Respiración artificial: el caso López le da a Macri el tiempo necesario para que la economía ‘haga pie’

Utilizando sus reflejos, el Gobierno parece dispuesto a aprovechar la ventana de oportunidad que le da en términos políticos el inverosímil capítulo de José López y sus bolsos con dólares para dar batalla en materia económica. En este sentido, la Casa Rosada parece contar –y querer aprovechar ahora– un elemento central del que carecía: algo de tiempo.

Para ello, paradójicamente –o no tanto–, deberá triunfar en cuestiones de corte netamente económico: inflación, empleo, actividad y tipo de cambio son nuevas deudas pendientes de los primeros meses de gestión, con el agravante de que gran parte de esos indicadores se vieron aún más perjudicados por el operativo sinceramiento de la economía que Cambiemos impulsó ni bien llegado al gobierno. Si bien los primeros meses de ejercicio político tuvieron como artífice central el reordenamiento de variables olvidadas por el kirchnerismo como la falta de dólares para el funcionamiento normal de una economía o las tarifas congeladas, en gran medida las decisiones adoptadas conspiraron el beneplácito de la sociedad en estas cuestiones, ya que muchas familias experimentan hoy zozobra para poder llegar a fin de mes.

La llegada del presidente Macri a la Casa Rosada generó no pocas expectativas en el electorado, pero también tuvo su efecto entre los propios funcionarios que, en muchos aspectos, armaron los planes para sus respectivas carteras pensando en que la figura convocante del nuevo líder del Ejecutivo nacional podía generar la llegada de inversiones que le diera un nuevo orden a la ecuación económica.

Sin embargo, ese “plan no prosperó. Los anuncios se hicieron, pero la sensación es que llevará tiempo que esos desembolsos se produzcan y bastante más que se traduzcan en crecimiento económico. Así, el saldo para las primeras veinte semanas de gobierno donde las inversiones brillaron por su ausencia (fueron sólo anuncios, hasta ahora) fue el diseño de un plan alternativo, que si bien en la superficie ofrece una estética de corte político, en rigor se trata de tres iniciativas que tendrán un correlato macroeconómico fundamental: el blanqueo y la reforma impositiva incluida), el ajuste previsional  y la inyección de fondos para las provincias (junto al acuerdo para devolverles el 15% de la Coparticipación).

Para el Gobierno, el blanqueo podría ser una de las herramientas esenciales. En el caso de ser exitoso, la posibilidad de declarar dinero y bienes al fisco podría ser bien recibida por aquellos que ya se notifican de los cambios que operarán desde enero en materia de información cruzada fiscal y las regulaciones que empezarán a correr en distintos mercados bancarios que hoy ostentan el secreto bancario. A su vez, habrá que evaluar qué porcentaje se exteriorizará pero seguirá en el exterior y qué proporción se orientará a comprar bonos para financiar al Tesoro, si bien otra de las alternativas es la inversión mediante los fondos comunes de inversión.

Por otro lado, con el Programa Nacional de Reparación Histórica para Jubilados, el gobierno asume la ejecución de una orden de la Justicia, que se había ignorado sistemáticamente hasta ahora. En los papeles, implicará ponerle remedo a la vieja deuda previsional que involucra a 2,2 millones de jubilados, con un retroactivo de hasta $ 90.000 millones, además de los $ 100.000 millones  que implica el flujo de haberes ajustados.

En cuanto a la devolución del 15% de la Coparticipación a las provincias que hasta ahora iba a la Anses, significará este año ingresos adicionales a los fiscos provinciales por más de $ 30.000 millones a lo que se sumará el acceso a una línea de préstamos de la entidad previsional. En esta línea, varias provincias también se han lanzado al mercado de deuda para colocar bonos, lo que generará ingresos adicionales.

Al menos hasta ahora, el Gobierno parece concentrar sus esfuerzos a tratar de impulsar estas reformas y que ello implique una reactivación de la economía mediante el traslado de estos recursos a consumo, que en un 80% cuenta para lo que es el producto bruto. De fondo, la pregunta que subyace es si, en esa búsqueda, la Casa Rosada acaba de sacrificar lo que era una de sus primeras definiciones económicas, esto es, un recorte del déficit fiscal, un problema cíclico que en la administración anterior, se compensó con emisión monetaria.

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