cada vez más de acuerdo con él. China prohibió a las compañías emitir sus propias monedas digitales, y está analizando prohibir las bolsas de criptomonedas. El martes, la Autoridad de Conducta Financiera del Reino Unido emitió una concisa advertencia sobre las ofertas iniciales de monedas (ICO), a lo que le siguió un comentario similar del regulador del mercado de Hong Kong.

Dimon tiene razón en un sentido: hay una burbuja especulativa irracional en los precios de las criptomonedas. El valor de la divisa digital más conocida, la bitcoin, subió ocho veces en 2016. La capitalización de mercado de una moneda menos conocida, Ripple, subió de u$s 500 millones a principios de año a u$s 35.000 millones, antes de caer a u$s 19.000 millones.

Son obligatorias las comparaciones con el auge de los tulipanes holandeses en el siglo XVII. Pero en el caso de la criptomoneda, las similitudes son inquietantes. La bitcoin comenzó como un hobby de los programadores en 2008. El equivalente moderno de las "universidades" que comercializaban bulbos tulipanes son los foros online. La lógica subyacente de ambos es que siempre hay una persona más tonta dispuesta a pagar un precio más alto. Tal como ocurre cada vez que el precio es totalmente independiente del valor intrínseco, la oferta de tontos finalmente se agota.

La especulación encuentra apoyo adicional en la nueva tendencia de ICO. Las start-ups están emitiendo "fichas" _que reemplazan a las acciones en una oferta pública inicial_ a cambio de criptomonedas como las bitcoins. Luego esas firmas canjean las bitcoins por dinero para financiar operaciones. En algunos casos, las fichas están pensadas para que suban de valor junto con la compañía. Se recaudaron más de u$s 1800 millones en ICO.

A diferencia de los títulos valores tradicionales, que son sometidos a controles regulatorios y divulgan sus datos financieros, cualquier programador puede escribir un "libro blanco" y lanzar una moneda nueva o emitir una "ficha". Si una compañía tradicional quiebra, los inversores y acreedores tienen derecho a recuperar lo que puedan de los activos que queden. Es difícil saber si las fichas de una ICO representan un verdadero derecho a reclamar algo.

El creciente interés en estos instrumentos podría, en alguna parte, reflejar las presiones en el mercado financiero en general. Los inversores buscan rendimiento. Hay pocas acciones para comprar (debido a las recompras y a las operaciones de private equity) y las que quedan están caras. Apostar a las ICO, en otras palabras, podría ser un subproducto de años de tasas bajas, mucha liquidez aportada por los bancos centrales, y el desaliento para emitir acciones.

Es difícil saber si las monedas digitales de código abierto, en ausencia de histeria, serían una alternativa útil al dinero emitido por el gobierno. Pero la tecnología subyacente de las cadenas de bloques es una promesa en contextos no monetarios. En agosto, seis de los bancos más grandes del mundo se unieron tras un proyecto para usar tecnología de cadena de bloques para acelerar la liquidación de operaciones, y liberar capital que necesita el viejo sistema de liquidación. La cadena de bloques también podría ayudar a eliminar discrepancias en los registros de accionistas, que han conducido a juicios.

Dimon tiene razón: los tontos están apostando a las criptomonedas, y habrá más tontos que serán engañados por las ICO malas. Sin embargo, eso deja abierta la posibilidad de que la tecnología subyacente pueda ser útil, e incluida dentro del marco regulatorio global. En las finanzas, la innovación y la histeria especulativa a menudo se alinean.

Temas relacionados
Más noticias de criptomonedas

Las más leídas de Financial Times

Destacadas de hoy

Noticias de tu interés