EL NUEVO V NCULO SEGUIR A CON UNA REUNIÓN ENTRE VIDAL Y LA COMISIÓN EPISCOPAL

La sonrisa del Papa encandila: el paso de Macri por el Vaticano

Antes de regresar a Buenos Aires, el Presidente aseguró que las relaciones con Francisco se profundizarán tras la cercanía que tuvo con el anterior Gobierno

Jorge Bergoglio nunca se sintió cómodo con Mauricio Macri, y viceversa. Pero la Historia metió la cola y transformó a Bergoglio en el Papa Francisco y a Macri en el presidente de la Argentina. Francisco hubiera querido a Daniel Scioli en la Casa Rosada, pero las urnas rechazaron la continuidad del kirchnerismo por otros medios políticos. El Papa respeta la voluntad popular y decidió construir una relación institucional con el Presidente. Pero al comienzo no será fácil: aún hay desconfianza mutua, cortesanos que no ayudan y la compleja transición del peronismo, que todavía es una pieza volátil en el tablero montado en Santa Marta.
Francisco conoce la situación de los derechos humanos en Cuba y la persecución que sufrió la Iglesia Católica.

Cuando viajó a la Habana, sonrió a Raúl Castro y empujó con vehemencia ese acuerdo diplomático con Estados Unidos que puso fin a la Guerra Fría en América Latina. Pero antes de la gira histórica, en medio de la oscuridad y la sospecha, un Papa inmutable, serio y decidido forzó el acercamiento entre Barack Obama y Castro.

Francisco sabía que el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado de Benedicto XVI, encubría los casos de corrupción que asolaron al Vaticano durante años. Bertone manipulaba a la Curia para evitar que el Papa argentino ejecutara su reforma institucional y eclesiástica, un modelo administrativo y político que ya debería enseñarse en las universidades del mundo. El cardenal romano pensó que lo tenía engañado al experimentado lector de Jorge Luis Borges, porque en público siempre le sonreía y lo trataba con cuidado. Bertone ya es historia, un fantasma que camina solo por el pasaje Borgo Pio.

Al Papa hay que reconocerle su trabajo silencioso de los últimos dos años. Pese a la traición de Cristina, que ungió a Aníbal Fernández como su candidato a gobernador, Francisco evitó que colapsara el último gobierno kirchnerista. Llamaba a la quinta de Olivos para equilibrar el ánimo presidencial y soportaba en silencio la manipulación de sus silencios y sus audiencias personales. Sólo puso un límite cuando comprendió que su cercanía se había convertido en un trofeo político, y desde ese momento ella dejó de levantar el teléfono.

Ahora, la predisposición del Papa debería ser reconducida. Macri cree en la diferencia entre el Estado y la Iglesia. Y Francisco también. Si no fuera así, no hubiera saneado las cuentas del Banco Vaticano, ni decidido castigar a los clérigos que usa-ron su poder para ocultar la corrupción de menores que se ejecutó en silencio alrededor del mundo. Entonces, el Papa debe entender que su nivel de influencia será menor en la actual administración. Macri no llora de noche, ni sueña con el poder ad infinitum.

Antes de regresar a Buenos Aires, el Presidente aseguró que las relaciones con el Vaticano se profundizarán. Esto implica que habrá un trabajo conjunto en la Iglesia y el gobierno para mejorar la lucha contra el narcotráfico en los barrios más populares y establecer mecanismos conjuntos de asistencia a los adictos de escasos recursos. No debería sorprender una reunión entre la gobernadora María Eugenia Vidal y la Comisión Episcopal para avanzar en esta hoja de ruta.

Sin embargo, la clave de la relación estará en la agenda vinculada a la corrupción y al enfrentamiento social que se hereda del gobierno kirchnerista. Los dirigentes más cercanos a Cristina pretenden instalar que existe un plan de persecución a la expresidente apuntalado en un puñado de jueces federales que investigan las cloacas de la administración anterior. Y no sorprenderá que usen el gesto adusto que exhibió Francisco durante la audiencia de 22 minutos con Macri. Ya están preparando los carteles y activando sus cuentas troll en las redes sociales.

El Papa ha demostrado su capacidad para entender al otro y acercar posiciones que parecían irreconciliables. Participó en las negociaciones de paz entre Colombia y las FARC, puso su investidura para levantar un puente entre Israel y Palestina, y convenció a Obama y Putin de establecer una tregua para evitar una guerra civil en Siria.

Es una tontería considerar que la audiencia entre Macri y Francisco fracasó por su escaso tiempo y la ausencia de la sonrisa bonachona del Papa. Por fin hubo un acercamiento y la promesa de trabajar juntos, respetando sus miradas diferentes sobre el poder y la política.

El tiempo probará que no hace falta almorzar en Santa Marta, ni abjurar de oscuras conspiraciones montadas desde Balcarce 50, para tener como aliado a un líder mundial que hace historia todos los días.

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