

En un hallazgo sin precedentes, arqueólogos y estudiosos del cristianismo temprano han desenterrado un fresco excepcional en una tumba hipogeo datada del siglo III d.C. Se trata de una representación del Buen Pastor atribuida a Jesús, sin barba y vestido con una sencilla túnica. El descubrimiento ha tenido lugar en la necrópolis de Hisardere, en el distrito de Iznik, la antigua Nicea.
La escena, de estética claramente romana, destaca no solo por su belleza, sino también por su rareza, y es que, hasta ahora, nunca se había documentado una imagen similar en Anatolia (Turquía).
Para Turquía y para el mundo académico, este fresco es realmente un hito, pues marca un antes y un después en el estudio del arte paleocristiano. El proyecto se desarrolla con permiso del Ministerio de Cultura y Turismo y bajo la dirección del Museo de Iznik.

Una tumba excepcional en una necrópolis única
Los distintos hallazgos permiten concluir que la Necrópolis de Hisardere tuvo un uso compartido entre familias acomodadas de Iznik y sectores sociales más humildes entre los siglos II y V d. C.
Este cruce de realidades sociales queda patente en la variedad de enterramientos, entre los que sobresalen las singulares Tumbas de Cámara con Tejado de Losa de Terracota, una tipología exclusiva de Iznik y fundamental para interpretar las prácticas funerarias locales.
En este marco, la tumba hipogea descubierta recientemente adquiere una relevancia excepcional. Sus muros oriental, occidental y septentrional se conservan en un estado notable y mantienen un conjunto de frescos de gran calidad técnica y simbólica. A diferencia de otros casos de la región, estas pinturas incluyen figuras humanas.
El Buen Pastor: un Jesús primitivo en Anatolia
El fresco central muestra a Jesús en una de sus representaciones más tempranas. Aparece como un joven imberbe, vestido con una túnica ligera y con una cabra de grandes cuernos sobre los hombros. A cada lado, dos cabras más completan una composición simétrica y cuidadosa, donde la serenidad de la escena contrasta con el desgaste del tiempo.
Esta iconografía, de raíz romana, es uno de los motivos más simbólicos del cristianismo primitivo.


