

Mientras el Papa Francisco permanece en reposo por prescripción médica, su proyecto más ambicioso dentro de la Iglesia Católica, la sinodalidad, enfrenta un revés importante en Italia.
Tras cuatro años de trabajo, la Asamblea Sinodal Italiana, compuesta por más de mil delegados entre obispos, sacerdotes, diáconos y laicos, decidió no firmar un documento clave para avanzar con el proceso reformista impulsado por el pontífice argentino.
Esta decisión, que posterga la votación final hasta octubre, evidencia las profundas divisiones internas y el peso de la resistencia conservadora dentro del clero.
La sinodalidad, entendida como una forma de "caminar juntos" en el gobierno de la Iglesia, es uno de los pilares del pontificado de Francisco. Sin embargo, temas sensibles como el rol de la mujer, la homosexualidad, los abusos sexuales y la transparencia institucional siguen generando fricciones que impiden consensos.
Lejos de obtener una definición clara, el texto elaborado por la asamblea fue calificado por muchos como ambiguo, débil y carente de propuestas concretas.
El tropezón refleja no solo un estancamiento en las reformas, sino también el creciente desgaste de una figura papal que, aunque viva y activa en lo espiritual, carga con el peso de una oposición interna cada vez más estructurada.
¿Por qué los delegados se negaron a firmar el documento?
La principal crítica al documento presentado fue su falta de claridad y profundidad en temas clave. Muchos delegados, entre ellos figuras progresistas como el cardenal Matteo Zuppi, reconocieron que el texto evitaba definiciones concretas sobre cuestiones como el diaconado femenino, la inclusión de personas homosexuales y la responsabilidad institucional ante los abusos sexuales.

La postura dominante fue que, tras años de trabajo, no era conveniente validar un documento "lavado" que no respondiera a las demandas reales de renovación dentro de la Iglesia. Por ello, 835 de los 1008 delegados votaron a favor de suspender la aprobación del texto y convocar una nueva asamblea en octubre.
Este resultado no es solo una postergación técnica, sino un símbolo de las tensiones internas entre quienes promueven una Iglesia más abierta e inclusiva y quienes desean mantener una estructura más tradicional.
Aunque el Papa insiste en que el Sínodo no es un Parlamento, el hecho de que se vote, se discuta y se postergue una decisión por falta de consenso habla de un proceso que, sin querer, se vuelve cada vez más democrático en su forma, aunque no en sus resultados.
¿Qué impacto tiene esto en el liderazgo del Papa Francisco?
El rechazo al documento sinodal se produce en un momento delicado para el Papa. Afectado por su salud, Francisco ha delegado más responsabilidades, mientras crecen las especulaciones sobre su posible sucesión.
La resistencia de sectores conservadores, tanto dentro como fuera de Italia, no solo se ha mantenido sino que se ha intensificado. Las campañas en su contra, que cuestionan sus reformas y su estilo de liderazgo, encuentran eco en el freno que ha sufrido este proceso sinodal, considerado una de las piedras angulares de su pontificado.

Sin embargo, la figura del Papa sigue siendo central. Francisco dotó al proceso sinodal de carácter magisterial, es decir, lo elevó al nivel de enseñanza eclesiástica oficial.
Su visión de una Iglesia que escucha, debate y se adapta a los signos de los tiempos continúa vigente, a pesar de los tropiezos. Como señaló el cardenal Zuppi, "esta es la belleza de una Iglesia que está viva. Se camina".
Lo que está en juego no es solo un documento, sino el rumbo futuro de la Iglesia Católica: si se atreve a transformarse o si opta por la inmovilidad en nombre de la tradición.


