El foco del G-20 no está puesto en los verdaderos desafíos globales
La falta de un liderazgo global, por desinterés de EE.UU., provoca que no se pueda discutir una agenda unificada. Así las iniciativas reciben poca atención en el tiempo
Muchos esperan con ansiedad la cumbre del G-20 que comienza hoy en Alemania, pero por el motivo equivocado. En vez de ayudar a "dominar y darle forma a los desafíos de nuestra era", citando la lista oficial de prioridades de la cumbre, el mayor interés estará puesto en cómo interactúan las personalidades políticas en un mundo que lucha por captar suficiente entusiasmo para impulsar la acción colectiva necesaria para abordar problemas compartidos.
El resultado de esta cumbre, que ampliará los antiguos impedimentos estructurales del G-20, probablemente sea poco más que un comunicado perfectamente redactado que expone diferencias en vez de tratarlas para avanzar hacia la prosperidad global. El verdadero progreso, si lo hay, provendrá de las discusiones bilaterales que se lleven a cabo por fuera.
Hoy y el sábado, Hamburgo será sede de la 12º cumbre del G-20 donde se reúnen jefes de Estado y gobiernos de los países más influyentes y funcionarios de organizaciones regionales e internacionales. En la reunión organizada bajo el auspicio del gobierno alemán, (que mantiene la presidencia del grupo en 2017), el comercio y el cambio climático encabezan una agenda ambiciosa que este año incluye Africa, estabilidad financiera, geopolítica, infraestructura, migración, Corea de Norte, pandemias, refugiados y terrorismo.
No hace mucho tiempo, un conjunto común de principios, en términos generales llamado "neoliberalismo", presentó las deliberaciones sobre la acción colectiva apuntada a abordar esos desafíos. Pero los líderes tradicionales Estados Unidos y, en menor medida, el Reino Unido ahora están distraídos y tienen menos interés o posibilidades de asumir un rol global.
Después de haberse retirado del acuerdo climático de París y del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP), Estados Unidos todavía está en proceso de conciliar su estrategia "Estados Unidos primero" con las actuales iniciativas multilaterales ni hablar de las nuevas. Por su parte, el Reino Unido está enredado en el Brexit con un gobierno debilitado que todavía tiene que unirse en torno a las políticas propuestas.
En cuanto a cubrir el vacío de liderazgo global, Alemania es el país menos apto al menos por ahora para asumir la responsabilidad, en especial debido a su reticencia a imponerse en forma demasiado visible. A Japón también lo condena la historia. China, con su segunda mayor economía y mayor stock de reservas internacionales, aún no aceptó completamente responsabilidades globales más chicas. Francia tiene un presidente nuevo, joven y enérgico, pero no está en condiciones de asumir rol de liderazgo mundial debido a los años de demora que llevan las reformas locales. Rusia recibe muchas objeciones por parte de varios otros miembros del G-20.
Algunos sugieren que quizás la respuesta sea una combinación de países, y el par de naciones más citadas son China y Alemania. Pero acá otra vez los problemas son considerables especialmente debido a que tienen orientaciones políticas, tratamiento hacia las instituciones y libertades civiles totalmente diferentes.
En todo caso, la cumbre de este año ilustra el deslizamiento del mundo hacia lo que el científico político norteamericano Ian Bremmer llama "G-cero". No hay ahora ningún país capaz y dispuesto a reemplazar a Estados Unidos y encabezar una agenda global de manera efectiva y creíble. De ahí, que crezca la lista de problemas cuyas soluciones necesitan cooperación, validación y verificación multilateral.
El daño que produce este vacío es mayor debido a que cuando fue creado el G-20 se decidió privarlo de una secretaría permanente. Si bien el motivo que tuvieron los miembros fundadores para diseñarlo de esa manera era comprensible para evitar una organización multilateral costosa y burocrática y, en cambio, buscar "un foro cooperativo informal fundado en valores compartidos", provocó una perjudicial falta de continuidad porque la presidencia anual pasa de un país a otro (Argentina es el próximo). Las iniciativas que son necesariamente plurianuales reciben demasiada poca atención en el tiempo, especialmente cuando cada presidencia nueva agrega sus temas favoritos. Esta es una falla estructural de fácil solución si sólo hubiera suficiente compromiso por mantener un mínimo grado de acción colectiva, pero no lo hay.
Lo mejor que se puede esperar para esta semana es un comunicado que evita las diferencias dentro de la comunidad internacional que carcomen su capacidad de ejercer la responsabilidad compartida necesaria para abordar los problemas de nuestro mundo interconectado e interdependiente.
Los efectos de las oportunidades desperdiciadas inevitablemente se filtrarán desde el nivel global hasta el de los países individuales. Después de todo, es difícil ser una buena casa en un barrio desfavorecido.
*Mohamed El-Erian es Asesor Económico Jefe de Allianz