¿Podrá China revivir la economía mundial? ¿Querrá hacerlo?

Las consecuencias económicas de la pandemia empiezan a parecerse a las de 2008. Los precios de las acciones se desplomaron. La economía mundial avanza hacia una recesión y el desempleo aumenta. Una vez más, los responsables de definir las políticas y los inversores, entre otras personas, se hacen una crucial pregunta: ¿podrá China revivir la economía mundial?

China, donde se originó el brote de coronavirus, parece que va camino a ser el escenario de la primera recuperación entre las principales economías. Los indicadores clave, como los bienes raíces vendidos, el carbón utilizado en las centrales eléctricas y la congestión del tráfico, registraron alzas, por lo que la demanda al menos estaría recuperándose de manera moderada. Pero la desagradable realidad es que China -y el mundo- se encuentran hoy en posiciones muy diferentes a las que tenían en 2008.En aquel entonces, Beijing lideró el regreso del mundo al crecimiento económico tras haber impulsado un enorme paquete de estímulo de u$s 590.000 millones, que equivalía al 13% de su PBI. En cambio, en 2008 Estados Unidos y Japón inyectaron apenas u$s 152.000 millones y u$s 100.000 millones en sus mercados internos.

Los que esperan que se repita ese escenario bien podrían decepcionarse. La simple verdad es que China se ha endeudado tanto en los 12 años desde la crisis financiera, que no puede darse el lujo de activar otra "gran bazooka". Tampoco parece tan dispuesta, como en aquel entonces, a identificar como propios los problemas del mundo. Desde 2008, en China el total de los activos bancarios aumentó 4,5 veces a u$s 41,8 billones a fines de 2019 -el equivalente a la mitad del PBI mundial, según la consultora Rhodium Group. Por el contrario, el PBI chino se multiplicó por tres en el mismo período, lo que significa que China tomó prestada gran parte de su excelente década de crecimiento en lugar de haberla comprado.

Beijing convirtió en prioridad su política de reducir la expansión del crédito. Por consiguiente, si el presidente de China Xi Jinping, decretara ahora un gran estímulo impulsado por el crédito, equivaldría a romper un principio fundamental del manual económico. Las declaraciones de otros funcionarios también parecen indicar que tienen poco interés en un estímulo masivo. El primer ministro Li Keqiang fue citado por los medios oficiales en marzo diciendo: "las variaciones en el crecimiento económico no importan tanto, siempre y cuando el empleo se estabilice este año".

Sin embargo, China debería reconocer que su destino está atado al destino del mundo. No importa que tan mala se volvió su relación con Estados Unidos y lo ofendido que esté porque lo culpan del primer brote del virus, por su propio bien Beijing se tiene que preparar para desempeñar un papel clave en la reactivación económica global. Tal vez las promesas de "cooperación" que se hicieron Xi y su par estadounidense Donald Trump durante una reciente llamada telefónica sean una señal positiva.

Si una bazooka de crédito está fuera de discusión, se podrían accionar otras palancas. Beijing podría presupuestar un déficit fiscal mucho mayor para este año, lo que le permitiría extender los recortes fiscales a toda la economía. Podría ordenar a los bancos que demoren el cobro de deudas y desalentar entre las empresas estatales el despido de trabajadores. También podría acelerar los proyectos de infraestructura e impulsar la construcción de viviendas, financiadas a través de bonos emitidos por los gobiernos locales.

Esas medidas apuntarían principalmente a ayudar al electorado nacional, pero tendrían limitado impacto en la demanda mundial. Si China quiere mostrar un verdadero liderazgo como lo hizo después de 2008, debería aumentar las importaciones manteniendo el yuan estable frente al dólar estadounidense. Los considerables déficits comerciales que deberían producirse serían una prueba de su aporte a la comunidad internacional y le ayudarían a rehabilitar su reputación después de los primeros errores que cometió frente a la propagación del virus en Wuhan.

Traducción: Mariana Oriolo

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