El Mundial de Fútbol 2030, que Marruecos organizará junto a España y Portugal se ha convertido en un foco de tensión social. Miles de jóvenes marroquíes han salido a las calles en los últimos días para reclamar que los recursos destinados a levantar estadios se inviertan en hospitales, educación y servicios básicos.
Las protestas, en ocasiones violentas, ya han dejado al menos tres muertos y más de 350 heridos, según informó la policía marroquí. El lema que se repite en pancartas y redes sociales es claro: "No queremos el Mundial, la salud es prioritaria".
El origen de las protestas que no se detienen
Las movilizaciones comenzaron en ciudades como Rabat, Casablanca y Tánger, impulsadas por el movimiento juvenil GenZ212, nacido en redes sociales. Decenas de jóvenes se concentraron en la capital coreando consignas como "Queremos un buen hospital para jóvenes y ancianos" o "Más escuelas y menos policías".

Entrevistado por la agencia EFE, el estudiante universitario Sufian Harhari, de 24 años, lo resumió en una frase: "Estamos aquí en una manifestación pacífica para exigir la reforma de la educación y la sanidad, especialmente en las zonas marginadas".
Las demandas apuntan a un sistema sanitario con solo 15.000 médicos para 37 millones de habitantes, lo que supone una ratio de apenas cuatro médicos por cada 10.000 personas.
Un reclamo que pide prioridad a los hospitales colapsados
El detonante fue la decisión del Gobierno de Aziz Ajanuch de priorizar la construcción de estadios para cumplir con los requisitos de la FIFA. Las imágenes de hospitales precarios y escuelas deterioradas contrastan con los proyectos millonarios de infraestructuras deportivas.
Durante una de las protestas, un joven declaró a la BBC que el hospital de Oujda, en la frontera con Argelia, parecía "una cárcel": "Está sucio, y los pacientes tienen que sobornar a los agentes de seguridad y a las enfermeras para poder ver a un médico".
Un conflicto con ecos políticos y sociales
Aunque el Gobierno ha asegurado que está dispuesto al diálogo, las protestas han derivado en enfrentamientos con la policía. La agencia estatal marroquí confirmó que dos de los fallecidos murieron en choques cuando manifestantes intentaban asaltar una comisaría en Agadir.
Las movilizaciones no solo cuestionan la gestión de los recursos, sino también la legitimidad del Ejecutivo. En Rabat, se escucharon gritos de "Ajanuch, cobarde, el pueblo no se humilla", exigiendo incluso la dimisión del primer ministro.
Según datos de Reuters, Marruecos tiene una tasa de desempleo del 12,8%, que se dispara al 35,8% entre los jóvenes. La falta de oportunidades y los servicios públicos deficientes han convertido al Mundial en un símbolo de prioridades equivocadas.

Qué está en juego para Marruecos y el Mundial 2030
El desafío para Marruecos es garantizar la seguridad y estabilidad social de aquí a 2030, y demostrar a la FIFA y a la comunidad internacional que puede organizar un evento de tal magnitud sin agravar su crisis interna.
Las voces críticas advierten que el Mundial podría convertirse en una "cortina de humo" para ocultar problemas estructurales. Al mismo tiempo, sectores oficiales lo defienden como una oportunidad para atraer inversión extranjera, turismo y modernización de infraestructuras.
Por ahora, las calles marroquíes recuerdan que la celebración deportiva convive con un país dividido. Y que mientras el balón aún no rueda, la prioridad de muchos ciudadanos sigue siendo otra: hospitales, escuelas y dignidad social antes que estadios.





