PODR A ACORDAR CON XI JINPING CUANDO SE REÚNAN EN MAR-A-LAGO EN MARZOExclusivo Members

El apuro haría ceder a Trump en la guerra comercial con China

La impaciencia del presidente estadounidense por llegar a un acuerdo podría debilitar las diligentes negociaciones que se necesitan

Lo hemos visto antes. El presidente Trump siente un fuerte impulso, entonces retira las tropas estadounidenses de Siria o declarar una emergencia en la frontera con México. Después, de mala gana se somete a los consejos que le advierten lo contrario. El ciclo se repite, enjuaga y lava unas cuantas veces antes de que Trump vuelve a perder la paciencia. Finalmente hace lo que siempre quería hacer: confía en sus instintos por sobre los consejos de quienes lo rodean.

Eso es lo que sucede con China. Trump quiere un acuerdo comercial que impulse los mercados de valores. Sus asesores quieren mantenerse firmes en las negociaciones con el líder chino Xi Jinping, incluso a costa del crecimiento a corto plazo de EE.UU.. Es sólo cuestión de tiempo, Trump finalmente los ignorará. La pregunta es qué tan mal quedará el país norteamericano cuando lo haga.

La respuesta es que se desprestigiará mucho. Trump es el reflejo de Theodore Roosevelt, el presidente estadounidense que decía que Estados Unidos debía hablar suavemente y llevar un gran garrote. Prometió el oro y el moro en relación a la guerra comercial con China, pero parece estar dispuesto a aceptar un pequeño meteorito. El objetivo final de Trump era reducir el superávit de China con EE.UU., que va camino por primera vez a superar los u$s 400.000 millones este año. La intención de su administración era obligar a China a acordar igualdad de condiciones en el campo de la tecnología. Los dos objetivos son muy diferentes. Trump quiere titulares que le permitan jactarse más a corto plazo. El resto de su gobierno quiere garantizar que China realice cambios estructurales profundos en su sistema.

Trump tiene poco interés en la paciente tarea de negociar cambios, buenos o malos, que no aparezcan en su radar electoral. Eso provoca una profunda división dentro de su administración. La principal víctima es Robert Lighthizer, su representante comercial de línea dura, cuya misión en la vida es hacer que China cambie de rumbo. Su único colega era Jim Mattis, el ex secretario de Defensa estadounidense, que renunció en diciembre después de que el presidente dijo que retiraría de Siria todas las tropas norteamericanas. Los dos hombres sobresalían en el gabinete de Trump por tener autoridad para hacer retroceder al mandatario. Lighthizer ha olvidado más sobre comercio de lo que Trump sabrá jamás. Ahora ventilan sus desacuerdos en público.

Hace unos días Lighthizer corrigió públicamente la definición de memorándum de entendimiento de Trump, que el presidente había dicho que no era un acuerdo comercial vinculante. Había confundido memorándum de entendimiento para el sector de los bienes raíces con su significado en el ámbito comercial. El miércoles pasado Lighthizer subió aún más las apuestas. Le dijo al congreso que EE.UU. sólo aceptará un acuerdo comercial con China que sea profundo, estructural y ejecutable. De lo contrario, no habrá trato. "No se vayan sólo por la solución para la soja", dijo.

Pero eso es exactamente lo que está buscando Trump: que China acceda a comprar más soja estadounidense, y otros productos básicos. Esto aliviaría el sufrimiento de los agricultores norteamericanos de los estados pendulares del centro del país. También reduciría el déficit comercial, aunque temporalmente.

¿Cuál será el enfoque que probablemente prevalezca? En última instancia, Trump siempre gana, aunque EE.UU. pierda. La reacción del mercado de valores después del testimonio de Lighthizer aumentó las posibilidades de que el mandatario pierda la paciencia nuevamente. Los precios de las acciones cayeron bruscamente cuando Lighthizer comenzó a hablar. Es posible que lo que Trump acuerde con Xi cuando se reúnan en Mar-a-Lago en marzo sea sólo una tregua a corto plazo. China tiene un impecable historial de incumplimiento de sus acuerdos. El pacto probablemente incluya las cláusulas que le permiten a EE.UU. volver a fijar aranceles a China. Aún así, Trump habrá cedido. Otros pocos años de transferencia forzada de tecnología podrían permitirle a China asumir el liderazgo en la carrera por el dominio de la inteligencia artificial.

Otras dos consecuencias son evidentes. La primera es que Trump les ha abierto el espacio a los demócratas para que digan que está siendo débil con China. Como fue elegido en parte por su dura retórica contra China, Trump la convirtió en un consenso bipartidista. La segunda es que la credibilidad de Trump como negociador se hundiría como nunca antes. Esos límites ya se han puesto a prueba la semana pasada con el fracaso de la cumbre sobre el desarme nuclear con Kim Jong Un, el presidente de Corea del Norte.

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