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Cantabria es una región privilegiada por su diversidad natural y cultural. Desde sus verdes montañas hasta sus playas salvajes, cada rincón ofrece una oportunidad para desconectar y reconectar con lo esencial. Muchos de estos destinos no figuran en las guías turísticas más populares, pero merecen sin duda ser descubiertos.

Uno de ellos es Santoña, un pueblo costero ubicado a apenas 30 minutos de Santander. Rodeado por mar y montaña, este enclave combina playas vírgenes, senderos panorámicos, historia militar y una de las ofertas gastronómicas más auténticas de la región.

Los senderos que rodean Santoña regalan postales únicas de su costa y espacios naturales protegidos.
Los senderos que rodean Santoña regalan postales únicas de su costa y espacios naturales protegidos.

Un paisaje que quita el aliento: playas y acantilados

Entre sus mayores atractivos está la Playa de Berria, una extensa franja de arena fina y dorada, abrazada por el Monte Buciero. Es ideal para practicar surf o simplemente disfrutar de un paseo al atardecer. También destaca el Paseo Marítimo de Santoña, con vistas espectaculares a las marismas y a la bahía.

Desde el centro del pueblo, parten rutas de senderismo que recorren el Parque Natural de las Marismas de Santoña, Victoria y Joyel, uno de los humedales más importantes del norte de España. Este espacio protegido es el hogar de aves migratorias y especies autóctonas, lo que lo convierte en un punto de interés para amantes de la ornitología y la naturaleza.

Patrimonio histórico en plena naturaleza

Uno de los secretos mejor guardados de Santoña es el Fuerte del Mazo (Fuerte de San Martín), una construcción defensiva del siglo XVII que ofrece vistas panorámicas sobre el mar Cantábrico. Su acceso es libre y forma parte de una ruta que también pasa por el Fuerte del Napoleón y el emblemático Faro del Caballo.

Este último es una joya paisajística y patrimonial que ha ganado fama en redes sociales por su espectacular acceso: más de 700 escalones tallados en la roca que descienden hasta un embarcadero escondido entre acantilados. El esfuerzo merece la pena: las aguas cristalinas del entorno lo convierten en uno de los lugares más fotografiados de Cantabria.

Gastronomía local: del mar a la mesa

Visitar Santoña también es una experiencia para el paladar. El pueblo es famoso por sus anchoas, consideradas entre las mejores del mundo. Numerosas conserveras locales ofrecen visitas guiadas y degustaciones que permiten conocer todo el proceso de elaboración artesanal.

Además, bares y restaurantes del centro histórico sirven especialidades como:

  • Bonito del norte en escabeche.
  • Rabas frescas (calamares fritos).
  • Cocido montañés en temporada de invierno.

Todo ello acompañado de productos de la huerta local y vinos cántabros poco conocidos pero de gran calidad.

Una escapada accesible todo el año

Santoña destaca por su fácil acceso desde Santander, ya sea en coche particular o mediante transporte público. Además, al no ser un destino masificado, permite disfrutar de sus encantos sin aglomeraciones, incluso en temporada alta.

Santoña es famosa por su tradición conservera, con anchoas y sardinas de calidad internacional.
Santoña es famosa por su tradición conservera, con anchoas y sardinas de calidad internacional.

Tanto si se busca un fin de semana activo como si se desea una escapada relajante junto al mar, Santoña lo tiene todo: paisaje, historia, naturaleza y sabor. Y lo mejor de todo: sin necesidad de hacer un gran desplazamiento.

Esta joya costera, muchas veces opacada por otros destinos más conocidos, demuestra que Cantabria todavía guarda paraísos naturales por descubrir.