Otra fotografía del Estado ausente: un túnel de 32 kilómetros con 18 años de demora

Una de las fotografías más tristes del Estado ausente es la promesa incumplida del soterramiento del Ferrocarril Sarmiento. Son 32 kilómetros de túneles, de Caballito a Moreno, que debían terminar con el peligro de 52 pasos a nivel y 29 pasos peatonales. La obra comenzó a proyectarse y a anunciarse en 1998, con Carlos Menem. Se volvió a promocionar en el 2001, con Fernando De la Rúa, y a reiterarse el marketing en el 2006 y en el 2008. En esos días, Néstor Kirchner y Julio de Vido se llenaban la boca hablando del futuro ferroviario. Pero el 22 de febrero de 2012, un tren que venía del Gran Buenos Aires se estrelló contra los hierros de la estación Once para terminar con la vida de 52 argentinos y herir a otros 700. Ni siquiera la tragedia fue suficiente para que el gobierno de Cristina pusiera en marcha aquella deuda pendiente del transporte urbano.


Ayer, el presidente Mauricio Macri aprovechó la visita del primer ministro italiano, Mateo Renzi, para volver a anunciar el soterramiento congelado en el tiempo. Es una inversión de unos 3.000 millones de dólares, durante cinco años, a cargo de una unión de empresas conformada por la italiana Ghella, las españolas Iecsa (donde es accionista un primo del Jefe de Estado) y Comsa, y la brasileña Odebretch. Si esta vez se cumple con lo prometido, el túnel transportará 380 trenes diarios (algunos de dos pisos) y diez millones de pasajeros por mes.


El soterramiento del Sarmiento es apenas un pedazo del rompecabezas de la infraestructura que nunca se termina de armar en la Argentina. Faltan electrificar varios de los ramales urbanos y ampliar las vías de los trenes de carga. O terminar la indispensable ruta 6 para unir los puertos de Campana y Ensenada, y desagotar de camiones el infierno de Retiro. O instalar el tendido eléctrico que anoche tenía sin luz a 300.000 argentinos. Faltan puentes, cloacas y desagues. Además de la deuda externa y la inflación, la obra pública es uno de los grandes desafíos que tiene Macri por delante. Ojalá el anuncio de ayer sea un punto de inflexión para la decadencia y no la mueca repetida de una nueva desilusión.

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